Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La FEU que va en el corazón

En el cumpleaños 87 de la Federación Estudiantil Universitaria es preciso defender aquellos atributos que la convirtieron en paradigmática, para lo cual es preciso ajustarla a su tiempo, para que continúe siendo una organización que ayude a conducir a nuestra sociedad y su Revolución

Autor:

Margarita Barrios

Entre los objetos que guardo con más cariño está sin dudas mi carné de la FEU. Haber pertenecido a esa organización estudiantil fue, además de un honor, una suerte.

La Federación Estudiantil Universitaria no es solo la que moviliza para actividades culturales o deportivas, para el trabajo voluntario o la marcha; la que premia a los que estudian más, o critica a los que faltan a clases. Es tribuna para el debate, la polémica, la reflexión, la que te permite crecer todo lo posible, y junto a los conocimientos académicos, te impulsa para ejercer tu profesión con una visión más amplia de la vida.

Al nacer tenía raíces muy profundas. La vieja universidad había conocido los primeros sueños de Céspedes y Agramonte, el martirio de los ocho estudiantes de Medicina y el sacrificio de muchos jóvenes que dejaron sus aulas para empuñar el machete mambí.

La idea de patria surgió en los círculos de una minoría de cuna privilegiada, que eran los que podían acceder entonces a estudios superiores. Aunque nacida en la seudorrepública, la organización tiene el aliento de los padres fundadores de la nación, y del Padre Varela, José de la Luz y Caballero y José Martí heredó el ideal de la justicia plena, de libertad e independencia, valores irrenunciables del patriotismo cubano.

Esos ideales inspiraron sin dudas a Julio Antonio Mella y a todos aquellos que el 20 de diciembre de 1922 estuvieron en el acto fundacional de la Federación.

La FEU vio morir a dos de sus presidentes empeñados en ese sueño redentor: Julio Antonio Mella y José Antonio Echeverría. El primero vilmente asesinado por la espalda, y el segundo en combate contra un régimen de oprobio. Y también a Fructuoso Rodríguez y a tantos otros jóvenes que poblaban sus filas y tuvieron la hidalguía de levantarse en rebeldía por la justicia y la libertad.

Sus integrantes han estado a tono con cada momento histórico. No por gusto Fidel, el 17 de noviembre de 2005, escogió el Aula Magna de la Universidad de La Habana para alertar a los más jóvenes del peligro que corre la Revolución si no somos capaces de cuidarla.

Por ello, en el camino de sus 87 años es preciso defender aquellos atributos que la convirtieron en paradigmática, emblema entre todas las organizaciones imaginadas para los jóvenes, para lo cual es preciso seguir impulsando su poder de convocatoria.

Darle continuidad a una organización sin la cual no es posible escribir la historia de Cuba será la tarea de los que están hoy y estarán en el futuro en las aulas universitarias, para que sea tan comprometida con el destino del país y tan atractiva como lo fue para los que en otros momentos le dieron su impronta y su fuerza.

Al igual que la generación de Mella, de José Antonio, de Fidel, y las que luego del triunfo revolucionario de 1959 han pasado por la FEU, la de hoy tiene que diseñarla y ajustarla a su tiempo, para que continúe siendo una organización de empuje, que ayude a conducir a nuestra sociedad y su Revolución hacia el futuro.

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