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Elena Piñeiro, jefa de una unidad de la Policía en Cuba

Autor:

Yailin Orta Rivera

Cuando llevaba casi 30 años en la PNR le hicieron una propuesta retadora. Las dudas la acosaron, pero hoy es una de las pocas mujeres que está al frente de una unidad de la Policía en el país

A veces uno no sabe del talento o del talante que tiene para emprender los caminos más angostos, o para empinarse en esas cuestas que lo hacen traspasar —quizá sin advertirlo— la tensa línea divisoria que nos separa de lo extraordinario. Ella no pensó en lo posible, pero dijo: Sí, acepto. Minutos después quedó hundida en las más contradictorias reflexiones, sacudida por ser, desde entonces, jefa de una unidad de la Policía.

«Nunca me imaginé asumiendo esta responsabilidad y menos cuando ya estoy, como quien dice, en el “ocaso” de mi carrera. Treinta años le he dedicado a la Policía Nacional Revolucionaria, y ya me ves, renovando las energías».

Lo dice, con una sonrisa sostenida, la teniente coronel Elena Piñeiro Gómez, quien desde los 17 años luce el uniforme azul, y llega hoy enamorada de una profesión entendida en desvelos y en las complejidades de un país que se levanta con el peso del acoso, de los ataques y las incitaciones.

Son tres décadas en una institución que durante medio siglo se ha enfrentado a los costados espinosos de nuestra realidad; que batalla contra tendencias nocivas, o contra cualquier arrecife que altere la tranquilidad y la seguridad nacional. «Hay cosas que para la gente pueden resultar inadvertidas y para nosotros son motivos de tensión y alerta.

«Me captaron por la UJC para integrar la PNR, y aunque en mi familia no había ningún militar, sentía mucha admiración por quienes desempeñaban esta labor», desgrana sus vivencias, al tiempo que bromea: «No me pida que le hable de mis primeras experiencias porque mis compañeros dirán alarmados: “¡¿Desde entonces?!, pero Elenita ¡no te lo puedo creer!... ¿Estuviste en la Primera Marcha del Pueblo Combatiente?”.

«A lo largo de este tiempo he transitado por varias especialidades: Cuadros, Información y Análisis, Procesamiento, y desde hace poco más de dos años me desempeño como jefa de la Unidad Provincial de Policías para la atención del Aeropuerto Internacional José Martí», comenta, y conversa sobre su actual responsabilidad sin variar el tono, sin parapetarse en ser una de las pocas mujeres que en la PNR se desenvuelven en estas obligaciones.

—Liderar una tropa de combatientes, más cuando socialmente persisten rasgos machistas, debe de ser una tarea de dimensiones mayores...

—Eso precisamente creo que es lo que más impactó. El reto no es tanto que las mujeres asumamos esta labor, sino que nos acepten como jefas. A pesar de que en nuestro país hemos escalado posiciones cimeras, a algunos les quedan estos rezagos. Pero todos se acostumbraron a la idea y me respetan mucho.

«En un primer momento pensé que iba a ser muy difícil comandar una tropa, que tiene como misión fundamental la vigilancia y el patrullaje en todas las instalaciones aeroportuarias y las seis terminales aéreas, pero con el paso de los días me di cuenta de que yo estaba preparada para asumir este trabajo».

Elena va de los asuntos esenciales a los más periféricos, y lo logra con admirable desenfado. Entre sus mayores preocupaciones están tanto la preparación de las fuerzas para las diversas misiones y la superación constante de sus muchachos, como que los dormitorios no estén desaliñados.

«Les “peleo” muchísimo. Es que la mayoría son jovencitos de unos 20 años, y aún su formación no ha terminado. Puedo parecer quisquillosa, pero un policía debe ser disciplinado, tener buena presencia y estar preparado no solo para el servicio que realiza.

«Casi todos están estudiando una carrera y a algunos me ha costado más trabajo convencerlos, pero tienes que tocarles el corazoncito y motivarlos. Hay jóvenes de muchas provincias, y todos tienen sus particularidades; un día avanzas media cuadra y después recorres la calle entera, hasta que logres tu objetivo mayor.

«Ellos tienen un laboratorio donde reciben clases de Inglés, un gimnasio y el colchón para practicar judo, entre otras condiciones. Esta es una gran familia, por lo tanto, también la “casa” tiene que estar limpia y acogedora. En más de una ocasión tomamos la escoba y lo dejamos todo que brilla», refiere.

Con la pasión que desbordan los fundadores añade: «Nosotros somos los artífices de esta obra; en un año terminamos de construir nuestra unidad».

Y claro, la también madre no le resta peso a las cuestiones de su mundo familiar. «Tengo dos magníficos hijos, y no me descuido de sus escuelas, ni de lo que suceda en sus vidas; además tengo que lavar, y planchar y hacer el resto de las demás labores domésticas, como todas las mujeres. Pero mi trabajo y las responsabilidades en la casa no entran en contradicción; uno tiene que buscar siempre el equilibrio. No hay tareas imposibles».

—¿Cómo invitaría a los jóvenes a entrar en el traje y en la piel de los combatientes de la PNR?

—Evocaría a todos esos hombres de nuestras fuerzas que murieron combatiendo en Playa Girón, a los que lucharon en el Escambray, a los que batallan enérgicamente contra el delito y las ilegalidades, y quieren y defienden el futuro de nuestra nación cumpliendo cabalmente sus misiones.

«Les diría que para ser un miembro de la PNR hay que ser honesto, y ejemplo de integridad ética y moral, porque representamos la dignidad de la Revolución dondequiera que estemos».

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