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Una gran plaza artística

La «invasión» de este territorio por actores, músicos, cantautores, pintores y juglares trae el recuerdo de épocas en que el intercambio entre estos y el público local fue intenso Travesía mágica

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Juventud Rebelde

NUEVA GERONA.— A Patricia Carballosa se le humedecen los ojos por la nostalgia. «Parece que estoy viviendo aquellos años cuando a la Isla venían muchos artistas e intelectuales a compartir su arte con el pueblo», recuerda.

Tras el paso de Gustav por la Isla de la Juventud, el panorama devastador no inspiraba nada. La desolación casi total provocó las lágrimas de muchos. Otros no se amilanaron e izaron la bandera de la creación. Alexis Leyva Machado, Kcho, reconocido artista de la plástica e hijo pródigo de esta ínsula, fue el pionero. Trajo consigo, además de sus pinceles y plumones, martillos, clavos y muchos amigos.

«Vine porque es aquí donde debo estar, con los míos, para junto a todos ayudar a levantar nuestra Isla, para que sea como antes o mucho mejor. Los que la llevamos muy adentro tenemos un compromiso íntimo con ella y estar aquí es un deber», apuntó.

El constante ir y venir de personas por las principales arterias de esta ciudad no era normal antes del paso de los huracanes. Caras nuevas y otras muy conocidas comparten por estos días con los pineros no solo el calor y los deseos de vivir, sino también el trabajo de recuperación en el campo, las industrias y las casas de vecinos que, agradecidos, brindan por la solidaridad entre los cubanos.

Las personas en la calle siguen con la vista, unos asombrados, otros agradecidos, a sus artistas favoritos. «Compartir con Isabel Santos, una de mis actrices preferidas, fue lo máximo. Verla al natural, sin maquillajes ni en la interpretación de un personaje me impresionó», confesó a JR Anisley Ferrer, joven de 24 años que pronto se graduará de Estudios Socioculturales.

En un abrir y cerrar de ojos el territorio se trasformó en una gran plaza artística. Actores de teatro, músicos, cantautores, pintores y juglares, invadieron las comunidades urbanas y rurales para reparar sueños y avivar la esperanza.

Con la luz del corazón

Dos días después de la llegada de la avanzada artística, la Brigada Martha Machado irrumpió en los barrios y sus moradores se acercaron curiosos a ver qué pasaba. «Tenía que ver aquello con mis propios ojos. Una luz en medio de la oscura noche llama la atención. Jamás imaginé la alegría que sentí aquel día: Kcho y los otros artistas me hicieron olvidar las persianas que Gustav me robó. Fue maravilloso», recordó Armando Herrands, vecino de Micro 70.

Por varias noches, hasta que se restableció el servicio eléctrico, los pineros relajaban de las arduas jornadas de trabajo con música, películas, documentales y animados para los más pequeños.

Durante esos recorridos todos bailamos al compás de la inconfundible conga Juana, del también pinero Kelvis Ochoa; reímos hasta el dolor con Carlitos Gonzalvo (Mentepollo), también del patio, quien no solo vivió los momentos más aterradores del paso de Gustav, sino que regresó para contribuir a solucionar los daños en las casas y en el alma de sus coterráneos...

Las personas albergadas temporalmente en centros de evacuación perdieron casi todas sus pertenencias, pero estos encuentros les devolvieron la alegría. «Fue un regalo para todos. Vinieron a dar sin recibir nada a cambio. Eso es digno», coincidieron muchos.

Para Eduardo Betancourt Torres, de 22 años y graduado de Instructor de Arte en la especialidad de teatro, fue impresionante: «Jamás imaginé que la inserción de estos reconocidos artistas en las labores de recuperación llegara a causar tales efectos en el desarrollo cultural pinero».

«Creo que es muy válido por el acercamiento de esta vanguardia artística con los sectores de la población menos favorecidos, que solo los conocían gracias a la televisión», valoró el joven, quien reconoció que la gente se impresionó al descubrir en sus actores y actrices preferidos a personas de carne y hueso capaces de compartir los sufrimientos y ayudar a aliviarlos.

Hacer y hacerlo bien

La esperanza también adquiere otros matices. Se transforma en obras de arte entre las manos de sus moldeadores, que las realizan sobre papel, madera, tela, loza y cerámica y, al decir de un amigo, ellos sin saberlo dan vida a la mejor de sus creaciones.

Sobre esos soportes reposan las rosas salidas de manos de niñas y niños de varias comunidades, revolotean inquietos los colibríes de Ernesto Rancaño hasta posarse sobre los mástiles de las embarcaciones de Kcho, donde retorna la alegría a sus hermanos pineros. Entre las obras sobresale el rostro de nuestro José Martí, revivido por el pintor pinero Carlos Cabrera.

También la ingenuidad, vestida de niño, se acercó curiosa y exigió de sus mayores un tiempo más para respirar ese aire puro de la creación que llena la espiritualidad de los hombres.

Esas y muchas otras actividades que combinan el arte de hacer con el amor invitaron al tresero mayor, Pancho Amat, quien declaró entusiasmado: «Esta es una experiencia única porque es la posibilidad de brindar mi arte, no ya a un espectador normal, sino a una persona que tiene una herida en el alma tras sufrir las consecuencias de huracanes tan violentos; y esto se hace con mucho amor, con mucha entrega y también de allá para acá se siente el cariño de la gente. Así que yo me voy muy contento, muy feliz de haber compartido estos días tristes pero a la vez alegres, cargados de optimismo con el pueblo de la Isla y siempre con la esperanza de volver».

Otra de las musas cubanas, Laura de la Uz, regresó como Pulgarcito, guiando sus pasos por las migajas de pan de sus padres, quienes ayudaron a reconstruir este territorio, totalmente devastado tras el paso del huracán Alma (1966). Bajo las mismas condiciones llegó ella para componer sueños y alimentar la esperanza en los más pequeños.

A pesar de ser su primera experiencia en talleres de teatro con niños, los motivó al punto de que una pequeñita de apenas dos años no quería regresar adonde su mamá. «Antes probé con mi hija de seis años, la pasó muy bien y espero que resulte, pues la teoría consiste en la creación a partir del movimiento del cuerpo, de los valores del espacio, unido a la palabra. O sea, los niños aprenden jugando», explicó con la sonrisa que muchas veces le vimos en los filmes cubanos Hello Hemingway y Madagascar.

Esa manera lúdica de aprender se basa en lo que aprendió Laura en La Mancha, escuela internacional del gesto y la imagen (Chile), donde cursó estudios basados en métodos del maestro Jaques Lecoq, refirió rodeada de medio centenar de infantes en la galería Martha Machado, de Nueva Gerona.

Realidad inconfundible

La acción transformadora de estos hombres y mujeres, tan comunes como cualquier ser humano, pero con el talento creador capaz de convertir en milagro el barro, está avalada por la opinión de varias personalidades y autoridades de la Cultura cubana, de paso por aquí, como el ministro de Cultura Abel Prieto; Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC); Rubén del Valle, viceministro de Cultura, y Julio Martínez, primer secretario del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas, junto a otros dirigentes.

Aquí conocieron de las nefastas huellas de los huracanes en las instalaciones culturales; intercambiaron con músicos locales como el consagrado Sonny Boy, momento en el que se actualizaron sobre el proyecto comunitario desarrollado por el artista de raíces del Caribe anglófono bajo el auspicio de la UNEAC.

La impronta de Kcho y su gente, que va haciendo historia en estos azarosos días, suscitó el siguiente comentario de Abel Prieto: «La brigada de Kcho realiza un trabajo extraordinario. Implantan un modelo diferente de comunicación con la comunidad, trabajan con la gente en poner techo y otras labores muy diversas al tiempo que regalan su arte al pueblo».

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