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Celebran asamblea de balance jóvenes comunistas de Chambas

El tema de la atención a los jóvenes desvinculados del estudio y el trabajo estuvo entre los más debatidos en el territorio

Autor:

Juventud Rebelde

CIEGO DE ÁVILA.— Es una verdad repetida en el tiempo. Las expresiones como «La juventud anda perdida», «Los muchachos de hoy son un desastre», «A esos jóvenes no hay quien los arregle», y otras similares refuerzan el ciclo.

Además de marcar el conflicto generacional entre padres e hijos, las frases también muestran la incomprensión de muchos de los conflictos que tienen los jóvenes de esta Cuba de inicios de siglo.

Esta verdad —que regresa en cada época— fue una de las aristas del debate en la asamblea de balance de la Juventud en el municipio avileño de Chambas, cuando se tocaba el tema de los jóvenes desvinculados del estudio y del trabajo.

En lo personal, mientras escuchaba las intervenciones, meditaba en que, aparte del rol —bastante decisivo— que desempeña la familia en la formación de una personalidad, el tejido social que rodea al joven también hace lo suyo.

Como se dijo en la asamblea: los jóvenes de hoy son los hijos del período especial y no conocieron los niveles de desarrollo y de igualdad de aquellos años de la Revolución en los que entrabas con tu moneda a cualquier lugar y pagabas, ni los viajes a Guanabo o Varadero, ni los ómnibus que pasaban cada tres minutos, ni otras bonanzas que sería largo enumerar.

Por ello el tema se complejiza cuando se menciona a los desvinculados. Zulay González, del comité de base de Justicia, lo apuntaba: «Tenemos idea de qué manera crear valores en los pioneros y estudiantes, pero ¿cómo formar conductas coherentes con la honestidad en algunos muchachos muchachos que ni estudian ni trabajan y les gusta hacer dinero y disfrutar de lo lindo? Creo que nadie tiene la fórmula, aunque se debe partir de un principio: no podemos verlos como personas que cometieron un delito, sino como seres humanos que tenemos que acercar a nosotros».

Yusimí Rodríguez Montero, presidenta de la Brigada de Instructores de Arte José Martí en el municipio, señaló que a la hora de acercarse a la juventud desvinculada no se podía partir del criterio de que la culpa de esa situación la tenía el imperialismo, y así acomodarnos en esa posición.

Puesto el dedo en la llaga, la pregunta es: ¿Qué ejemplo transmiten las organizaciones de base a los no militantes? ¿Los invita a participar en las actividades? Es innegable que la UJC protagoniza un importante número de programas, destinados muchos a salvar la brecha social que provocó el período especial. Sin embargo, esos proyectos tienen que ser apoyados y hasta complementados en la cotidianidad.

Poco podría hacer un comité de base en el tratamiento a los jóvenes desvinculados y el rescate de los valores, si su prioridad es un tipo de reunión, que llevó a su significación extrema el calificativo de «ordinaria». Por otro lado, pobre sería la gestión de una dirección de la Juventud que no impulse la iniciativa en sus miembros y le rinda culto a la cultura del verticalismo.

Idalberto Capote Hurtado, funcionario del Comité Central del Partido, alertaba que no se puede esperar a que un programa de la Revolución lo resuelva todo. «Hay que preguntarse cuáles son las fuentes que originan desempleo —explicó. También hay que explorar una serie de posibilidades que estamos seguros que no se están aprovechando».

Se necesita romper esquemas e inercias. Se necesita obviar las formalidades que solo lucen en los números y poco en el recuerdo de las personas. Yohanka Rodríguez Núñez, miembro del Buró Provincial del Partido, apuntó que en ocasiones llevamos a los niños y jóvenes y no les explicamos la razón por la que están frente a una tribuna.

«Lo mismo ocurre con la limpieza de tarjas y monumentos y la visita a los lugares donde ocurrieron hechos de nuestra historia, señaló. Llevamos a los pioneros, ellos limpian cuidadosamente el lugar, pero no siempre les contamos lo que sucedió allí ni les explicamos quién era el mártir. Y es que para formar valores hay que propiciar una participación real.

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