Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Jugando en serio

Los juguetes hoy no siempre alcanzan a complacer el bolsillo de los padres, el gusto infantil o su necesaria función educativa

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La problemática de los precios es tan compleja para el caso de los juguetes como para cualquier otro producto. Fotos: Roberto Morejón

«Mi niña necesita muñequitas negras. Tiene 5 años y habla el español, no hace nada con un juguetico en otro idioma, que tenga un lenguaje extranjero. Necesita una muñeca que se llame Pilar, no una muñeca que se llame Wendy».

A Brigitte García le gustan tanto los juguetes como a su hija, pero no está del todo conforme con la oferta que encuentra. Una vez en la tienda, delante del juguete, no le preocupa solo el precio.

«Por ejemplo, las Barbie. Mi niña es gorda, y ella también tiene derecho en la vida. Debe haber muñequitas gordas. No es que las cubanas seamos unas gordas, pero tenemos nuestras particularidades, ¿no?».

Por su parte, Gloria Alonso relata cómo cada cumpleaños de sus dos hijos, hoy adolescentes, se han convertido en verdaderas encrucijadas. «Para nosotros, los padres, está claro que es más necesaria la ropa de los niños. Pero habría que preguntarles a ellos qué es más importante, si un par de tenis o una muñeca o una pelota. Realmente es muy difícil saber qué priorizar».

Pasados los años 90, más de dos generaciones de cubanos recuerdan todavía los cupones del «básico», «no básico» y el «dirigido». Aquellos juguetes que llegaban al menos una vez al año, cedieron paso a otros que hoy aparecen, todos los días, en las tiendas recaudadoras de divisas.

Desde entonces se abrió la polémica. En el año 1998 Juventud Rebelde publicó una serie de materiales a propósito de la entrada del «tamagotchi» en la red comercial cubana. El conflicto trascendió el juguete mismo para alcanzar aristas más complejas.

Iroel Sánchez, actual presidente del Instituto Cubano del Libro, en su comentario Más allá de los tamagotchis, resumía las consecuencias de la irrupción del mercado y sus caprichos en el universo infantil cubano.

«Conozco a un niño que se negó a comer una manzana alegando que estaba envenenada como la que ofreció la bruja a Blanca Nieves, pero desafortunadamente también sé de una niña cuyo “novio” es el Capitán Planeta y de otro que pidió al padre que para dormir le hiciera un cuento de Batman.» Ante tales retos nos ponen los cubanos del futuro y las circunstancias en que crecen».

Casi diez años más tarde, y salvando las diferencias contextuales, aquellos cuestionamientos iniciales aún no encuentran cauce definitivo.

UNA CUENTA PENDIENTE

La importación ha sido históricamente la vía fundamental de entrada de juguetes en Cuba. Durante décadas, a la producción nacional se añadieron cantidades y variedades significativas de artículos provenientes de la URSS, la RDA y China. Adicionalmente, parte de las materias primas y la tecnología para esta actividad también provenían del exterior.

Así como en tantas otras ramas de la industria cubana, la década de 1990 trajo dificultades para la producción de juguetes. Hoy se recogen todavía los resultados de la crisis.

En la empresa Juguemil, el amplio salón donde se confeccionaron las muñecas Lilí durante varias décadas, reposa en el silencio. Decenas de taburetes se inclinan sobre las viejas máquinas que sirvieron de escenario a la telenovela La séptima familia y el filme Los pájaros tirándole a la escopeta.

«De entrada, la obsolescencia del equipamiento te hace producir artículos sin la calidad requerida, señala Juana Aguilera, la directora.

«La muñeca cubana era de reconocida calidad; a las niñas cubanas les gustaban, algunas incluso se llegaron a exportar», puntualiza Domingo Coro, especialista en Comercialización de la empresa Thaba, de la Industria Ligera. «Pero nuestra muñeca se mantuvo estática, mientras que otras empezaron a hablar, a caminar. No se hicieron inversiones en el campo del juguete y las empresas se deterioraron financieramente.

No siempre lo que se vende más barato es lo que tiene mayor calidad y mejor función educativa «El juguete también es una mercancía y muchas veces lo que te venden más barato no es precisamente aquello que tiene más calidad», afirma Sonia Beretervide, miembro del Secretariado Nacional de la FMC. «Cuando abrieron las tiendas en divisas, pasaba que varios compradores de distintas firmas daban con el mismo vendedor y compraban, a veces, juguetes para los mismos grupos de edades o incluso el mismo juguete».

Alrededor del 85 por ciento de los juguetes comercializados en el mundo son producidos en China actualmente. Empresas de comercio minorista cubanas, como TRD, la Sociedad Meridiano de Cubalse, y la cadena de Tiendas Panamericanas de CIMEX, a tono con esta tendencia, surten sus jugueterías con artículos provenientes de la nación asiática.

A finales de la década pasada, en un esfuerzo para regular este proceso, se creó un Grupo Consultor encabezado por Vilma Espín, presidenta de la FMC, e integrado por otros miembros de la organización femenina, el MINED, la UJC, la Organización de Pioneros José Martí (OPJM), empresas del Ministerio de la Industria Ligera, entre otros.

«El objetivo no era enfilar los cañones contra aquellos que compraban los juguetes», explica Beretervide. «Se redactó un documento que exponía la importancia de los juguetes en el desarrollo de los niños y organizamos una capacitación con los trabajadores de las oficinas comerciales de las corporaciones o cadenas de tiendas. Armamos un buen sistema de trabajo, porque en vez de ellos salir a comprar y luego consultar, siempre que podían se hacía al revés. Sin perder de vista que en definitiva, ante la difícil situación económica, el objetivo era recaudar divisas».

El paso del tiempo ha ido desarticulando esta dinámica.

INVISIBLE A LOS OJOS

La Revolución, dentro de una transformación general de la enseñanza, otorgó a los rasgos educativos del juego una primacía que redundó en no pocas iniciativas. Quizá una de las más elogiadas sea el Círculo Infantil.

«El objetivo fundamental de los círculos era, por supuesto, el cuidado de los niños de las mujeres que trabajaban», recuerda Sonia Beretervide. «Además, surgió el interés de que los círculos infantiles tuvieran un programa educativo para la formación de valores como la solidaridad y el respeto entre uno y otro sexo. Esto tenía que ser a través del juego, porque esta es la actividad fundamental de los niños. Ellos reproducen la vida de los adultos a través del juego».

«El juego es para el niño como el alimento, el agua, el sueño. Es la actividad principal de desarrollo psicológico y físico de ellos», define la doctora Aurora García Morey, profesora de la Facultad de Psicología.

«Yo creo que el juguete no es aprovechado todavía en toda su dimensión», confiesa Irene Rivera, directora de Educación Preescolar del MINED. «El juguete todavía se ve con mucha ingenuidad, es decir, como algo solo para entretener. No por gusto Martí dijo que “desde los juguetes del niño se elaboran los pueblos”. El juguete representa la cultura del país, tiene un sentido hacia el futuro. Muchas personas aún no lo comprenden. A veces son los propios padres quienes ignoran el valor instructivo de los juguetes».

Según los lineamientos metodológicos creados por el Grupo Consultor para la comercialización de juguetes en nuestro país, «el juguete es un producto social, es el resultado del desarrollo de la cultura, y como tal, refleja y transmite los valores de la sociedad que lo crea, su concepción del mundo, su ideología. Por esta razón, para seleccionar o producir un juguete, es necesario hacer coincidir lo comercial y lo económico con los criterios educativos, los valores y la cultura que aspiramos a formar en los niños, adolescentes y jóvenes».

Para Irene Rivera, el juguete en el mundo no siempre tiene la misma connotación que tiene para Cuba. «No la puede tener, porque en nuestro proyecto social tiene un enfoque muy educativo. Mientras la concepción del mundo es vender, ganar dinero, nosotros tenemos un sentido humanista, de velar por el beneficio de la sociedad».

DESAJUSTES DE BOLSILLO

Duleivis Velásquez, ejecutiva de compras de juguetes de TRD, en un encuentro con JR, en la sede de la cadena, recuerda la exuberante variedad de juguetes que se pueden seleccionar en las exposiciones especializadas en la ciudad china de Shantou. Esta urbe portuaria de la meridional provincia de Guangdong, posee una amplia infraestructura dedicada casi exclusivamente a surtir buena parte de las jugueterías del planeta.

Aunque diseños deslumbrantes o movimientos robotizados atraen la atención, siempre trata de escoger los más acordes con el contexto nacional dentro del rango de los mejores precios.

«Se trata de que no sean juguetes que estimulen la violencia, que tengan que ver con nuestra realidad, que no representen la sociedad de consumo. Pero ello es difícil. Nuestros precios siempre están por debajo de la media. Para hacer la selección previa a una compra, lo primero que medimos es una relación calidad-precio, con precio asequible».

Moverse en ese estrecho margen trae no pocos dolores de cabeza a los ejecutivos de compra. Qué decir de los padres, quienes del otro lado del mostrador ajustan sus cuentas.

«A veces llevo a mi niña a las tiendas. Voy a comprar un jabón, no sé, cualquier otra cosa, pero su mirada se desvía para los juguetes», cuenta una madre entrevistada por JR. «Hace años me está pidiendo un bebé. Y un bebé cuesta 5 o 10 pesos convertibles. Qué te voy a decir, yo no he podido comprárselo…».

En oportunidades, las buenas intenciones no bastan, como les ocurrió a los padres del aula de Denisse, que cursa el primer grado.

«Hace poco, en el aula de mi hija, los padres acordamos hacerles un regalito a los niños y recogimos un peso convertible por cada uno. Pensamos en comprar un mismo juguetico para los varones y otro para las niñas. ¡Pero qué va!, no daba la cuenta. No pudimos encontrar juguetes para las niñas. Tuvimos que conformarnos con unas felpitas y hebillitas. Y para los varones tampoco había muchas opciones, solo unos soldaditos muy pequeñitos».

No obstante lo que algunos puedan pensar, la problemática de los precios es tan compleja para el caso de los juguetes como para cualquier otro producto.

«Hoy mismo, con la elevación de los precios del petróleo, los demás precios también se elevan», afirma Osvaldo Núñez, director adjunto de Compras de la misma empresa. «Y hay un índice de utilidades de 2.47 establecido por el Ministerio de Financias y Precios, que debe tenerse en cuenta para fijar el precio de venta. Por lo tanto, se complica alcanzar un punto de equilibrio en la relación calidad-precio. En determinados juguetes hay un detrimento de la calidad, eso es una realidad».

Según la psicóloga Aurora García, hablar de una relación calidad-precio en el ámbito de los juguetes presenta algunos matices. «La calidad del juguete consiste en su objetivo y su sentido. Por ejemplo, los juegos de construcción, de armar, permiten que el niño pueda materializar su propio espacio de juego. No tiene que ser nada elaborado o caro. Porque la otra parte es que los padres a veces compran un juguete muy caro y después no permiten que el niño lo utilice para que no se rompa».

Al margen de la cuestión económica, otro de los elementos que distingue la importación y comercialización de juguetes es el cuidadoso proceso de certificación sanitaria.

Cada juguete debe cumplir con la Norma Cubana de Seguridad, que está actualizada según los estándares internacionales.

«Salud Pública es muy exigente con todos los parámetros de los juguetes», asegura Hirian Morffi, jefe del Grupo de Compras de Meridiano. «En el caso de los juguetes no existe flexibilidad ninguna. Los controles son muy rigurosos para registrarlos».

«Es muy importante ver si el producto puede ocasionar inflamabilidad, toxicidad, u otros peligros», explica la ejecutiva de compras de TRD. Estos trámites, que también deben realizarse en el lugar de origen de los artículos, en ocasiones pueden encarecerlos sensiblemente. En este sentido, dentro de toda la gama de productos de importación, los juguetes probablemente son los que más requerimientos tienen que cumplir.

Para Ana M. Ortega, directora adjunta de TRD, «las exigencias para la compra de juguetes son mayores cada día, porque hay que insertarse dentro del contexto de la enseñanza, pero también dentro de las novedades del mercado y la tecnología».

TENGO SUPERMAN,

¿Y ELPIDIO VALDÉS?

En un recorrido realizado por varios establecimientos comerciales de TRD, Meridiano y Tiendas Panamericanas, JR pudo comprobar la variedad de la oferta.

En las jugueterías de La Época, 5ta. y 42, Galerías Paseo, Carlos III y Ultra, todas en Ciudad de La Habana, se encuentran juegos de roles como sets de médicos, de cocina, juegos de combate, variadas muñecas, los tradicionales carritos y camiones de todo tipo, peluches de disímiles tamaños, juegos didácticos en menor cantidad y variedad, entre otros.

Amén de lo llamativo que resultan estos espacios de venta, saltan a la vista juguetes que en alguna medida se desentienden de los valores educativos y culturales que los especialistas consideran esenciales.

Margarita Morales, directora de Política Comercial de TRD, alega que alcanzar la oferta más apropiada «es difícil, porque el mercado nuestro no es particularmente dinámico. El tema de los juguetes cae dentro de distintas políticas de no exacerbar el amor al dinero, las diferencias raciales, la violencia… Incluso por asuntos de precio. Tratamos de no priorizar estos juguetes por encima de otros que estimulen el aprendizaje… Pero de todas formas los ponemos ahí, porque es una demanda del público».

«En mi opinión, cuando se ha ido a comprar al mercado internacional, no siempre se ha sido totalmente selectivo, ni siempre se cuenta con toda la preparación para saber qué cosa beneficia a un niño y qué cosa no lo beneficia», considera Irene Rivera, directora de Preescolar del MINED.

Varias ausencias son significativas en los estantes de las jugueterías visitadas por JR. A la escasez de modelos para niños menores de tres años se suma la falta de un reflejo justo del mestizaje racial propio de nuestro país, además de que las instrucciones y etiquetas aparecen, en la mayoría de los casos, en idioma inglés.

«Para los chiquiticos, de menos de 36 meses, que es una etapa significativa, prácticamente no hay juguetes», indica Rivera. «Incluso no tienen ninguna orientación. Dicen: para mayores de tres años, pero no es suficiente. Nosotros debiéramos apostar por un juguete que también oriente a la familia sobre qué comprar. Yo creo que el juguete debía especificar aún más para qué edad, para qué grado sirve, cómo usarlo».

Día a día de cara a los usuarios, Jessie, dependienta de la juguetería de 5ta. y 42, dice que muy raramente los clientes le piden explicaciones sobre el uso de los juguetes, aunque el texto de los envoltorios esté en otro idioma. «Si hay algo que no entienden porque esté en inglés, se los explico y se van conformes. Los juguetes son cosas fáciles de usar, no se necesita mayor preparación».

En el tópico de la primacía del idioma inglés, representantes de las cadenas TRD y Meridiano aceptaron que es algo pendiente en los juguetes, pues se ha logrado en familias de otros productos como los electrodomésticos.

De pelo amarillo, rojo o azul, la muñeca que se comercializa en el país poco tiene que ver con la imagen de las niñas cubanas. Si se les aprieta el ombligo, cantan: I´m a barbie girl, in a barbie world. Life in plastic, it´s fantastic.

«En primer lugar, no se ven muñecas negras», afirma Rivera. «Así también se impone un patrón cultural, querámoslo o no, y los niños nuestros se van acostumbrando a una imagen donde las modelos son estilizadas, ninguna morena».

En ocasiones, el problema no está en el juguete sino en su ubicación en la tienda. Están a la venta, en la juguetería de Carlos III, peluches que reproducen todos los personajes de la serie estadounidense de animados para adultos South Park.

Por otro lado, a veces es inexplicable el precio del juguete. Más de 11 pesos convertibles cuesta una suiza en la juguetería de Ultra. Este artículo está situado junto a pesas y otros implementos deportivos. Aun si la suiza estuviera a la venta solo en calidad de instrumento para realizar ejercicios físicos, resulta difícil asimilar su precio, máxime si prácticamente no se comercializa este producto, en calidad de juguete, en otros establecimientos.

Lo que más se extraña, sin dudas, son ejemplos extraídos directamente de la realidad y el mundo fantástico o real cubano. Un mambí o un rebelde, un güije, Chuncha y Cacharro, bolas, papalotes, trompos, o el más ilustre de los personajes animados cubanos, Elpidio Valdés, están ausentes.

OTRO JUEGO ES POSIBLE

La Empresa de Producción de Artículos y Medios Varios para la Educación (EMPROMAVE), que pertenece al MINED, se encuentra en un proceso de análisis a propósito de la necesaria producción de juguetes educativos para las escuelas primarias y los círculos infantiles.

«Se está viendo con qué contamos, hasta dónde el Ministerio pudiera llegar, dentro de todas las limitaciones, en la producción de aquellos medios que resultan imprescindibles; porque hemos hecho investigaciones y a veces los niños no llegan, en algunos casos, a hacer acciones que debían hacer como resultado de su desarrollo intelectual, porque no han podido ejercitar, porque no han tenido acceso a los juguetes», informa la directora de Preescolar.

En el año 1998, el comentario Más allá de los tamagotchis, publicado en este diario, insistía en la necesidad de regular la compra y venta de los juguetes. «Si resulta inevitable la venta de artículos infantiles en divisas, lo que en este mercado se comercialice con destino a los niños debería tener un tratamiento diferenciado en la evaluación de lo que se importa y el estímulo a la producción nacional».

«Creo que hay una falsa idea de que tener determinadas normativas puede provocar que nuestros niños no jueguen o que los juegos de nuestros niños sean los más aburridos», aclara Rivera, quien comparte la idea de que la importación del juguete no debe realizarse sin regulaciones. «No es cerrarnos a la vida. Porque tampoco podemos ser un país que se en cierre en una campana de cristal, pero debemos ser más selectivos con nuestro futuro. El niño nuestro siempre va a jugar, pero no cualquier juego. Los que tenemos que saber qué le ponemos delante, somos los adultos».

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