Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La Revolución pasó por Holguín

Autor:

Kaloian Santos Cabrera

Ciertos rincones de esta provincia tienen venas, arterias que se oxigenan de historias y de pasos silenciosos que no son muy conocidos pero enlazan a este pedazo de tierra con gestas heroicas  de Cuba

HOLGUÍN.— Algunos rincones de esta provincia están vinculados a días gloriosos de Cuba, a conspiraciones por el bien, a huellas de Fidel y de otros cubanos que vivificaron a Martí en el tiempo. Sin embargo, varias anécdotas que enlazan a este pedazo de tierra con gestas pasadas resultan desconocidas.

Después de tanto galopar del reloj, decenas de personas en la nación no saben, por ejemplo, que siete hombres nacidos en las actuales tierras de Holguín participaron en los sucesos del Moncada, o que Fidel estuvo por aquí meses antes del asalto, preparando el terreno para la temeraria acción.

Tampoco se ha destacado el «brinco» que el entonces joven abogado se dio hasta Birán, su cuna, acaso con la intuición de que esa sería, tal y como fue, la última vez que saludaría al padre.

Qué decir de aquella estancia breve, pero imperecedera, de los jóvenes de la Generación del Centenario en la Ciudad de los Parques, camino a Bayamo y Santiago de Cuba.

En esta hora de recuento necesario, recordar esas hombradas no solo nos permite comprender mejor la historia, sino, también, rendir merecido tributo a los muertos de nuestra felicidad.

¡Él es Fidel Castro!

Las anécdotas sobre los pasos de Fidel por las calles de Holguín hace 56 años han sido reconstruidas eficazmente por la destacada periodista holguinera María Julia Guerra. Hace dos años justos, en el periódico provincial ¡Ahora! esta reportera se refirió a una conversación corta e insospechada que sostuviera él con dos muchachas que contemplaban en la Ciudad de los Parques las fiestas de San Isidoro, el 4 de abril de 1953.

Esas mujeres eran María Esther Aguilera de la Fuente (Tey) y Rittaly Agüero Feria, las que desde la esquina de Libertad y Luz y Caballero vieron llegar a dos jóvenes altos, quienes respondían a los nombres de Ernesto Tizol Aguilera (Titico) y Fidel Castro Ruz.

Tizol, familiar en la ciudad, les comentó a ellas después de saludarlas: «Les presento a mi amigo...». Rittaly se echó a reír para responder luego: «Él no se llama así, es Fidel Castro, yo lo conozco».

«¿De dónde me conoce usted?», dijo el muchacho. «De la Universidad», remarcó ella. No podía despintarse a aquel que tanto había luchado desde las aulas capitalinas. Pero la charla no duró mucho, Fidel mostraba cierta impaciencia.

Tal inquietud resultaba comprensible. El joven regresaba de «amarrar» algunos de los detalles de la acción armada que se fraguaba.

El texto periodístico citado expone que ese 4 de abril Fidel había estado en Charco Redondo, donde se explotaban unas minas de manganeso. En ese lugar, a unos 30 kilómetros de Bayamo, acompañado por el doctor Pedro Celestino Aguilera, contactó con algunos mineros de confianza, quienes facilitarían la dinamita para volar varios puentes importantes después de que se tomara el cuartel Carlos Manuel de Céspedes.

Como señala la periodista, Fidel también estuvo en esos principios de abril de 1953 por Santiago de Cuba y Palma Soriano, lugares en los que coordinó con Renato Guitart y otros revolucionarios tareas de aseguramiento para el futuro asalto. Claro, eran los pasos iniciales de un plan que debía mantenerse en secreto.

Quizá por esas circunstancias de sigilo, los pormenores de la estancia de Fidel en Holguín en 1953 no son muchos. Se desconoce, por ejemplo, dónde durmió aquella noche de abril. Unos dicen que fue en una casa de la calle Mendieta, otros que en Libertad y unos terceros que en el Hotel Majestic. Lo cierto es que sí anduvo por la ciudad al lado de Tizol.

Otro hecho vinculado con aquella visita fue el viaje realizado por el joven abogado a su terruño entrañable de Birán. «En Cueto se detuvo en el garaje de Laureano Martínez. En la casa le esperarían Doña Lina y Don Ángel. Esta sería la última vez que estaría con su padre», consigna la periodista.

Y es que meses más tarde se producirían los acontecimientos del Moncada y sobrevendrían la prisión y el exilio, y no habría tiempo para el reencuentro. Fidel estaba en México cuando fallece su progenitor, el 21 de octubre de 1956.

Ciudad de Holguín hoy Tarja en el Majestic

La ruta 80

Mario Lazo Pérez integró el grupo de 16 revolucionarios que, al trasladarse en ómnibus desde La Habana hacia Santiago de Cuba, hizo una breve escala en la ciudad de Holguín, el 25 de julio de 1953.

El combatiente Lazo Pérez falleció el 5 de noviembre de 2008, pero a través de las páginas de su libro Recuerdos del Moncada podemos conocer los detalles de esa travesía, meticulosamente organizada.

Apenas un día antes, el 24 de julio, todos habían recibido la orden de viajar a la capital, donde recibirían orientaciones. Alrededor de las 11 de la noche de ese día se reunieron con Fidel, quien les comunicó que el paso inmediato sería partir rumbo a Santiago en dos grupos, uno por ferrocarril y el otro por ómnibus.

El propio joven abogado los condujo a la terminal de guaguas de la avenida de Rancho Boyeros y 19 de Mayo.

En total salieron de la capital unos 16 automóviles rumbo a Bayamo y Santiago.

Acompañaban a Lazo Pérez, los compañeros Francisco Costa Velásquez, Alfredo Corcho Cinta y José Ramón Martínez Álvarez, de

Guanajay, así como Jacinto García Espinosa, de La Habana. Y según testimonio de Mario Collazo Cordero, el compañero Ciro Redondo fue quien estuvo al frente durante el viaje. Fidel le había indicado que en Santiago les estaría esperando Renato Guitart en el hotel Libertad, frente a la plaza de Marte, donde tenía su paradero la ruta 80.

Luego de detenerse en Camagüey, llegaron a Holguín. El ómnibus tenía su paradero frente al hotel Majestic, situado en la calle Frexes, entre Mártires y Máximo Gómez, al cual actualmente los holguineros también llaman El Rojo. Grabado en el piso de la puerta de entrada, aún puede leerse: Ruta 80.

«Antes del almuerzo habíamos efectuado una pequeña reunión para revisar nuestros recursos y no fue necesario recurrir a los fondos que nos habían asignado», rememora Mario Lazo Pérez en su libro.

Si durante estos viajes usualmente se daba un tiempo de 15 minutos en algunas estaciones y en otras de una hora, para almorzar o comer, puede deducirse que estuvieron en la actual Ciudad cubana de los Parques desde las 12 y 30 a la 1 y 30 de la tarde, antes de seguir hasta Santiago. Una placa conmemorativa en el hotel Majestic recuerda aquel acontecimiento.

Mario Lazo tenía entonces 22 años, trabajaba temporalmente con un contratista de obras. De los últimos diez pesos que le pagaron, dejó cinco a la madre, a quien le dijo que se ausentaría por razones de trabajo y que estaría de regreso el lunes 27 de julio.

Le correspondió combatir en la posta 3. Luego de la orden de retirada, regresó a la Granjita Siboney y se incorpora al grupo que siguió a Fidel. Herido por un tiro escapado, se vio obligado a regresar a la ciudad con otros compañeros en similar situación.

La solidaridad de los santiagueros le salvó la vida. Permaneció en la heroica ciudad hasta mayo de 1955, cuando fueron amnistiados el resto de los compañeros sancionados en la causa 37 por los sucesos del Moncada y el Carlos Manuel de Céspedes.

Por la antigua ruta 80 viajaron ese día, además, los combatientes Francisco Costa Velásquez, Alfredo Corcho Cinta, José Ramón Martínez Álvarez, Jacinto García Espinosa, Ciro Redondo, Mario Collazo Cordero y Tomás Álvarez Breto.

También Carmelo Noa Gil, Flores Betancourt Rodríguez, Emilio Hernández Cruz, Rigoberto Corcho López, Antonio Betancourt Flores, Carmelo Noa Gil, Guillermo Granados Lara, Emilio Martínez Cruz, Julio Díaz González y Marcos Martí Rodríguez.

Este último era el más joven. Tenía apenas 19 años de edad. En el momento de ser apresado junto a Ciro Redondo en una cueva cerca del Caney, hizo un gesto para sujetarse el pantalón y fue asesinado a quemarropa por un guardia de la tiranía.

Hermanos de contienda

En el hotel Majestic se detuvo un grupo de los asaltantes al Moncada cuando iban hacia Santiago Si la visita de Fidel a Holguín en 1953 y el paso de los futuros moncadistas por esta ciudad, constituyen pasajes poco explorados, también resultan páginas sin muchas lecturas las relacionadas con la cantidad de holguineros que participaron en las acciones del 26 de Julio.

Con frecuencia se menciona solo a Fidel y Raúl, hermanos de sangre e ideas. Pero otros cinco holguineros estuvieron dispuestos a dar su vida en el año del centenario del Apóstol. Curiosamente tres de ellos también eran hermanos: Alejandro, Antonio y Armelio Ferrás Pellicer. Los otros dos son Ernesto Tizol Aguilera y Rafael Freyre Torres.

Las historias de Fidel y Raúl representan estandartes para los cubanos. Relatar sus vidas de consagración a una causa llevaría incontables páginas. De ellos habría que decir siempre: alma de un movimiento y de algo que es mucho más: la Revolución.

Rafael Freyre, un hombre trigueño y fuerte, nacido el 25 de febrero de 1931 en Santa Lucía, tenía solo 22 años cuando se enroló en la hermosa aventura del 26.

Apenas pudo estudiar hasta el cuarto grado. Tuvo que emigrar a la capital para mejorar económicamente, pero solo pudo encontrar trabajo como dependiente de quiosco y suplente de carretillero en el tejar de Toledo, en Marianao. En La Habana trabó amistad con Luciano González Camejo y Luciano González Valdés, quienes influyeron en su formación política.

Freyre participó en el asalto al cuartel de Bayamo, el que no pudo terminar en victoria porque falló la sorpresa: la persona que debía conducir a los atacantes hasta el enclave militar, un conocido de los guardias, no llegó a última hora. Los asaltantes, en la confusión por la oscuridad y por acercarse a un lugar extraño, hicieron ruidos involuntarios y pusieron en alerta a los soldados. El combate no duró más de media hora, tras la cual fue inevitable la retirada. Pero después del episodio se desató una persecución feroz por Bayamo. Freyre estuvo entre los apresados y masacrados. Su cadáver fue encontrado en la finca Ceja de Limones, en las afueras de la Ciudad Monumento. Hoy un municipio holguinero lleva orgulloso ese nombre: Rafael Freyre.

Ernesto Tizol también vio la luz en Santa Lucía, el 15 de agosto de 1924. Sus gestiones, junto a las de Abel Santamaría y Renato Guitart, serían imprescindibles en el acondicionamiento de la Granjita Siboney, el campamento de los asaltantes.

Convertido en un supuesto granjero especialista en la cría de pollos, que habría llegado a Santiago de Cuba desde Miami para establecer una granja, Tizol alquiló la espaciosa residencia campestre en el camino que conduce a la playa Siboney, a unos 15 minutos del casco urbano de Santiago y a dos kilómetros de las estribaciones de la Sierra Maestra.

Le correspondió manejar uno de los carros que transportaron a los moncadistas y luchó por la victoria aquel 26 de julio de 1953, pero viendo que era imposible tomar la guarnición se retiró; logró llegar hasta Holguín, donde fue arrestado. Juzgado y condenado a prisión, consiguió salir al producirse la amnistía decretada por Fulgencio Batista tras la enorme presión popular. De vuelta a Holguín, no pudo obtener un trabajo y como debía mantener a los suyos, el Movimiento decidió que viajara a Estados Unidos. Tras el triunfo revolucionario regresó al terruño holguinero, en el que resultó un promotor del desarrollo agrícola. Más tarde le asignan tareas en la capital del país y en el extranjero. Falleció el 1ro. de julio de 1984.

En cuanto a los hermanos Ferrás Pellicer, la periodista María Julia Guerra explica que tuvieron cuna en Gibara. Armelio era dirigente sindical en sus años mozos, mientras que Alejandro y Antonio se afiliaron a la Ortodoxia.

Los tres conocieron a Fidel en La Habana y estuvieron de acuerdo con su filosofía respecto a la lucha como vía para cambiar el infierno por el que pasaba Cuba.

Los tres participaron en las acciones del Moncada. María Julia Guerra explica que cuando se produce la retirada de la fortaleza militar, Armelio y Antonio se marchan juntos, pero se sienten ahogados por la ansiedad, pues han visto a Alejandro tirado en el suelo, al que no pueden auxiliar en medio del mar de balas.

Tras horas de desesperación, como a las diez de la mañana, se alivian un poco: Alejandro está vivo. En la casa de un familiar consiguen un auto de alquiler, son detenidos en Bayamo, pero logran convencer a los guardias de que son de Gibara y se dirigen a ese pueblo a una celebración.

Y los tres, después del triunfo revolucionario, participarían con entusiasmo en el nuevo proyecto iniciado en 1959. Alejandro sobrevive hoy. Es uno de los moncadistas que este 26 de julio en Holguín participará en el mar de personas que saludará el gesto épico de hace 56 años, aquel con el que comenzó a cumplirse el viejo anhelo del Apóstol en su centenario.

Fuentes:Periódico ¡Ahora!, revista Birán, editada especialmente por este semanario para el cumpleaños 80 de Fidel, revista Bohemia y entrevista con el historiador José Abreu Cardet.

Células de libertad

EL Movimiento M-26-7 se conformó en Holguín tras la salida de la prisión de Isla de Pinos de los asaltantes al Cuartel Moncada, en mayo de 1955.

Desde finales de ese año comienza un proceso de fundación de células en algunos municipios de la antigua provincia de Oriente, que actualmente conforman el territorio holguinero.

Con escasísimos recursos se crean secciones en Gibara, Banes, Antilla, Holguín, Mayarí y Sagua de Tánamo. Estas se subordinaban a la dirección nacional del Movimiento en Santiago de Cuba.

Frank País García y otros dirigentes visitan Gibara, entre otros propósitos, para encargar la confección de brazaletes del Movimiento.

Hacia el año 1956, la organización funciona en medio de una gran represión, que tiene su punto culminante en el mes de diciembre con las llamadas Pascuas Sangrientas, cuyo propósito de sembrar el terror fue alcanzado en esencia. Incluso, los estudiantes habían sido reprimidos antes en una manifestación que se organizó el 27 de noviembre de 1956.

En ocasiones no se comprende toda la magnitud de este crimen. No se le valora como la culminación de un conjunto de medidas represivas emprendidas por la dictadura, sino más bien, como un acontecimiento aislado e inesperado.

En cuanto a la actividad clandestina se reconocen algunos errores. Los principales líderes de la organización eran conocidos por los cuerpos represivos. El máximo dirigente, Pedro Díaz Coello, una de las 23 víctimas de las Pascuas..., se había declarado partidario de Fidel en un artículo publicado en el periódico Norte.

Muchos fueron asesinados, pero el movimiento no feneció. La situación cambió a mediados de 1957, cuando el M-26-7 se reorganiza. En noviembre de ese año fue ajusticiado, por un comando revolucionario, el jefe del regimiento de Holguín, coronel Fermín Cowley Gallegos, ejecutor de los crímenes de las Pascuas Sangrientas. Resultó el golpe más importante propinado por los luchadores clandestinos holguineros a la dictadura. La lucha continuó hasta la victoria.

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