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Norland Rosendo

Tiempo extra

Los Juegos de la vida

En Tokio llevan varios días reportando cifras cercanas a los mil casos positivos de COVID-19, por lo que las autoridades extendieron hasta el 31 de este mes el paquete de medidas restrictivas con el cual prevén bajar las cifras cuando se acerca a esa urbe la antorcha olímpica y los ojos del mundo entero se enfocan en la lujosa ciudad, donde en el verano se efectuará la olimpiada con menos público que se recuerde en la historia. Si es que hay… público, digo.

Aunque no deja de haber pesimistas, tanto el COI como los organizadores nipones de la cita estival insisten en que habrá Juegos entre el 23 de julio y el 8 de agosto, última fecha posible. O es en ese lapso o se cancelan definitivamente, y ese es un golpe muy duro para el movimiento deportivo, e incluso para regiones que ahora mismo están en conflicto y aguardan por la tregua olímpica para que haya un adiós (parcial) a las armas.

Cuba sigue preparándose para aterrizar en la capital nipona con el propósito de contribuir al éxito de una fiesta que va más allá de lo deportivo. Es también una confirmación de solidaridad, diálogo cultural; de que hay vida, sueños y esperanza, a pesar de la pandemia. Y de que juntos podemos superar la crisis generada por el SARS-CoV-2.

Todo apunta a que será una delegación más reducida de lo inicialmente previsto. Las estrategias para asegurar oportunidades de clasificación han exigido, además de sacrificios extras de los atletas, de largos viajes, nunca imaginados en tiempos normales, como ir de La Habana a Europa para volver a América, debido a las limitaciones de los vuelos aéreos.

Ya hay casi medio centenar con el boleto en las manos y en los próximos días la lista va a crecer con la confirmación de algunos cupos otorgados por ranking. Los cálculos apuntan a menos de cien en total. Pero el número, insisto, no es lo más importante. Esta edición olímpica tiene un valor adicional, humanista. Todos los que lleguen merecen una medalla. No de oro, plata o bronce. No, otra. Del color de la vida.

El béisbol va a una prueba dificilísima. Tendrán que erguirse por encima de lo que han hecho en los últimos años, cuando la vitrina se ha ido vaciando de títulos y ya las derrotas no provocan terremotos en la opinión pública como antes.

Mientras va bajando el tsunami que provocó en las redes sociales la exclusión de Frank Camilo Morejón de la próxima nómina de Industriales y también toman su nivel las aguas tras el primer ajuste del grupo, sigue el entrenamiento de la mayoría de los 32 elegibles para el preolímpico de Florida, con la mala noticia de que Yurisbel Gracial y Ariel Martínez están lesionados.

El próximo cubano que podría asegurarse para Tokio es el remero Carlos Ajete. El muchacho debió tener ya su cupo en el bolsillo, pero en el torneo clasificatorio panamericano chocó con una boya cuando iba con buen paso y ahora va a buscar el tique en una regata en Suiza que premiará a los dos mejores. Es la última oportunidad para el remo, y eso ha provocado un aluvión de inscritos.

Será singlista, pero en su bote iremos muchos cubanos remando con él. Lo mismo harán los de otros países. A fin de cuentas, nadie quiere perderse los Juegos Olímpicos de la vida.

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