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El mango de la sartén

Juventud Rebelde vuelve a investigar sobre los resquicios que provocan el descontrol, la falta de organización y la desmoralización en entidades estatales que brindan servicio a la población La vieja gran estafa

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Dos cafeterías que reciben el abastecimiento de la misma empresa, sin embargo la de la izquierda solo oferta huevos y cigarros, mientras que la otra exhibe más de diez productos comestibles. «Este pomo de pegamento me costó 150 pesos. El cono de hilo 50 más. Los implementos de trabajo que usted ve en esta mesa, también son míos. Todos los compré con mi dinero. La empresa no me da nada para trabajar. Por eso es que tengo que cobrarle 25 pesos por coserle sus zapatos. Si no le conviene vaya a la esquina, allí trabaja un particular, verá cuánto le cobra».

Esa fue la explicación que recibimos hace unos días por parte de un zapatero, en un taller ubicado en el municipio de Centro Habana, cuando reclamamos por el alto precio que establecía por prestar su servicio.

Ese mismo día, en Plaza de la Revolución, otro municipio capitalino, un elaborador de cafetería atestiguaba que su unidad funciona porque ellos —los trabajadores— han traído de sus casas casi todos los insumos y utensilios necesarios. «Si no fuera así este lugar estuviera cerrado todo el tiempo, la empresa no nos abastece con casi nada», asegura.

Dos semanas después, en otra cafetería del municipio de Cerro, en Ciudad de La Habana, un vendedor nos comentó que ellos dieron dinero de su bolsillo hace como un año para tratar de reparar el motor del agua, que aún está averiado, y todavía la empresa continúa sin arreglarlo.

También un taxista manifestó que gastó mucho dinero para alistar un vehículo que la base le iba a dar baja, y ahora —gracias a su billetera— está «al kilo» para el servicio y a disposición permanente del citado conductor.

¿Cómo el zapatero, los vendedores de cafetería y este chofer recuperarán el dinero invertido en comprar insumos, piezas y materiales para trabajar? ¿Qué implicaciones socioeconómicas y morales pueden reportarle al país que los propios trabajadores tengan que buscar lo necesario para laborar en una entidad estatal?

Juventud Rebelde visitó durante varios días decenas de unidades gastronómicas y de servicios, en la capital y la provincia de Granma, durante una investigación para tratar de encontrarle respuestas a esas interrogantes.

EL QUE TENGA TIENDA...

Los trabajadores y directivos gastronómicos compran frecuentemente los vasos que utilizan en sus servicios. En la mayoría de las unidades visitadas comprobamos que son los trabajadores quienes garantizan con su dinero la compra de utensilios como vasos, ollas, calderos, espumaderas, cucharones, en lo que a gastronomía se refiere.

Pero estos costos son menores en comparación con las reparaciones constructivas, eléctricas o de plomería que han encauzado debido a la falta de presupuesto por parte de la empresa.

Ulises Morales, dependiente de la cafetería La Casa Pérez aseguró que frecuentemente ellos compran los vasos a dos pesos en moneda nacional para vender refrescos.

«Ahora tenemos problemas con el motor del agua, todos los trabajadores pusimos dinero hace como un año para tratar de repararlo. Buscamos un mecánico particular pero no se resolvió el problema finalmente», señala.

Pedro Diezcabezas de Armada Campos, administrador del Bar Moral, en la conocida Esquina de Tejas, admite que también compran vasos con frecuencia al mismo precio, y que tuvo que hacer un trabajo constructivo en la unidad, para el cual tuvo que desembolsar parte de su dinero. Él gana 370 pesos mensuales.

Juan Ramón Sánchez Villavicencio es administrador de una cafetería en el capitalino municipio del Cerro y nos confesó que hace 15 días compró diez vasos a dos pesos cada uno para despachar refresco gaseado. Él cobra 225 pesos por mes y con frecuencia tiene que hacer estos desembolsos.

En lo que va de año, la Empresa Provincial de Comercio y Gastronomía en la capital ha abastecido con insumos a muy pocas de sus unidades, explicó a este diario Raúl Benedit, director técnico de dicha entidad.

Benedit reconoció que presentan dificultades también con los equipos de refrigeración de algunas unidades. En este momento tienen más de 200 en mal estado.

LAS TIJERAS DE MAMÁ HACEN CHIQUI CHIQUI CHA

«Todo eso que tú ves aquí es mío. Aquí todo lo que utilizo para trabajar lo compro con mi sudor. La directiva de nuestra empresa te exige mucho, pero no te da nada. Y eso que somos una de las mejores barberías del país, Vanguardia Nacional varias veces y reportamos dinero como casi ninguna otra», manifestó Leoni Fraga, barbero del combinado Bulevar, de San Rafael.

«Aquí la empresa pone solo el local, todo lo demás tengo que traerlo de mi casa. Todos los implementos son míos. Diariamente entrego unos 55 pesos y creo que nos merecemos un poquito más de condiciones para trabajar», dijo Osiris Castellano, otro barbero.

Un colega suyo, René Socarrás, agregó que este año solo le han dado cuatro sobrecitos de talco y dos pequeñas toallas para laborar. «El resto corre por mi cuenta. Tengo tres máquinas particulares para pelar, pero todas las he comprado. Y la mayoría de las barberías en La Habana están en las mismas condiciones. Deposito de 45 a 50 pesos diarios a la administración».

«Para trabajar este año solo me dan una sonrisa amplia. Creo que la administración no es la más indicada para pedirle nada. Hace rato que estamos pidiendo que se arregle el aire acondicionado. Aquí deberían de darlo todo, pero solo me dan sillón, local y corriente», denunció Damaso Santa Cruz, otro fígaro del Combinado Bulevar.

Cuando JR trató de interpelar a la administradora del local, esta no accedió, alegando que debíamos contar con una carta del administrador del Bulevar para atendernos.

COMPRO, LUEGO TRABAJO

Bien alejado del centro de la capital, en el municipio de Marianao, hace solo dos días conversamos con los técnicos y obreros de un pequeño complejo de servicios conocido con el nombre de Foto Libertad. La situación con los materiales, herramientas y utensilios para laborar, no varió en nada en comparación con los barberos del Bulevar.

«Desde esta pistola de soldar rústica que inventé, hasta el último tornillito que está aquí, lo he conseguido yo con mi esfuerzo personal. Este es un taller estatal, pero en lo que va de año nunca me han dado nada para trabajar. Ahí está mi administradora que no me va a dejar mentir», dice con mucha seguridad Jaime Pérez, electromecánico del taller.

Nos relató cómo se hace de piezas gracias a que muchos clientes llevan dos o tres equipos viejos para que le armen uno bueno, y a cambio él se queda con el resto de los agregados que luego utiliza en tratar de reparar otros equipos.

Este trabajador manifiesta que esa está muy lejos de ser la solución ideal para prestar un servicio con calidad como merecen los clientes. «Más de la mitad de quienes vienen a tratar de arreglar sus equipos tienen que llevárselos rotos, porque no contamos con la piezas necesarias para solucionarles su problema», revela Jaime.

Diariamente, al igual que los restantes trabajadores de su taller, él entrega a la administración una cantidad de dinero que varía en correspondencia con el número de servicios que presten. El viernes último, por ejemplo, Jaime Pérez depositó 30 pesos.

A dos metros de Jaime se encuentra laborando Juan Antonio Catalano. Es zapatero del lugar y al igual que el electromecánico tiene que traer de su casa todos los materiales y utensilios que diariamente utiliza para reparar el calzado de sus clientes, a quienes, asegura Juan Antonio, les cobra según el listado de precios oficiales.

«Los trabajadores tienen razón. Este año no han recibido ningún instrumento para trabajar ni tampoco materiales. Ellos arreglan con sus propias piezas y las que les traen en muchas ocasiones los clientes. Antes trabajaban vinculados. Ahora, como no hay piezas, la empresa quitó ese sistema y les puso un salario fijo, y que entregaran lo que pudieran diariamente», explicó Juana Mora, administradora del local.

LA MECA NO ESCAPA

Muchos de los insumos que llevan los trabajadores para su unidad no cuentan con la higiene necesaria. Ni la mejor provincia del país en cuanto a la prestación de servicios y gastronomía escapó a las irregularidades. Según una investigación realizada en el territorio de Granma, también hay muchos trabajadores que tienen que costearse los utensilios indispensables para trabajar.

Así ocurre en La Mariposa y el Salón Moderno, centros referenciales de servicios a la población en la Ciudad Monumento. Allí la intensa actividad de barberos, peluqueras y otros cuidados, más el numeroso público en espera, requieren un elevado gasto de materiales.

Los dirigentes administrativos coinciden en que el suministro de insumos no alcanza para nada. Productos como el tinte, el champú, las cremas, el talco y los esmaltes faltan a menudo. ¿Cómo es posible que el servicio no se detenga?

Resulta que la mayoría de las materias primas se las procuran los especialistas por sus propios medios... ¡y de su bolsillo! JR supo que la de cuidados faciales compra cremas imprescindibles que cuestan 1.40 pesos convertibles, y la manicuri, a la que le asignan dos o tres colores, adquiere las pinturas más baratas por 70 centavos de CUC, además del quitaesmaltes. También los barberos del Salón Moderno tienen que costearse cuchillas y todo lo demás.

Si la institución no corre con estos gastos y está prohibido el beneficio de comisiones personales aparte del salario, ¿qué motivaba a los obreros a tanto?

Sergio Peña, administrador de La Mariposa, asegura que «ellos mismos buscan los materiales de trabajo para no detener el servicio y ganar aproximadamente 300 pesos mensuales».

No hay que ser un estratega económico para determinar que siendo así, no había razón para la empresa en no sufragar las materias primas, que sí existen, pero con otros precios. Picado por la incertidumbre de las piezas que no encajan, este rotativo se confundió entre la clientela del Salón Moderno.

Allí observó que un barbero, aprovechando el entretenimiento de la recepcionista, encargada de dar turnos y cobrar, sentó a un usuario, lo peló y le cobró él mismo, ofreciendo el cambio desde su propio bolsillo.

La teoría de cómo funciona la resumió un obrero que negó su nombre y taller: «Cada cual le saca lascas a lo suyo. Yo mismo soy técnico de refrigeración. Empecé hace poco en un taller del Estado, y estoy esperando levantar cabeza allí, hacer relaciones con la gente del material y las herramientas, para después montar mi propio negocito».

El lucro personal, escondido —a veces ni eso— en los servicios estatales, goza de ciertas «ventajas» respecto al trabajo por cuenta propia; pues los que incurren en estas violaciones se libran, paralelamente, de los impuestos de la ONAT, del pago del área, de los gastos de corriente, la compra de materias primas y el uso de las herramientas.

GASTRONOMÍA EN LA MIRA

Varias cafeterías del país limitan su oferta a cigarros y bebidas alcohólicas. La indagación permitió al equipo de JR concluir que el funcionamiento de la mayoría de las entidades de servicios visitadas atraviesa por un mal momento. Se necesita de nuevos análisis que le den un vuelco a la situación.

Por desgracia, no solo en las unidades de servicios detectamos deficiencias, en las gastronómicas también existen filones que posibilitan la comisión de violaciones, como la introducción de productos ajenos a esos centros, aprovechando, en primer lugar, el desabastecimiento de que a veces son víctimas muchas unidades y el descontrol de sus directivos.

Por ejemplo, la cafetería Zas, ubicada en el municipio del Cerro, este viernes solo ofrecía cigarros, cerveza y escasos cartones de huevos que la gente agotó rápidamente.

«La semana pasada tuvimos varias ofertas alimenticias para la población. Hoy solo nos dieron huevos en el almacén. Ahí tengo carne de puerco pero no cuento con un elaborador que la prepare», dijo el segundo administrador del local. Este centro debe funcionar 24 horas ¿Valdrá la pena?

A pocas cuadras de esa cafetería se encuentra otra llamada Chiqui Jai, que también es atendida por la empresa del Cerro, y que a la misma hora exhibía en pizarra diez productos alimenticios, lo que demuestra que en ocasiones, la poca gestión y responsabilidad de algunos administradores provoca que sus unidades permanezcan con muy pocas ofertas para la población.

En nuestras agendas quedan muchos ejemplos que demuestran que es insuficiente el abastecimiento gastronómico a muchas unidades inspeccionadas. Este fenómeno provoca, en primer lugar, el descrédito por parte de la población hacia esos servicios y, en segundo, condiciona la ocurrencia de diversas violaciones.

En lo que va de año, los inspectores del Departamento de Fiscalización y Control de la Unión de Empresas de Comercio y Gastronomía de la capital detectaron que en 112 unidades sus trabajadores introdujeron productos ajenos al centro, para utilizar la entidad como puente de lucro personal.

«Los municipios donde más irregularidades se detectaron fueron Arroyo Naranjo, La Lisa, Marianao, Diez de Octubre y Boyeros», dijo en entrevista a este diario Jesús Surdanivia, director del citado departamento de fiscalización y control.

NINGÚN TRABAJADOR TIENE QUE COMPRAR NADA

Aunque administradores de unidades afirman que están desabastecidos, el director general de la Unión de Comercio y Gastronomía en la capital, Jorge Almaguer, sostiene lo contrario: «Hay recursos para garantizar varios productos alimenticios en todas nuestras unidades gastronómicas. El problema es que falta cuidado y atención por parte de los directivos en la base. Eso lo hemos discutido en muchísimas ocasiones con ellos».

«Ningún administrador, ni otro trabajador nuestro, tiene que poner dinero de su bolsillo para reparar nada o brindar servicio. Esa no es la indicación. Si una unidad no cuenta con las condiciones para ofrecer servicio debe cerrar. Eso es lo que está estipulado.

«No fomentamos la política de que los trabajadores traigan de sus casas instrumentos para elaborar, y mucho menos que pongan su dinero para resolver problemas del centro. Eso es más bien una justificación utilizada por algunos para seguir inventando y estafando al pueblo», añadió el directivo.

Sin embargo, hace dos años —como mismo explicó este funcionario— el Ministerio de Auditoría y Control realizó un diagnóstico de la gastronomía en Ciudad de La Habana y demostró que hacía 20 años no se les daba insumos a las unidades y 15 que no se les suministraba medios de limpieza.

«Aparte de las deficiencias hay que decir también que tenemos muchos trabajadores chapuceros que se escudan en las carencias para lucrar. Tenemos condiciones para que todo nuestro personal trabaje en otro sitio o se supere profesionalmente mientras le reparamos y dignificamos su unidad para que reabra con todo lo que lleva», aseguró Almaguer.

Según el directivo, en la capital se trabaja a ritmo acelerado para devolverle a la gastronomía el esplendor de otros años. Antes de finalizar el 2006 la mayoría de las unidades deben quedar remodeladas completamente, afirma.

«El financiamiento para esas obras constructivas, y para el completamiento de insumos de cocina y servicios de las unidades reparadas, y hasta los uniformes, corre a cargo del Estado. No se le está pidiendo ni un grano de arena a ningún trabajador», aseguró Jorge Almaguer.

¿QUIÉN TIENE LA RAZÓN?

Directivos y subalternos no coinciden. Los primeros fundamentan que la falta de seriedad de algunos trabajadores es el principal problema que afecta el buen funcionamiento de la mayoría de los servicios, al menos en las unidades inspeccionadas. Mientras, los segundos, se quejan de que la solución de varios problemas en sus entidades pasa por sus carteras.

La polémica puede durar años en zanjarse. Mientras esto ocurre, persisten los resquicios para el descontrol, la falta de organización y la desmoralización. Y los clientes siguen bailando con la más fea.

Deformación

«Hay una deformación. Si una persona es cantinero y va a ofrecer un servicio con sus propios recursos, existe una carencia de orden interno de ese colectivo. Falla la organización de las relaciones económicas», asegura la Dra. Idalia Romero, profesora del Departamento de Ciencias Empresariales de la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana.

«La gente está buscando su satisfacción personal al margen de la del cliente, menoscaba la imagen de la entidad. El usuario no cree en ella porque hay un clima de deterioro. Casi todo el que asiste a ese tipo de servicios asume muchas veces que lo van a timar. Admite que no le van a dar el gramaje estipulado u otro tipo de violaciones», analiza la doctora.

«No siempre se trata de una falta de recursos sino de cómo se organizan. Lo más importante es organizar a ese colectivo, y nosotros tenemos paradigmas de éxito. Tenemos experiencias positivas del sector que pueden generalizarse. Hay que revertir ese orden, pero revertirlo teniendo en cuenta el papel fundamental del liderazgo».

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