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La tecla del duende

Profundo julio y 50 eneros

Tiempo después, en labios de alguna abuela, este podría ser el cuento para dormir a un niño de Guaracabulla...

«Cuando yo era muy pequeñita, allá por el año ocho, hubo una concentración tremenda en este pueblo. En aquella época éramos unos cientos de habitantes entre todas las casitas que se dispersaban por la orilla de la carretera y los montes, y no habíamos mirado mucho tierra afuera. Pero vinieron los amigos de un periodista Genio a alborotar todo lo que se movía en torno a la Ceiba.

«Un año antes había llegado él, con sus manías de escribidor de linduras a redescubrirnos las casas y las cosas. Pero sin atender a la leyenda, tomó agua del pozo que en el principio construyeron los esclavos, y nunca más salió del Guaracabulla.

«Aquella gente sin embargo no venía a llorarlo. Alrededor de su nombre escrito en la Casa de Cultura, y de sus ocurrencias, escritas en las memorias, cada uno fue encontrando las palabras más dulces para hablar de la amistad.

«Mi nieto, una niñita como tú, o como yo misma entonces, dijo aquel poema del famoso Raúl Ferrer y salió corriendo del miedo y la alegría ante tantos aplausos. Un muchacho flaco y bueno recibió a los visitantes como invitándolos a tomarse un café tempranero; y una abuelita que se llamaba Miriam, entre los temblores de sus espejuelos, abrió las manos para encharcar la mirada de unos cuantos.

«Ahí estaba un matancero Moro apretándose la cara para no flaquear de puro sentimiento; y una jovencita que salía en televisión, recogida en el silencio de una esquina. La gente en el suelo creyéndose en el cielo; la más desenfadada de las periodistas armando la voz del grupo, mientras dos chiquillos, ajenos a ritos y honduras, jugaban a retratarse en una camarita digital de las primeras.

«Fue un día grande, mi nieto. Fue un día hermoso. Pero lo que más me emociona al recordarlo son los rostros de los que se iban en las guaguas y los que nos quedábamos monte adentro queriendo apretar el aire en un adiós lloroso para terminar riéndonos, con la certeza de que un año más tarde, siempre al centro de Cuba y del tiempo, volveríamos a encontrarnos».

Expedición «Jóvenes al techo»

Las ideas rebeldes solo pueden crecer. Por eso nuestra travesía de premiación para los ganadores del concurso «Jóvenes al techo» desde este minuto es la Expedición 50 Eneros, para comenzar a conmemorar, por todo lo alto, las cinco décadas del asalto a la Historia.

El martes 15, todos los premiados e invitados deben concentrarse en la Escuela Nacional de Cuadros de UJC. Los Comités provinciales de la organización son responsables de trasladarlos hasta la Terminal de Ómnibus Nacional. Allí, un grupo de tecleros o periodistas de JR, con un cartel identificativo, los recibirán.

Los capitalinos deben moverse por su cuenta hacia la escuela. Después de ese día, tendremos ocho jornadas de intenso y extenso caminar por la raíz cubana. Desde la Cueva de los Portales en Pinar del Río, pasando por el Cacahual, Girón, la plaza guevariana de Santa Clara, Birán, y el Turquino, entre otros sitios, hasta llegar el día 23 a La Demajagua. Promete ser una gira estremecedora. Cada implicado, que venga listo para las emociones y la fatiga. Cuando el día 24, de oriente a occidente se vaya desgranando la columna, en todas las presencias quedará un soplo de futuro.

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