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Orgullo de ser mujer

Cada vez son más las féminas que deciden incorporarse al Servicio Militar. Allí pueden aspirar a una carrera universitaria y aprender técnicas y habilidades que les permiten prepararse para la vida y la defensa de la Patria

Autor:

Rocío Trujillo Olivares

Decir mujer es decir amor, entrega, delicadeza, sacrificio, osadía… firmeza. Ser mujer es creer en un ideal y luchar por él; es proponerse objetivos y alcanzarlos, aunque el empeño implique alejarse de su hogar, de sus seres queridos. Ella confía en que entenderán sus motivos.

Decir Yaimara Quintero, Yulemys Cabrera, Yasleydis Bravo, Ilem Morales y Abanelis Lamoth es sinónimo de mujeres decididas. Son jóvenes de entre 18 y 24 años que ingresaron al Servicio Militar Voluntario Femenino con el fin de adquirir conocimientos para incorporarse a la defensa del país.

Hoy casi terminan la preparación militar básica para los nuevos soldados, conocida como «previa», la cual tiene una duración de cinco semanas de seis días lectivos, con siete horas de clase cada uno.

Yasleydis se incorporó al terminar el preuniversitario porque quiere estudiar una carrera en una institución docente de nivel superior de las FAR. «Mis padres me apoyaron y mis amigos se alarmaron mucho; no obstante, fui al comité militar y me inscribí».

A Yulemys siempre le gustó la vida militar. Desde pequeña observaba con atención todas las ceremonias de este tipo que ponían por televisión. «Aquí me preparo física y técnicamente; además puedo continuar superándome hasta obtener un título universitario».

Extraña sensación

Abanelis confiesa que extraña mucho a su mamá, sobre todo si se enferma. «Es emocionante cuando llega el domingo, y me trae carticas del resto de los familiares o amigos y comida hecha en casa. Siempre lloro, pero es de felicidad. Me pone nostálgica saber de alguna fiesta en el barrio. La vida militar no significa dejar de divertirme. A partir de ahora solo debo organizar y planificar mejor mi tiempo. Lo aprendí aquí».

Fueron muchas las nuevas sensaciones que experimentaron estas muchachas, lejos de casa, de la familia y de los amigos. También hubo descubrimientos.

Yulemys, por ejemplo, constató que la feminidad nada tiene que ver con lo ostentoso. Nos levantamos —relata— antes del toque de diana, es decir, a eso de las cinco de la mañana, para que nos dé tiempo de arreglarnos. No usamos muchas prendas y el maquillaje siempre es discreto.

«Soy hija única y jamás había estado tanto tiempo separada de mi familia. Los domingos son terribles; las madres de mis compañeras se han convertido en las mías también, porque al ser santiaguera y mis padres estar allá, es imposible que vengan a verme», asegura Yulemys.

Ellas están conscientes de la importancia de su decisión; por eso se han mantenido firmes, hasta el final, en el proceso de preparación militar básica, pero no fueron pocos los obstáculos.

Según los oficiales que las atienden, las muchachas son más disciplinadas que los varones, prestan mayor atención, estudian por las noches, son entusiastas y participan con dinamismo en las actividades.

A esta suerte de diálogo informal se nos une Yaimara, quien nos revela el deseo de enseñarle a su pareja el «orden interior» que ganó en las cinco semanas que anduvo de verde olivo. «Mi novio siempre deja las chancletas regadas, no tiende la cama y pone las cosas en cualquier lugar. Aquí la disciplina y los buenos modales son una regla de oro».

Seguramente nunca olvidarán que el respeto al otro es imprescindible para la convivencia y la armonía. Vivir en colectivo, aceptar a cada cual como es, ser solidarias y ayudarse en todo momento, llegar temprano a los lugares, comer rápido, hacer la cama impecablemente, informarse por el noticiero, y mantener el cuerpo en forma haciendo ejercicios, las ha hecho mejores seres humanos.

¿Estás loca?

Ninguna de estas muchachas olvidará tampoco las miradas de reojo o aquella frase tantas veces repetida de «Niña ¿tú estás loca?», llegadas incluso de personas cercanas a ellas. Eso me dijeron mis amigos —recuerda Yaimara— cuando se enteraron de que yo haría el Servicio Militar Voluntario Femenino. Hubo algún varón que me lo reprochó, porque para él era obligatorio, y le pesaba; y yo, sin embargo, quería venir por mi cuenta.

«La primera vez que lanzamos granadas me temblaban las manos. Tuve un poco de miedo y la explosión me asustó mucho. Los primeros disparos también fueron impresionantes. Disparaba y lloraba. Hoy reconozco todos los sonidos», agrega Abanelis.

Yulemys se hizo un esguince en la trinchera y enseguida la atendieron, porque en su unidad hay un sanitario, un médico y una ambulancia las 24 horas.

«Lo que más hemos padecido es amigdalitis debido a la temperatura del agua, tendinitis, ampollas provocadas por las botas y desmayos. No obstante, estamos aquí porque nos gusta esta vida y estamos adquiriendo experiencia y conocimientos importantes», sostiene Ilem.

Yasleydis pensó que no llegaba al final, pero se adaptó y lo logró. «Estoy lista para el Juramento. No tengo quejas de los oficiales y sargentos instructores, porque su trato para con nosotras ha sido el mejor. Nos han ayudado, orientado, aconsejado… Además, en el campamento todo está muy limpio, las camas son cómodas y los baños tienen excelentes condiciones. Eso nos reconforta cuando llegamos de los entrenamientos».

A estas muchachas se les garantizan ocho horas de descanso, durante las cuales las jóvenes duermen, leen, mantienen el orden interior y realizan otras actividades.

Ellas han crecido. Son referentes para sus familiares y amigos. Aprendieron hasta de los momentos impactantes o situaciones adversas.

Yulemys recuerda que el Servicio Militar les brinda la posibilidad de adquirir conocimientos, de seguir superándose y alcanzar una carrera universitaria, si optan por la Orden 18.

«Dicen que las mujeres que pasan el Servicio Militar tienen mala fama. Eso no es cierto. Hay que saber darse a respetar, porque podemos hacer los mismos ejercicios que los varones, resistir las maniobras, las caminatas, el peso de la mochila, la pala, el fusil, y seguir siendo féminas en todo el sentido de la palabra. Es difícil y exige mucho sacrificio, pero cuando se quiere se puede. Para mí es un orgullo ser mujer y poder defender a nuestro país desde las mismas trincheras que cualquier hombre», concluye.

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