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El dulce riesgo de ser madre

En las féminas que padecen diabetes se incrementa la probabilidad de malformaciones congénitas, la morbilidad y mortalidad neonatal  Sabías que Pregunte sin pena

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Poemas, sentencias y canciones lo aseveran: un hijo es lo más dulce que nos da la vida... Pero a algunas mujeres el embarazo se les pasa de «almíbar» y hay que extremar los cuidados para que no se malogren sus sueños.

Tal es el caso de las diabéticas que deciden salir embarazadas, y el de aquellas a quienes sorprende un diagnóstico de diabetes mellitus gestacional, que puede significar —o no— el inicio de un serio padecimiento.

Mucha, pero inoperante

La diabetes mellitus (DM) es consecuencia de un déficit en la secreción o en la acción de la insulina, enzima cuya disminución conlleva trastornos en el metabolismo de los lípidos (grasas), glúcidos (azúcares) y proteínas.

Existen varios tipos de DM: la I, la II, otros inespecíficos y la gestacional (DMG), que a su vez se define como una forma de intolerancia al carbohidrato (CHO) o una incapacidad para metabolizarlo eficientemente, fenómeno reconocido en la paciente por primera vez durante alguno de sus embarazos.

El primer trimestre de la gestación trae consigo un aumento de las concentraciones de estrógeno y progesterona en sangre, lo cual provoca un crecimiento anormal de las células beta del páncreas y consecuentemente se incrementa la secreción de la insulina en dos y hasta tres veces su cantidad normal.

Sin embargo, en este período también ocurren otros importantes eventos en el organismo, como la producción de varias hormonas y la reducción de la sensibilidad del hígado ante la insulina, lo cual dificulta el paso de la glucosa hacia los tejidos, creando intolerancia a esta sustancia.

Cuando la insulina secretada por el páncreas es incapaz de mantener la glicemia (grado de glucosa) dentro de valores normales producto de esa resistencia relativa que se acentúa con el embarazo, podemos decir que estamos en presencia de una diabetes mellitus gestacional.

Ordinariamente, la DMG se detecta al segundo o tercer trimestre del embarazo, complicando a entre un tres y un nueve por ciento de las gestaciones, según unos reportes, y según otros entre el uno y el 14 por ciento, mientras que la intolerancia a la glucosa (IG) se reporta en el dos o el tres por ciento de los embarazos.

Las mujeres de origen hispano, afroamericano, indígena y asiático son más propensas a padecer ambos trastornos: DMG e IG, y una vez que estas patologías se presentan, existen grandes probabilidades de que la paciente subsecuentemente debute con una DM tipo II para el resto de la vida.

Causas y...

Diversos factores de riesgo predisponen a las mujeres para esta enfermedad. Sobresale el contar con diabéticos entre los familiares en primer grado de consanguinidad (padres, hermanos y abuelos), y los antecedentes obstétricos desfavorables, como el aumento del líquido amniótico.

Otros aspectos a tener en cuenta son la obesidad, la edad materna por encima de 30 años, la macrosomía fetal (bebés con más de cuatro kilogramos de peso al nacer) y las malformaciones congénitas.

También son variados los síntomas que deben valorarse para diagnosticar una DMG. Generalmente las embarazadas debutan con pérdida de peso, a pesar de una gran ingesta calórica, se quejan de fatiga, toman mucha agua, hay un aumento del apetito y abundante orina.

Una vez diagnosticadas, son puestas bajo tratamiento, primeramente nutricional, que consiste en un plan de alimentación que incluye calorías suficientes para satisfacer las necesidades especiales durante la gestación y estabilizar los niveles de glucosa dentro de valores normales. Si la dieta no soluciona, se recurre entonces a la terapia insulínica durante el resto del embarazo.

Consecuencias

Vale la pena destacar que en las mujeres diabéticas la probabilidad de que el feto presente malformaciones congénitas es de dos a tres veces mayor que en las sanas.

Por otra parte, un control glicémico inadecuado durante el primer trimestre de gestación puede ser causa de anomalías cardíacas y neurológicas en el feto, mientras que un descuido en el segundo y tercer trimestre puede acarrear macrosomía, además de incrementar las posibilidades de morbilidad y mortalidad neonatales.

Pero no es solo el feto quien sufre las consecuencias, sino que la portadora también se expone a enfermedades como las retinopatías, que por lo general ocasionan ceguera entre las mujeres de 24 a 64 años de edad. Las neuropatías son responsables del 33 por ciento de las muertes en pacientes menores de 31 años de edad. El daño renal comienza a verse a partir de los dos años después del diagnóstico.

Es necesario mencionar que los estados hipertensivos son una de las complicaciones más severas de la DM, sin contar que duplica las cifras de infarto de miocardio. Además, la cetoacidosis y el aborto espontáneo no se descartan.

Los hijos de pacientes con DMG tienen alto riesgo de padecer en un futuro DM, sobre todo si son obesos y presentan síntomas de intolerancia a la glucosa.

Programar, precaver

Dos décadas atrás, la mortalidad alcanzaba un 60 por ciento en este tipo de gestaciones, mientras que en la actualidad es extraño que supere el cinco por ciento en países donde se toman en cuenta los riesgos preconcepcionales.

El éxito de una gestación en la paciente diabética se basa en el seguimiento sistemático, para lograr el control metabólico previo a que el embarazo se presente o avance.

Para ello se crea un equipo multidisciplinario de trabajo formado por nutricionistas, obstetras, diabetólogos, psicólogos y neonatólogos (estos últimos se incorporan a partir de las 32 semanas de gestación), asociado a un laboratorio competente para dar seguimiento a los casos.

Lo ideal para estas mujeres es planificar la maternidad para un momento óptimo en su estado de salud y crear condiciones varios meses antes; pero si el embarazo no fue programado, durante la primera consulta de captación deben indicarse los criterios de ingreso para establecer el debido control y evitar sorpresas.

Aún cuando se trate solo de una sospecha de DGM, se deben seguir todas las indicaciones médicas con especial cuidado, en aras de proteger a la madre y al futuro bebé. En casos extremos, si existe descompensación metabólica, posibles complicaciones obstétricas u otros inconvenientes por negligencia de la paciente se valora la interrupción.

Aunque lo más común es que las pacientes diabéticas sean sometidas a cesárea, no tiene que ser necesariamente así: si existe bienestar fetal y las condiciones obstétricas son favorables, el parto puede ser por vía transvaginal.

Cuba tiene creadas las condiciones para potenciar la labor de médicos y enfermeras de la familia en el control del riesgo reproductivo, así como la educación y orientación a mujeres diabéticas, aspectos indispensables si se quiere tener éxito en futuras gestaciones.

 

Sabías que

Un hombre estadounidense está embarazado de cinco meses, y espera parir a principios de julio. Thomas Beatie nació siendo una mujer físicamente, pero su identidad de género era masculina, y desde muy joven fue reasignado como tal.

Desde hace 10 años, este transexual está casado legalmente con una mujer, pero ella no puede embarazarse debido a una operación de histerectomía. Para no renunciar a la posibilidad de ser padres, la pareja decidió que fuera él quien se inseminara con semen donado, aprovechando los órganos reproductores femeninos que Beatie aún conserva. Con ese fin, el joven renunció por algunos meses a la terapia hormonal masculina que recibe, y su sistema reproductor recuperó en poco tiempo sus funciones.

El primer intento terminó en un embarazo ectópico, pero el segundo avanza bien desde hace cinco meses. Las mayores dificultades que ha debido enfrentar la pareja son de tipo subjetivo: ocho equipos médicos que se negaron a atenderlos, la sorpresa de algunos familiares de ella, que ni siquiera sospechaban que él fuera transexual, la incomprensión de algunas personas en el vecindario...

La noticia la dio Thomas Beatie a The Advocate, una revista dirigida especialmente a lectores homosexuales, y luego fue reproducida por medios de prensa internacionales. Una vez que nazca la criatura, él asumirá el rol paterno y su esposa fungirá como madre, aseguraron ambos.

 

Pregunte sin pena

Y. I.: Mi novio es estudiante de 5to. año. Ambos éramos muy felices hasta que comenzó el reciente curso. Era cariñoso, romántico, etc., pero ya no lo es. Yo no he cambiado en ese aspecto con él. No creo que se trate de otra mujer, porque no me ha dado motivos para la desconfianza. Me ha dicho que ya no siente lo mismo por mí, aunque no me quiere perder. Según él, no sabe qué lo hizo cambiar tanto. No es solamente conmigo; con mi familia también. Desde entonces ha habido peleas, discusiones, maltratos y humillaciones, entre otras cosas que me avergüenza mencionar. Menos la traición. No sé qué hacer. Lo que más me duele es que estoy enamorada de él. Creo que es más costumbre que otra cosa y por eso temo perder lo que tengo. Por favor analice mi correo y contésteme pronto, pues estoy desesperada. Tengo 20 años.

En la primera etapa de cualquier relación el enamoramiento hace galas de romance, elogios, pasión, buenas maneras, etc. Pero tal situación no es para siempre. Paulatinamente, cada uno muestra sus cualidades con menos adornos y se pone a prueba la fuerza de los lazos creados hasta entonces.

Con el tiempo no se siente exactamente lo mismo. La pareja marcha y se traba en su andar. Pero si por encima de esos cambios persiste el deseo hacia el otro y la certeza de que es elegible entre tantas otras opciones, entonces la relación ha llegado a una etapa de mayor solidez.

Si han discutido tanto hasta llegar a la humillación, deben clarificar qué está pasando y analizar posibles modos de enfrentar dicha situación. No basta con un «no sé»; es preciso atrapar con palabras lo que está sucediendo. Los maltratos pueden expresar aquello que a nivel subjetivo acontece sin llegar a ser reconocido.

Insistes en que no ha habido traición, como si ese fuera el límite de lo que estás dispuesta a tolerar. Pero llegas a la desesperación. Entonces es necesario poner límite también a este estilo de los últimos tiempos.

¿Con este curso escolar culmina su carrera? ¿Pudiera esto repercutir entre ustedes? Son solo preguntas para empezar a pensar. Haces bien en pedir ayuda. No dudes en consultar personalmente a un psicólogo si esta situación se prolonga.

MSc. Mariela Rodríguez Méndez. Psicóloga y consejera en ITS y VIH/SIDA

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