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Embarazadas en alarma ciclónica

Unas 30 embarazadas resistieron estoicamente en un Hogar Materno, pero ninguna pondrá a su hijo el nombre del «malnacido»

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Juventud Rebelde

Las embarazadas ahora lamentan los daños de Ike. VELASCO, Gibara, Holguín.— No hubo nuevos nacimientos ese día en Velasco. Tal pareciera que hasta los bebés a punto de nacer se hubiesen puesto de mutuo acuerdo para negarle la primera de sus tiernas miradas al ojo del «coco Ike». Pero pese a la dramática situación vivida en este pintoresco poblado campesino de la provincia de Holguín, al menos puertas adentro de su Hogar Materno lo que reinó fue mucha serenidad.

Así lo reconoce Aynet Reyes, la jefa del equipo de enfermeras que tuvo a su cargo, en pleno apogeo del paso del huracán por territorio gibareño, el cuidado de unas 30 embarazadas internadas en esta institución de salud.

«Nuestra casa posee condiciones para atender a unas 30 “barrigonas” al mismo tiempo. Días antes del ciclón teníamos internadas aquí a un total de 15, pero al decretarse la fase de Alarma Ciclónica el Consejo de Defensa Municipal decidió incorporarnos otras 15», explica Aynet.

Con motivo de la cercanía del evento climatológico, el puesto de dirección de la Defensa Civil orientó también la evacuación de todas las embarazadas de la zona cuyas viviendas se encontraban en mal estado constructivo, las cuales fueron hospedadas junto a sus hijos pequeños en el hotel de Velasco. Algunas aún no han podido regresar a sus casas, pues resultaron severamente dañadas, o las perdieron.

«¡Claro que estábamos algo asustadas!, pero nos organizamos. Se habían adoptado todas las medidas para estos casos, incluso se crearon las condiciones para practicar partos a las embarazadas a término, con ausencia de energía eléctrica. Tampoco estábamos solas. Nos acompañaban, además, un médico especialista en obstetricia, y otros compañeros del personal de servicio», agrega la jefa de enfermería.

Ante el rugido de los vientos y el sonido de los derrumbes muy cerca del Hogar Materno, Yamilé Leyva Morales, de 20 años de edad y quien aguarda por la llegada de su primer hijo, afirma que se imaginó que algo «terrible» les podría suceder. Tiene 38 semanas, «pero por poco doy a luz», expresa.

Ella fue una de las evacuadas en esta sólida instalación de mampostería y ahora relata que desde que llegaron las enfermeras las animaban y les repetían una y otra vez que debían de estar «calmaditas y sin coger lucha, que todo iba a salir bien».

Por su parte, Yadelmis, una ama de casa de 26 años de edad y con 39 semanas de embarazo, rememora que lo que le dio esa noche fue por pensar en su otro hijo de seis años, y en su esposo, quien se encuentra en la provincia de Las Tunas.

«Además de permanecer en mi puesto de trabajo, yo tenía un punto de evacuación en la casa, con varios vecinos. Aquí tuve hasta que inyectarme, pues me atacaron dolores de cabeza. También llevaba muchos días sin dormir bien. Tal vez nos hayamos deprimido un poco, pero seguimos echando palante», apunta de forma elocuente Odalis, otra de las enfermeras.

Pero las anécdotas de Marta Suárez, la cocinera del hogar, son además una muestra de entrega. La experimentada trabajadora no abandonó «a sus embarazadas», pese que al amanecer, el hijo le trajo la noticia de que el hogar se les había derrumbado.

«El ciclón le abrió las paredes, aplastó el armario, las camas, la mesa, hasta los asientos. Pero yo tenía que garantizar los alimentos de ellas», sentencia Marta.

Nos relataron cómo la noche tenebrosa de Ike, alumbrados con candiles en medio de las penumbras, los trabajadores Robin y Héctor no se les separaron ni un instante. El drama y la comedia de aquella noche fue verlos acomodando barricadas de muebles y burós tras las puertas y ventanas. La enfermería se inundó. Pero escurrieron el agua.

Lo cierto es que, tal y como ha sucedido no solo en nuestro país, al paso de algún que otro huracán famoso, no pocas embarazadas les han dedicado el nombre de las criaturas que traen al mundo. No sabemos si este ha sido la excepción, pero al menos en Velasco, ninguna barrigona inscribiría a su bebé con las señas del malnacido Ike.

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