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Con la gratitud imperecedera de los panameños al Comandante Fidel

Palabras pronunciadas por Martín Torrijos Espino, Presidente de la República de Panamá, al recibir la Orden “José Martí”, otorgada por el Consejo de Estado de la República de Cuba, en el Palacio de la Revolución, el 5 de enero de 2009, “Año del 50 aniversario del triunfo de la Revolución”. (Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado)

Autor:

Juventud Rebelde

Señor Presidente y amigo:

Ante todo quiero decirle que para mí constituye un singular privilegio estar en Cuba en medio de las conmemoraciones del cincuentenario de su Revolución.

Al recibir la condecoración de la Orden “José Martí”, le agradezco a Cuba, al Consejo de Estado, a usted, la distinción, que produce una emoción especial que deseo compartir con los presentes. Me siento, junto con todos los panameños, muy honrado en ostentar la orden de uno de los hombres más extraordinarios de nuestra América Latina.

Con justa razón, a José Martí se le compara al fenómeno de ver la luz, y como todo tiempo está hecho de luz y sombras, hay seres que son fuentes luminosas para que otros hombres puedan ver el camino. Ese es José Martí, sin lugar a ninguna duda, el más alto y grande de los pensadores cubanos, un patriota en todo sentido: en organizar las ideas, en llevarlas a la práctica social y política y transformar la realidad como él supo hacerlo. Solo el dato de haber vivido algo más de 42 años, desde el día viernes 28 de enero de 1853 al domingo 19 de mayo de 1895, y haber legado una obra tan extraordinaria sobre su patria, América y la humanidad, aún nos asombra y nos conmueve.

Podemos admirar a Martí en cada una de sus proyecciones y en todas ellas su aporte trascendente: como maestro, como escritor, como político, como intelectual de acción, como forjador de la guerra libertaria, como hombre inmenso y visionario que tanto amó a su patria.

Parodiando su propio lenguaje, si pudiéramos mirar dentro de él, encontraríamos tanto valor que equivaldría a un millón de hombres. No solo fue el padre de la independencia de Cuba, sino que nos pertenece a todos, porque es también uno de los próceres de la libertad y de la independencia americana. Con razón Cuba se siente tan orgullosa de un hijo como José Martí.

Por ello, estimados amigos, quiero agradecer, a nombre de Panamá, la alegría que da Cuba. ¡Gracias por su solidaridad de siempre! ¡Gracias por hacernos portadores de la Orden “José Martí”!

Me conmueve recordar que el 21 y el 22 de junio de 1894, a menos de 11 meses de su caída en combate en Dos Ríos, con pasos presurosos y sus sueños ardientes, estuvo en nuestro Panamá, en aquellos días de la intensa lucha por la libertad y la independencia cubanas.

Señor Presidente y amigo:

Para mí tiene un especial significado entregarle, por su conducto, al Comandante Fidel Castro Ruz, en una época llena de evocaciones históricas, la condecoración de la Orden General de División “Omar Torrijos Herrera”.

Cuando Cuba se encontraba sometida a un aislamiento diplomático, mi padre, el general Torrijos, por considerarlo una vergüenza hemisférica, decidió reanudar las relaciones entre nuestros países. Vino a Cuba cuando aquello constituía, por decir lo menos, un acto de audacia, de desafío a la corriente que entonces arrastraba las relaciones internacionales. Por ello quise venir a testimoniarle a su pueblo el afecto y la admiración de los panameños. No encontré mejor forma de hacerlo que otorgándole al Comandante Fidel Castro la condecoración que lleva el nombre de quien normalizó, hace casi 32 años, las relaciones entre nuestros países. Y se la otorgamos a un dirigente que ha sido ejemplo de valentía, de tesón, de lealtad a sus principios y una inmensa solidaridad con Panamá.

Y, además, quiero, en lo personal, dejar plasmada la gratitud imperecedera que le tenemos los panameños al Comandante Fidel Castro por su solidaridad en los momentos difíciles, por su afecto, por sus consejos, por el afecto que le profesó a mi padre, por la deferencia con que nos ha distinguido.

Tampoco podemos olvidar nunca que, desa-fiando más que medidas de seguridad en la Cumbre Iberoamericana celebrada en Panamá, el Comandante Fidel, solo con una flor en la mano, fue a visitar la cripta que guardaba las cenizas de su entrañable amigo Omar Torrijos. Él no hizo concesión alguna cuando se trató de reivindicar los derechos panameños por el canal y por nuestra independencia. Por eso hoy somos una nación plenamente soberana, libres y únicos dueños del canal.

En el Comandante Fidel reconocemos una vida dedicada a su patria y a su pueblo. Desde Panamá hemos venido con alegría, con afecto, a expresarle nuestra amistad. Por ello siento gran satisfacción en poder entregarle la condecoración de la Orden General de División “Omar Torrijos Herrera”, en grado de Gran Cruz Extraordinaria, al Comandante Fidel Castro Ruz en el mismo día en que Cuba le dedica a Panamá y a Omar Torrijos un monumento a la hermandad entre nuestros dos pueblos.

Muchas gracias (Aplausos).

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