Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El periodista de la diplomacia

Ofrecemos a nuestros lectores una de las últimas entrevistas realizadas al Premio Nacional de Periodismo José Martí de 2007, quien falleciera en la tarde de ayer

Autor:

Edel Lima Sarmiento

A los 90 años Carlos Lechuga no se da por vencido y continúa entregando parte de sus días al trabajo. «La edad ni me la recuerdes. ¿De dónde sacaste eso?», reclama quien tampoco ha renunciado al buen sentido del humor.

Nació en el barrio de la Víbora, el 28 de febrero de 1918,«entre la Revolución de Octubre y el fin de la I Guerra Mundial». Como muchos cubanos, sangre mambisa corre por sus venas: su abuelo paterno, el camagüeyano Manuel Lechuga y de la Torre, fue coronel de las Guerras de Independencia.

El colegiado 613 –según el Directorio nacional de Periodistas en 1957– era un profesional reconocido al triunfar la Revolución, el mismo gran acontecimiento que enrumbaría, desde los primeros días, el cauce de su vida a la diplomacia. Veinte y cuarenta años dedicados a una y otra labor; sin embargo, confiesa abiertamente que prefiere la intimidad del acto de escribir.

Lechuga, ¿cómo se inició usted en el periodismo?

–De casualidad. A mí me gustaba y tuve a los 17 años una hora de radio en la emisora CMCR, de la Víbora, en la que anunciaba hasta la bodega de la esquina. También en la casa escribía algunas cosas que nunca se publicaron. En verdad quería ser marino, incluso me examiné para ingresar en la Academia Naval del Mariel, pero había 35 plazas y no alcancé. Mi padre, renuente a la idea, habló con un amigo suyo del periódico El Mundo y allí me consiguió empleo.

«Empecé de aprendiz en 1937, estuve como un año sin ganar sueldo. Fui titulista, corrector de estilo, redactor de mesa, traductor de cables y finalmente reportero. Menos crónica social, deportiva y policíaca, hice todo lo demás.»

A finales de los años treinta, trabajó en los periódicos de tendencia auténtica Luz y Patria. De regreso a El Mundo, colaboró al mismo tiempo en Bohemia, en cuyas páginas publicaba reportajes y artículos, creó la sección Mesa Redonda y elaboraba el resumen gráfico anual.

¿Por qué fundó con Enrique de la Osa la sección En Cuba?

–Bohemia tenía el servicio informativo La marcha del tiempo, de la revista norteamericana Times. A Miguel Ángel Quevedo, su director, se le ocurrió acompañarlo con otro similar sobre el país y ponerle La marcha del tiempo en Cuba, para lo que habló con nosotros. La sección apareció independiente y con características propias el 4 de julio de 1943, y se nombró En Cuba.

«Al principio tomamos la información en la prensa nacional y extranjera, después tuvimos nuestras fuentes. Los mismos políticos a veces nos ofrecían intimidades de otras figuras y los partidos, porque se encontraban en pugna. El éxito se debió, además de la claridad de estilo, colorido, datos inéditos, palos con las mismas noticias de los diarios, a la orientación política, al combatir el bonche universitario, el latrocinio en los distintos gobiernos...»

Lechuga no ha vuelto a leer un periodismo igual al de aquella experiencia, que posibilitó, al poco tiempo, la tirada de cien mil ejemplares más de Bohemia y su increíble popularidad dentro y fuera de la Isla. Variadas anécdotas recuerda sobre la sociedad cubana de esos años y los peligros a los que se expusieron con las denuncias, cuando en numerosas ocasiones los amenazaron y retaron a duelo.

Por el ofrecimiento de El Mundo para asumir su página política, regresó a ese rotativo a principios de la década del 50. Siguió colaborando con Enrique. Asimismo, trabajó en los programas El Mundo en Televisión, Telemundo Pregunta y el comentario Claridades, del Canal 2, y colaboró con las revistas mexicanas Siempre y Humanismo.

Supo sortear los escollos de la censura para decir más de lo deseado por la tiranía. Ingresó en el Movimiento de Resistencia Cívica del 26-7 y contribuyó a acciones como la devolución de Fangio y la Huelga del 9 de Abril.

Fue usted el primero en anunciar la huida de Batista en la mañana del Primero de Enero ante las cámaras de Telemundo en TV. ¿Cómo lo supo?

–Llegué a los estudios antes de lo acostumbrado. Los teléfonos no paraban de sonar. Había rumores. Compañeros del 26 que vivían cerca de Columbia llamaron porque había un movimiento extraño en la fortaleza. Al conocer esa información, lo intuí y me decidí a dar la noticia sin saberla verdaderamente. Me arriesgué y por suerte fue así.

También resultó el primero en entrevistar al Comandante en Jefe para la televisión cuando bajó de la Sierra. «En realidad Fidel me entrevistó a mí en Santa Clara, ¡me hizo tantas preguntas! ‘Vas a dar un palo periodístico, a lo mejor te aumentan el sueldo’, me dijo jocosamente».

Desde los días iniciales de 1959, comenzó la campaña de la prensa norteamericana contra la Revolución. Para contrarrestarla, lo nombraron ministro plenipotenciario y enviado extraordinario de Cuba en las Naciones Unidas. Ahí se iniciaría la nueva, prolongada y exitosa carrera de uno de los fundadores de la diplomacia revolucionaria cubana, a quien le correspondió ser nuestro último embajador en la OEA y representante en la ONU durante la Crisis de Octubre, entre numerosas misiones.

Aún así no renunció al periodismo, que le ofreció las armas para ejercer la diplomacia, y continuó colaborando con Bohemia y otras publicaciones extranjeras. De su oficio de escritor han surgido dos títulos: En el ojo de la tormenta e Itinerario de una farsa.

En su cuarto de estudio, rodeado de los libros que hacen alguna mención a él o llevan la dedicatoria de sus autores, del diploma que lo acredita Premio Nacional de Periodismo José Martí y otros meritorios reconocimientos, Lechuga se entrega por completo a la paz del trabajo. Ha comenzado a pensar en serio en escribir sus memorias. Manos a la obra, Periodista, todavía le quedan historias por contarnos.

(Tomado del periódico Tribuna de La Habana)

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