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Ernesto Che Guevara: guerrillero, pedagogo y Doctor Honoris Causa

A la gestión de quienes viajaron a La Habana en misión casi imposible de anunciarle la propuesta, se adhirieron influencias nobles de amigos comunes y cariños cercanos del Che

Autor:

Aldo Isidrón del Valle

Difícil visualizar 50 años después imágenes y atributos académicos de quienes integraron la comisión de buena voluntad que en nombre de la Universidad, de su excelsa dirección, FEU incluida, viajó a La Habana a informar, persuadir, al Comandante Ernesto Che Guevara, para que aceptara la invitación al acto solemne en que sería investido con el título, categoría de Doctor Honoris Causa de la Facultad de Ciencias Pedagógicas de la Universidad Central de Las Villas.

Conocían de la vocación pedagógica del Che Guevara en la Sierra Maestra, el Escambray y en la Fortaleza Militar de la Cabaña, bastión batistiano que rindió sus armas a la Columna 8 el 2 de enero, y sabían que era promotor infatigable de la superación de campesinos y obreros y especialmente de los hombres a su mando, a quienes nunca faltó un maestro. Conocían también de su procedencia, de sus años mozos en la ciudad de Córdoba, sede de la Universidad que puso en marcha la reforma más progresista para la época en la enseñanza superior.

A la gestión de quienes viajaron a La Habana en esa misión casi imposible, se adhirieron influencias nobles de amigos comunes y cariños cercanos. El Che aceptó.

Pactaron con Guevara (recién nombrado Ministro del Banco Nacional) que el día y hora de la ceremonia para la investidura solemne, sería el 28 de diciembre de 1959, fecha en que él, un año antes, iniciara el cerco y ataque a los batistianos en Santa Clara. Fue la Universidad Central sede de la primera Comandancia de las tropas lideradas por el Che, y posteriormente la jefatura militar se instaló en lo que es el edificio que hoy ocupa el Comité Provincial del Partido Comunista en Villa Clara.

Che asistiría también, por aquellos días de diciembre, a actos multitudinarios celebrados en ciudades y poblados villareños, liberados por la Columna 8 durante la ofensiva de invierno.

La ceremonia fue en el teatro universitario, cubiertas todas sus capacidades por estudiantes, profesores y otros invitados. La presidencia se constituyó en el escenario. Todos vestían con la toga y el birrete. El rector de la Universidad, Mariano Rodríguez Solveira, prestigioso jurista y revolucionario, ocupó uno de los cuatro micrófonos instalados y pronunció el discurso de apertura, inteligente exposición en la que argumentaba por qué se confería al Che el título de Doctor Honoris Causa.

El Guerrillero Heroico clausuró la ceremonia. Nunca antes en la Universidad Central se había escuchado un discurso con tanta fuerza de argumentos para la convocatoria urgente de aplicar allí los cambios que reclamaba la nueva alborada que nacía con la Revolución Cubana.

Recuerdo al Che sereno, algo fatigado por el asma, muy fluido en su discurso, sosteniendo en la mano la toga, y jamás olvido el aplauso prologando del público, y tampoco el semblante de algunos señores de la presidencia, cuyos rostros no estaban en armonía con el eco sonoro de sus manos.

Aquel discurso posteriormente repercutió en Santa Clara, donde ya estaba en marcha una lucha feroz contra la discriminación racial.

Poseíamos el nefasto privilegio antes de 1959 de ser una ciudad racista. Teníamos un parque dividido por tres sendas, para el paseo de los blancos, los mulatos y los negros. Historia antigua.

Cuentan que al finalizar el discurso del Comandante Guevara, uno de los señores que ocupó la presidencia de la ceremonia comentó: Dios mío, era lo único que nos faltaba, llenar de negros y guajiros la Universidad.

Grabé en cinta magnetofónica el histórico discurso del Che, en una acción de apoyo a mi trabajo profesional. Redacté unas cuartillas descriptivas del acto y sus novedades y una versión de las palabras del Che. Se me ocurrió la feliz iniciativa de enviar el texto íntegro del discurso. La dirección del periódico Revolución acordó su publicación.

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