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Participan estudiantes de escuelas militares en tareas de recuperación

El aporte de las Escuelas Militares Camilo Cienfuegos a la recuperación cafetalera en las montañas del Oriente del país no se ha hecho esperar

Autor:

Lisván Lescaille Durand

Las Marianas: así bautizaron a la brigada de féminas. CALABAZA DE SAGUA, Holguín.— Imaginó que se adentraba en las entrañas de un mar azul intenso, casi copado por las nubes, donde el horizonte resultaba inalcanzable; mas no hubo que pellizcarla para salir del éxtasis que le provocó contemplar un amanecer en las montañas orientales, justo a la entrada de un cafetal.

Greisi Danai Hernández, una de las mejores recolectoras. Escalar empinadas pendientes y resbalar hasta tocar fondo, pero levantarse entre risas y gesto de solidaridad para seguir en la faena de recolectar el café imprescindible para la nación, son una experiencia única que jamás olvidará la camilita Greisi Danai Hernández Medero, de la Escuela Militar Camilo Cienfuegos de Las Tunas.

«Es la primara vez que recojo café, el que, dicho sea de paso, jamás había visto, salvo por televisión», dice la muchacha quien, aunque neófita en la materia, ya tiene su propia fórmula para batir el promedio diario: «No conversar demasiado en el cafetal, ni caminar innecesariamente de un lado a otro, dejando plantaciones con granos».

Hasta este intrincado sitio donde colindan tres provincias del Oriente cubano —Guantánamo, Holguín y Santiago de Cuba— llegan los camilitos del Señor Ejército para dar su aporte a la recuperación cafetalera en la zona, duramente golpeada por el huracán Ike.

Pese a la inexperiencia en tales labores, todos quieren demostrar que aquella es su misión en defensa de la Patria, como se deduce de las palabras de Jorge Sollé Verdecia, jefe de la Granja Militar Integral de Calabaza de Sagua: «Es la mejor fuerza, la más productiva después de los trabajadores civiles incorporados a la recogida del cerezo.

«En 21 días de trabajo acopiaron 3 116 latas, a razón de unas 2,43 diarias per cápita, y con ellos se puede contar para cualquiera de las tareas de atención a las plantaciones, independientemente de las contingencias climatológicas», agrega Sollé.

Apunta el directivo que las rachas de viento de Ike dejaron unas 5 000 latas de café en el suelo y más de 100 000 plantas derribadas, incluidas importantes áreas de plátano y otros cultivos varios: de ahí que con los días calurosos posteriores al evento climático sobrevino una maduración excesiva, la cual encontró a los camilitos en esta nueva trinchera.

De cara al campo

Si la disciplina es un atributo inherente a los camilitos, su entrega al trabajo resulta encomiable. «Entran al campo alrededor de las siete de la mañana y laboran en horario corrido hasta el filo de las tres de la tarde, cuando retornan al campamento con tanto entusiasmo que no asoma el rigor de la jornada», reconoce el jefe de campamento, teniente coronel Fredys Paisán Reyes.

Junto a los varones, la meta es acopiar más café cada día. «Cierto que hay que levantarse bien temprano, muchas veces azotados por el frío y la intensa neblina, pero nos adaptamos rápido y con el fragor de la tarea echamos a un lado las penas», confiesa la camilita Yipsi Márquez Tamayo.

Las energías positivas sobran en el campamento de Calabaza de Sagua que, al momento de la visita de este diario, acogía a 90 jóvenes tuneros —incluidas 18 muchachas— de entre 16 y 20 años de edad.

«El dinamismo nos caracteriza —enfatiza Márquez Tamayo—; en las tardes, net por medio, el voleibol, además del video, música grabada, los juegos de mesa y el talento artístico, nacido de nuestras propias filas, alegran la vida en campaña.

«Tres galas culturales se han desarrollado en el campamento, con actuaciones de músicos, poetas, bailarines, desfiles de moda...», cuenta la joven.

Mientras los camilitos acopian café, también junto con las alegrías, anécdotas y vivencias del momento dejan crecer valores consustanciales con su formación, puntualiza el profesor Rolando Hidalgo Cano:

«La solidaridad, cuando entre ellos se ayudan para cumplir la norma; el humanismo, cuando comparten la merienda en el campo, y el sacrificio por un bien colectivo, en tanto son conscientes de la importancia de su aporte».

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