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Vilma Espín Guillois irradia como una estrella

La incanzable revolucionaria y fundadora de la Federación de Mujeres Cubanas es símbolo de la mujer del Socialismo, en el que armonizan razón y sentimiento

Autor:

Juventud Rebelde

Imagen a creyón realizada por Antonio Guerrero; que forma parte de la muestra Retratos de patriotas cubanas, compilada por la FMC El 7 de abril de 1930 —ayer hubiera cumplido 78 años— nació en Santiago de Cuba una niña que se convirtió en una de las más prestigiosas protagonistas de nuestra historia: Vilma Espín Guillois.

Descendiente de franceses que huyeron de la primera Revolución en América Latina, en su genealogía está el yerno de Carlos Marx, fundador del Partido Socialista Francés, también santiaguero, Paul Lafargue, primo de su abuela materna.

A este diario diría hace algunos años: «Nos criamos bajo los principios de justicia y moral como líneas éticas fundamentales. No soportábamos un abuso y si lo veíamos, corríamos en auxilio del agredido. Nos educaron en las premisas de no decir mentiras ni groserías».

Y agregaba: «Tuvimos la ventaja de contar con maestros que fueron hijos de mambises y nos enseñaron la verdadera Historia de Cuba. Recuerdo que en séptimo grado tuve un maestro que era hijo de un ayudante de Maceo... Las vivencias de los protagonistas de las guerras por la independencia llenaban las omisiones de los libros de enseñanza. Creo que ese fue el germen de nuestra rebeldía».

Después en la Universidad fue capitana del equipo de voleibol y la soprano solista del coro. Era muy intranquila y se interesaba por saberlo todo. Le llamó la atención aquella monja maestra cuando le dijo que tras el capitalismo vendría el socialismo, «porque las ruedas de la historia nunca vuelven atrás».

Quiso ser piloto o doctora en Medicina, pero como no tenían mucha Matemática, prefirió hacerse ingeniera química industrial. No creyó nunca en los discursos de los políticos tradicionales de la época batistiana y luego del golpe del 10 de marzo de 1952 distribuyó en la ciudad unos versos patrióticos de José María Heredia.

Primero se vinculó al Movimiento Revolucionario de García Bárcena, con Frank País como jefe de acción, y luego uno de los asaltantes del Moncada, Severino Rosell, se escondió un mes en su casa, convertida pronto en cuartel general del Movimiento.

Durante su lucha clandestina tuvo los seudónimos de Luz, Alicia, Mónica, Mariela y Déborah, que en lengua hebraica significa, ‘abeja, hija de las flores’. Este último fue sugerido por René Ramos Latour, quien sustituyera a Frank País al morir este.

Precisamente Frank, días antes de su caída, la designó como Coordinadora del Movimiento 26 de Julio en la provincia de Oriente.

Símbolo de la mujer cubana, bajo las órdenes de Frank participó en el alzamiento armado de Santiago de Cuba, el 30 de noviembre de 1956. Y el 2 de enero de 1957, marchando con las madres enlutadas por los asesinatos de la tiranía, se enfrentó cara a cara con un sicario batistiano, fue detectada por el enemigo y su casa se registró por primera vez.

Cuando algunos creían que estaba lejos y escondida por la persecución enemiga, allí estaba Vilma, unas veces disfrazada y otras como si nada, con la paz de su sonrisa, tan valiente como siempre.

«Si les cuento a los jóvenes de hoy que con 28 años no había tenido un novio, no me lo van a creer. Y nadie nunca me había puesto un dedo encima. En la Universidad mis compañeros me protegían, al extremo de que con el tiempo me convertí en la chaperona de algunos de ellos.

«Yo cantaba viejas canciones cubanas, que todavía siguen gustando. Raúl dice que lo embrujé cantando. Pero la sorprendida fui yo cuando me dijo: “Tú estás enamorada de mí”. Y como yo no tenía experiencia en esos lances, se me fue en forma inconsciente la pregunta de “¿Y tú cómo lo sabes?”. A partir de ahí siempre estuvimos muy cerca el uno del otro. Nos casamos el 26 de enero de 1959 en el Rancho Club de Santiago de Cuba y a los dos días nos mandaron a buscar de La Habana».

Luego Vilma fundó y se hizo cargo de la Federación de Mujeres Cubanas. Dulce y firme, su vida y obra constituyen legado para nuestra historia, permanente fundamento para las luchas de la mujer en cualquier rincón del mundo. Un ser de talla excepcional, una personalidad carismática, símbolo de la mujer del socialismo, en la que armonizan razón y sentimiento, ciencia y conciencia, cultura y genuina sencillez.

Uno de los poetas que le han cantado, Leovigildo Santos, expresó: Vilma, tú no te has ido / es mentira de la muerte, / que como no te ha vencido / tiene celos simplemente. / La muerte que sigue haciendo / su fatídico deber, / no sabe que tú, muriendo, / estás volviendo a nacer. / Pues, sigue, muerte, creyendo / que has terminado con ella, / ¿estás ciega?, no estás viendo / que irradia como una estrella

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