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¿Por qué se nos van los maestros?

Debate la asamblea de balance de la Unión de Jóvenes Comunistas en el municipio avileño de Majagua sobre el tema de los valores

Autor:

Juventud Rebelde

Majagua, Ciego de Ávila.— Una mala tarde, un joven maestro —que casi desconoce la máquina de afeitar en su mejilla— llega a su escuela y pide la baja. Y se origina el conflicto, porque el muchacho es profesor general integral. Durante varios días se suceden los «Piénsalo bien»... «Después te arrepientes» o «¿Cómo vas a hacer eso?, con lo que se ha hecho por ti». Pero al final el joven toma su expediente y se marcha con él bajo el brazo.

Así pudiera sintetizarse un caso de éxodo en el sector de Educación, uno más. También, de ese modo, podrían agruparse las preguntas y respuestas que surgen después, sobre todo las relacionadas con el grado en que esa situación con los docentes afecta los patrones de conducta, que unos nombran valores y otros —nuestros abuelos— llamaban de una manera larga, aunque contundente: saber andar con dignidad por la vida.

Lo anterior fue largamente debatido en la asamblea de balance de la Unión de Jóvenes Comunistas en el municipio avileño de Majagua. Unas veces con planteamientos serenos y en otras con opiniones apasionadas; pero al final una tesis afloraba: que al tratar el tema de los valores, no basta solo con hablar, ni pronunciar discursos, ni llamados de conciencia. Hay que ir a la vida concreta de las personas, a sus penurias, a las necesidades, a lo que las motiva y le da sentido a sus vidas.

Si nos preguntaran cuál es actualmente una de las insuficiencias grandes del llamado —y muchas veces mal interpretado— trabajo político-ideológico diríamos que es la incapacidad de llegar a la raíz de las personas, tocar las motivaciones y darles una idea a sus existencias, a pesar de las frases floridas que se puedan utilizar, que, dicho sea de paso, poco pesan a la hora justa de la verdad.

Niurka Costa, profesora de Secundaria Básica, hizo alusión al problema a partir de la realidad vivida en su centro, donde en los últimos tiempos 27 profesores —entre ellos cinco jóvenes— solicitaron la baja.

«Simplemente nos faltó escucharlos cuando ellos querían plantear sus opiniones», explicó al referirse a la salida de los docentes de menor edad.

El sector educacional no es el único que vive ese tipo de conflicto. En la asamblea, los delegados también ilustraron el éxodo de profesionales en la rama agropecuaria, en un territorio que es eminentemente agrícola y comprometido con la producción de pasta de tomate como parte de la sustitución de importaciones.

Y cuando se preguntaba por las causas de la salida, además de la renumeración material, aparecían argumentos mencionados párrafos arriba. Por lo tanto, no se puede encarar el problema de los valores con planes de acción y metas a cierto plazo, para al final llegar y extender una cartulina con un letrero bien grande, que diga: «Cumplimos».

Urge seleccionar mejor a las personas a las que se les entrega una responsabilidad tan grande, dura y bella, como lo es el magisterio, lo que no siempre se hace. Se necesita una labor más anónima, más pegada a la realidad y sus sinsabores. Se requiere saber escuchar, aunque no guste lo que se diga, porque detrás del conflicto muchas veces se esconde la solución.

Raúl Van Troi Navarro, miembro del Comité Nacional de la Juventud, lo advertía. «¿Por qué se nos van los maestros? Podremos hablar mucho, pero si no miramos si las condiciones en que trabajan son buenas o malas, si la comida no sirve, si no son atendidos como se merecen, entonces las personas se nos irán. Los problemas de esa naturaleza se solucionan actuando junto con la gente».

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