Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Jóvenes profesores enseñan y aprenden en las aulas cubanas

Protagonistas de las transformaciones en la enseñanza secundaria cuentan sus experiencias frente a los alumnos

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Como Profesoras Generales Integrales, las jovencitas Anisleydis y Maitelis enseñan y aprenden en cada encuentro con sus alumnos de secundaria. HOLGUÍN.— Anisleydis Figueredo confiesa que aún espera con impaciencia la llegada de su «chico difícil». Y aunque la corazonada le viene del más puro de los sentimientos, no se está refiriendo precisamente a un enamorado renuente a la conquista, sino a aquel alumno que algún día le hará esforzarse hasta el «último pelo» para lograr encarrilar sus sueños por el camino correcto.

Ella es una joven Profesora General Integral de la ESBU Oscar Ortiz Domínguez, en esta ciudad, que nos habla sencillamente de sus experiencias como protagonista de uno de los más radicales cambios que han tenido lugar en el sistema de educación cubano: las transformaciones en la enseñaza secundaria.

Cual renovada escena de un recurrente clásico del cine cubano, en su memoria permanece aún latente el instante en que enfrentó su primera reunión de padres, con solo 19 años, en un aula capitalina de séptimo grado, adonde había acudido como una «Valiente».

«Aquellos adultos no hicieron gestos de menosprecio, como sucedió en la película El Brigadista, pero sí me miraban fijamente, hasta que alguien preguntó a mi tutora cómo iba a ser posible que una muchachita como yo fuera a encargarse de la educación de sus hijos.

«Me sentí “chiquitica”. En lo único que pensaba era en la confianza que había tenido Fidel cuando nos expresó en el teatro Karl Marx que ponía en nuestras manos las nuevas transformaciones de la enseñanza, desde su raíz. Eso me dio mucha fuerza», rememora sonriente.

Sin embargo, aun cuando han transcurrido cuatro años desde aquel acontecimiento, esta joven no deja de reconocer con sinceridad su incipiente formación pedagógica como una de las causas de su impaciencia, y afirma:

«Ahora mi preparación es superior: He avanzado positivamente con la ayuda del claustro de nuestra microuniversidad.»

En los pasillos de esta secundaria, algunos de sus quince alumnos, interrogados sobre su desempeño en el aula, apenas repararon en la juventud de Anisleydis.

«Es muy buena profesora, nos enseña todas las asignaturas y nos quiere mucho», dijo uno de ellos. «Ella es como nuestra hermana o nuestra madre; la “profe” no nos deja pasar una malacrianza, pero mejor no la queremos», expresaron con la sinceridad típica de la edad.

La historia de Maitelis Mejías, de 22 años de edad y colega de Anisleydis en el mismo plantel, resulta muy similar. Ante la disyuntiva de elegir optaron por el Magisterio. Al final fue más fuerte el deber.

Ambas son partícipes de una revolución que tiene como objetivo primordial la elevación de la calidad de la enseñanza, bajo el presupuesto de que no haya más de quince estudiantes por profesor, que imparte todas las asignaturas, con vista a facilitar un trabajo educativo diferenciado.

Ello no solo acrecentaba la demanda de maestros en secundaria, sino que también revolucionaba la propia concepción de la formación del personal docente y de los métodos de trabajo, con un empleo inédito de los medios audiovisuales y de la computación.

CON LA LUZ DE CABALLERO

Contribuir a la elevación de la calidad de la enseñanza, realizar un trabajo educativo diferenciado y hacer de estos adolescentes hombres y mujeres de bien, figuran entre las responsabilidades de los profesores generales integrales. A 38 años de fundado, el Instituto Pedagógico José de la Luz y Caballero, de Holguín, es también sede de la facultad de Profesores Generales Integrales, donde se forman actualmente más de 400 futuros pedagogos para los 14 municipios de esta provincia, que en el próximo curso escolar entrarán en contacto con sus primeros discípulos.

El doctor en Ciencias Carlos Martínez Pérez, vicedecano de la citada facultad, está plenamente convencido de la validez de este proyecto, en medio de un curso en el cual tiene en alta estima la consolidación de la experiencia del claustro de profesores, así como la mayor calidad humana y la preparación científica de los estudiantes.

«Comenzamos con alumnos de más de 25 años de edad, que incluso se hallaban alejados de las aulas o con situaciones familiares muy particulares. Hoy el alumnado es distinto. El trabajo de captación y orientación vocacional está rindiendo sus frutos. La mayoría ingresa de la enseñanza preuniversitaria.

«Contamos con excelentes condiciones materiales para desempeñar nuestra labor formativa, con medios de enseñanza de la más alta tecnología puestos en función del proceso docente», concluye.

Ocupado en la computadora, Carlos Andrés Pérez, alumno del municipio de Urbano Noris, afirma que no teme al inicio del próximo curso, pues se esmerará tanto en la preparación de las clases como en lograr una comunicación estrecha con sus alumnos.

Él es de la opinión de que lo que ha cambiado realmente es el papel del PGI ante el estudiante: «Hoy ya no se trata de asumir la formación de cientos de educandos a la vez, como hace un lustro, lo cual limitaba el desarrollo de una labor extradocente de calidad.

«La ventaja del PGI está en que se le facilita un mejor seguimiento de la evolución de cada alumno, puede atender sus inquietudes, propiciar una mejor orientación vocacional y lograr un mayor contacto con la familia», afirma.

SECUNDARIA Y UNIVERSIDAD

La presunta inmadurez de estos jóvenes pedagogos está muy bien compensada, además, por los claustros de las microuniversidades en que se han convertido las escuelas secundarias básicas del país, como sedes del ejercicio práctico de los PGI durante su formación universitaria.

En cada una de ellas, experimentados profesores siguen de cerca su formación desde la posición de tutores. Un reconocimiento especial merecen estos profesionales, que durante decenas de años se especializaron en una sola asignatura y en estos momentos asumen por igual la impartición de todos los módulos para la enseñanza.

Ante la relativa cercanía de su graduación como PGI, una de las cosas que más agradece Maitelis Mejías Almaguer es justamente eso: que ellos han sido «como sus almohadas» durante todos estos años, y especialmente en la conformación de su tesis.

«¿Que cómo me imagino ese día...? Como el más feliz de mi vida. Como el premio a un esfuerzo por el que ha valido la pena vivir, para hacer realidad el propósito de lograr la cultura general integral que necesita nuestro pueblo», contestó convencida la novel educadora.

Recordé entonces las palabras del gran pedagogo cubano José de la Luz y Caballero: Maestro no es aquel cuya profesión constituye un modo de subsistir, ni que la toma como tribuna de su erudición, es el que vive para hacerlo y a cada instante educa con su ejemplo.

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