Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Estudiantes de la Universidad de Ciencias Informáticas apoyan el cultivo del tabaco

Autor:

Yailin Orta Rivera

Más de cien jóvenes de este centro participan en las labores recuperativas tras el paso de los huracanes, en la empresa tabacalera Lázaro Peña, en San Antonio de los Baños

El surco está salpicado de fiesta, y la alegría la ponen los jóvenes de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), quienes le han robado la densa soledad al paisaje.

Esta podría ser un área productiva más de la empresa tabacalera Lázaro Peña, de no distinguirse por la intensa energía que cubre todo como un manto.

Abandonaron por 15 días su mundo «virtual» de redes y autopistas digitales para darles tonos más alegres y prósperos a los campos del país.

Así se dibuja una de las vegas de la UBPC Simón Bolívar, la tercera productora de capas de tabaco de las 11 cooperativas que integran la Lázaro Peña. Allí, entre bromas, desyerbaban el cultivo.

En el instante en que llegamos a San Antonio de los Baños, acompañados por Silvano Merced, secretario general del Comité UJC en la UCI, se desató la emoción por ser tomados por el lente de la cámara. Y nuestro fotógrafo hizo el mayor esfuerzo por congelar la entrega y el aporte que hacen al país estos estudiantes de tercer año de las Ciencias Informáticas.

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Así han decidido bautizar al grupo de más de cien universitarios que participa en el trabajo productivo en el campo. Este es el segundo que pasa por el campamento Granjita 2, en la más reciente de las experiencias agrícolas que la UCI se ha propuesto con el objetivo de apoyar las labores recuperativas tras el paso de los huracanes.

Motivados por la venidera celebración del Congreso del Partido y otras fechas relevantes, como el aniversario 50 del triunfo de la Revolución y los cumpleaños 48 y 47 de la OPJM y la UJC, otros estudiantes de tercer año apoyan en las labores constructivas que se ejecutan en la ciudad universitaria.

Llegaron el 8 de febrero y en solo tres días hablan con sobrada propiedad sobre algunos de los secretos de la tierra. «Las hojas más grandes y frondosas son las que sirven para la capa del tabaco; ellas mismas te hablan», explicó el joven Eleandro Pérez Acuña ante nuestro interés por conocer qué han aprendido en esta iniciativa.

A la recolección de las hojas del tabaco se dedicaron el primer día, luego a la recogida de frijol y en el tercero al escarde de las malas yerbas.

—¿Cuál implica mayor esfuerzo?

—Desyerbar —respondieron a coro.

—¡Que no se diga! Con esa juventud nada es imposible —me atreví a decirles en un primer diálogo con varios de los más destacados.

—Sí, pero cuando seamos viejitos nos salen esos achaques —añadió en broma y en tono de confianza Rogelio Ramírez Pérez.

Entre las habilidades que revelaron está que la hoja del tabaco no puede apretarse cuando se recolecta, porque en esa parte se le hace un magullón y se queda verde cuando la hoja se seca para confeccionar los famosos puros criollos.

«Si ello ocurre hay que desecharla. Por eso es que tenemos que seguir bien las instrucciones de los “tíos” del campo, porque nuestro apoyo no puede revertirse en pérdidas», argumentó Rogelio.

Otras de las mañas campesinas que descubrieron fue recoger los frijoles antes que el sol arrecie. «No hay tiempo para el acomodamiento o para coger un diez, porque si no la vaina se abre y los resultados no son los mejores», precisó Yeilenia Pérez Vázquez.

«Por suerte nos garantizaron las botas, porque ayer la tierra estaba húmeda. Lo extraño es que aún no nos han salido las ampollas, y si salen, veremos cómo resolvemos ese problema», detalló Yeilenia, quien en ese instante reparó en la manchas amarillentas que las hojas de tabaco le han ocasionado en las manos.

A la joven Dielkis Batueca Núñez le ha impresionado la dedicación, el sacrificio y la entrega que impone el trabajo en el campo. «Hay que ponerse en la piel de los obreros para sentir sus preocupaciones y su vida. Merecen nuestro mayor respeto y reconocimiento».

Los días de Eleandro, marcados por las vivencias de los suyos allá en Santa Cruz del Sur cuando el paso de la endemoniada Paloma, lo llevan a sentir como algo muy especial el aporte que realizan.

«Estoy orgulloso de estar aquí, y no es grandilocuencia mía. Mientras otros les levantan el techo a mis parientes y a la gente del barrio, yo puedo darles desde aquí una manito en la producción de alimentos. Lo importante es que todos ayudemos al país, que es lo mismo que ayudar a los nuestros de forma directa o indirecta».

Saber que es de Santa Cruz nos anima a conocer, desde su percepción, detalles del proceso recuperativo en esa región camagüeyana. «Si les soy sincero, no puedo dejar de admitir que en lo particular me encanta el ambiente que hay en el pueblo. No sé describirles ese espíritu optimista que se ha colado entre la gente; es impresionante. Entre cubanos eso es normal, pero después de tanto desastre, es más asombroso».

Fortunas de la tierra

La dinámica de esta columna no dista mucho de las otras experiencias que se han extendido por todo el país. Habita en ella la misma preocupación porque los resultados del trabajo sean sustanciosos y tengan un impacto positivo en los aires reconstructivos que fluyen en la Isla.

«Los profesores que nos acompañan, más el miembro de la dirección de la UJC en el centro y del Consejo Universitario, se reúnen todos los días para ver si cumplimos el plan previsto, y se nos informa en los matutinos que hacemos diariamente en el campamento», expresó el estudiante Alain Martínez Medina.

Estamos realmente satisfechos, con el aporte de estos jóvenes, admitió Aracelys García González, jefa de recursos humanos de la UBPC Simón Bolívar. «Con su presencia hemos logrado, por ejemplo, que esta misma vega donde nos encontramos no se pierda. La mano de obra no era suficiente y la mala hierba estaba al arruinar esta cosecha.

«En esta campaña tabacalera pensamos triplicar la producción que logramos en igual periodo el año anterior, pero eso será posible por el impulso que hemos recibido con estos muchachones aquí. Hasta el momento han cumplido la norma en el tiempo establecido. Ellos han sido receptivos y han entendido cómo es el proceso productivo al que se enfrentan».

En marzo o abril, según Aracelys, estas tierras se dedicarán a la cosecha de alimentos de ciclo corto hasta septiembre, cuando regrese nuevamente el aroma del tabaco que transpira este rojizo y fértil suelo de la provincia habanera.

Después de terminada la labor, retorna la alegría al campamento, no tan difícil de imaginar. Bastó que en el horario de merienda Ignacio, el chofer de nuestro diario, pusiera el reproductor de música del carro para que enseguida se armara un salón de baile al pie del surco.

En ese espacio, Eric Machado Cano, profesor de Sistema Operativo, nos comentó que en medio de las actividades recreativas que hacían en el tiempo libre, también había un momento para refrescar los conocimientos. «En las noches tienen consultas conmigo, porque una semana después que regresen a la UCI tienen que examinarse en mi asignatura. Por eso se adoptó esta estrategia, porque no queremos que la docencia se quede rezagada».

La profesora Niobis Valiente López cree que la mayor de las fortunas que se llevan estos jóvenes una vez que terminen los 15 días «pegados al campo» será el de una vida más rica y diversa. «Nuestros universitarios no pueden nutrirse solamente de lo que se les enseña en un aula donde todo se les garantiza. Tienen que estar acompañando a nuestro país en sus urgencias».

Se detuvo entonces en valores que, como la solidaridad y el compañerismo, fructifican en experiencias como estas, únicas en un país donde la Universidad siente y vive con los pies en la tierra.

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