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Alina Almeida renació en Haití

La cubana Alina Almeida salvó milagrosamente la vida en Haití, cuando se desplomó el edificio en el que laboraba junto a otros compañeros suyos de la coordinación del programa cubano de alfabetización «Yo, sí puedo»

Autor:

Zenia Regalado

SAN LUIS, Pinar del Río.— Alina Almeida Rivera llevaba un cubo hacia la cocina, donde estaban dos compañeros suyos de la coordinación del programa «Yo, sí puedo», cuando de pronto las paredes se movieron y ellos quedaron en el medio. Entonces Javier Labrada, al frente del grupo, dijo: «¡Esto es un terremoto! ¡Vamos, que nos cae encima!».

Cuenta Alina que la escalera de la edificación se movía como una ola. Eran seis o siete escalones que subían y bajaban.

«Mis compañeros perdieron el equilibrio y me halaron el pelo al buscar de qué agarrarse. Luego bajamos al patio. Detrás, las paredes se agrietaban de arriba abajo, y ya afuera vimos como caía una tapia que dividía las dos casas. De refilón, un fragmento de pared me hirió la pierna».

Dos pañuelos que buscó Landy Guerrier, el informático, sirvieron para contener la sangre, pero después el dolor se le hizo insoportable. Entonces salieron a la calle, donde no hubiera peligros de caída de postes o cables, y lejos de los muros.

Yoanis Durán, otra de los 25 integrantes de la brigada de Educación, se encontraba distribuyendo los televisores para la alfabetización y hasta las 11 y 30 de la noche no supieron nada de ella. La acompañó todo el tiempo un haitiano. La larga espera sin saber nada de la compañera fue una triste zozobra.

A las ocho de la noche llegó el embajador, Ricardo Sotero García Nápoles, y los trasladó para la sede diplomática. Acamparon en el jardín para estar a salvo de la caída de paredes. Allí dormían sobre una alfombra y dos colchones. Alina permaneció con la herida abierta hasta las 11, cuando le dieron varios puntos. Todo eso fue el martes 12 de enero. Dos días después salieron de Haití.

«Estuvimos despiertos prácticamente dos noches y hubo en ese período más de 350 réplicas. Sentíamos mareos por el constante movimiento», rememora Alina, quien conversa con nosotros en la humilde casita de Forteza, en San Luis, mientras sus hijos Jorge Javier y Arianna Beatriz la acarician, y el esposo le toma la mano.

La vivienda estaba repleta de gente el día de nuestra visita y ella descansaba su pierna sobre una silla. Jocosamente afirma que esta es la segunda vez que nace; la primera fue a los dos años, cuando sufrió quemaduras en un accidente casero y estuvo un mes sin conocimiento.

Lo que aprendió

Para Alina, Haití marcó un antes y un después. Desde el punto de vista de sus estudios fue una enseñanza, pues nunca había ejercido su especialidad de Economía en condiciones de un mercado capitalista y especialmente en un país tan pobre.

«Las empresas que hay allí son de Francia y otras potencias. Es el peor capitalismo. Coexisten los anuncios con una población con el 80 por ciento de la gente analfabeta y en pésimas condiciones de salud.

«Lo peor es que algunos son tratados como esclavos por los dueños, a quienes suelen llamar “amos”, y en su presencia ni siquiera mueven un músculo. Es penoso que en este siglo aún haya personas en semejantes condiciones.

«Pero yo recuerdo a los haitianos como muy honrados; te entregaban todo lo que encontraban regado. Nosotros los ayudábamos con el trabajo en la cocina», narra Alina mientras toda su familia y varios vecinos arremolinados en la sala la escuchan atentamente.

Muy triste para Alina fue cuando al cerrarse el alquiler, varios trabajadores haitianos se quedaron sin empleo. Los cubanos les tomaron mucho cariño.

Santiaguera y pinareña

Alina nació en Santiago de Cuba, pero hace 20 años vino a vivir a San Luis con su esposo. Ambos estudiaron en el Instituto Superior Pedagógico para la Enseñanza Técnica Profesional Héctor Alfredo Pineda Zaldívar, en la capital, pero es la ciudad de Pinar del Río la que más conocen.

«Cuando comience a darles clases a mis alumnos, tendré muchas cosas que contarles», añadió.

La misión cubana de Educación llevaba cuatro meses en Haití. Cientos de televisores que llevarían un poco de luz para aquel país quedaron sepultados bajo los escombros; pero Alina habla con entusiasmo de la labor de la brigada médica cubana en aquella nación arrasada.

Ahora Alina está rodeada de su familia y todos están alegres al verla renacer por segunda vez.

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