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Mujer de obras tomar

No debemos comenzar ninguna obra si técnicamente no está preparada con todos los proyectos, licencias y suministro de los recursos. El equipamiento y herramientas deben ser una garantía, afirma la directora del contingente Julito Díaz

Autor:

Marianela Martín González

Casi siempre anda con los espejuelos en la cabeza y con el moño recogido. La construcción es de mucho ajetreo y se necesita andar ligera, considera una de esas mujeres que ayudan a levantar a Cuba desde el anonimato.

«La Coral de pelo suelto es poco conocida», dice cuando le sugerimos que se acomode el cabello para retratarla. Coral Laza Choy, es directora del Contingente Julito Díaz. Desde 2001 comenzó en este mismo lugar como vicedirectora técnica, y en 2004 asumió dirigir la esfera productiva de esta entidad constructora, fundada el 14 de julio de 1986.

En el movimiento de microbrigadas inició su vida laboral, desde que se graduó en 1987 como ingeniera civil. En aquel entonces el Pabellón Central de Expocuba era solo un proyecto y le abrió los brazos a esta mujer que ha dejado su impronta como técnica en el recinto ferial más grande de la Isla. También en el Plan especial de vivienda Las Arboledas, de Aldabó, en Boyeros, vigiló cada metro de pared que se levantaba para que no se violaran normas de calidad.

«Todavía recuerdo el frío que soportábamos haciendo las columnas del Pabellón Central de Expocuba. Por suerte había que estar siempre en movimiento. Parecíamos hormigas, porque la fecha de entrega era inviolable. Tuve la suerte de conocer allí a un ejecutor llamado Abelino, que me enseñó un montón de secretos que ni en la misma academia se enseñan. Él ya falleció, pero su lealtad a los deberes y su intransigencia con la chapucería me contagiaron para toda la vida».

Cuando le preguntamos cómo eligió una profesión que demanda tanto sacrificio, dice que casi no sabía lo que le esperaba, pero formarse como ingeniera era un deber para quien estudiaba en la vocacional Vladimir Ilich Lenin, donde las ciencias técnicas siempre se han potenciado, por lo que significan para el desarrollo del país.

«Mi padre falleció casi empezando la universidad, pero ahí quedó la vieja con el mando. Creo que redobló el rigor. Gracias a eso también salí adelante».

El Contingente Julito Díaz lo integran 440 trabajadores. Lidiar con estas personas con niveles de escolaridad heterogéneos es para Coral una labor de orfebrería. «A cada cual hay que tratarlo teniendo en cuenta su nivel y su procedencia. Es difícil que algunos con menos calificación comprendan a veces ciertas indicaciones, pero cuando se les habla de la importancia de las tareas van contigo al fin del mundo. Es una fuerza humilde que enfrenta cualquier tarea por compleja que resulte».

Explica que de las 60 mujeres que trabajan en el Contingente casi todas rebasan los diez o 15 años en el centro. La fuerza, de manera general, es muy estable desde hace cerca de tres años, debido a que se ha logrado capacitar a todos los trabajadores y nivelarlos de acuerdo con sus especialidades. «Tenemos brigadas de montaje de carpintería de aluminio, pintores, especialistas en impermeabilización… En la especialidad de albañilería contamos con enchapadores y macilleros. Eso ha garantizado la permanencia en el contingente».

En el Julito Díaz hay obreros albergados que durante más de diez años han completado la plantilla. Ahora con la política de que regresen a sus provincias, para desde allí contribuir al desarrollo de sus localidades, la cifra se redujo, pero se conservaron los especialistas.

«Casi todos los albergados nuestros son albañiles. En total tenemos 44 y están muy comprometidos con el contingente. Pernoctan en el contingente Machaco Ameijeiras, donde hay buenas condiciones para alojarlos. La cuota de alimentación que recibíamos para ellos ahora se trasladó al Machaco, pero esos hombres siguen siendo nuestros. Sus problemas son nuestros».

—¿Qué se necesita para retener a las fuerzas productivas y que estas se ganen el prestigio con la calidad de sus obras?

—Para poder ser eficientes tenemos que darle cumplimiento a la Resolución 91/2006, que pauta todas las obligaciones y las funciones de las partes que intervienen en el proceso inversionista. Eso aún es asignatura pendiente en muchos lugares y nosotros no somos la excepción.

«Hay que lograr que cada cual cumpla con sus funciones. Hoy ese proceso se está fiscalizando con más perseverancia. No debemos comenzar ninguna obra si técnicamente no está preparada con todos los proyectos, licencias y suministro de los recursos. Incluso el suministro de equipamiento y herramientas debe ser una garantía. Eso nos golpea con frecuencia todavía.

«El personal nuestro tiene disposición de trabajar, estamos preparados para hacerlo a cualquier hora; lo mismo con doble turno que con uno solo, pero realmente el talón de Aquiles de nuestro trabajo está bien identificado: es la inestabilidad con el suministro de materiales.

«Existen muchos programas, como el de la vivienda, que comenzó con un nivel de materiales asegurados, pero hay otros que no tienen organizado todo el proceso para que al iniciar con una obra no nos detengamos por la falta de recursos. En definitiva cada paralización de una obra lo que trae como consecuencia es que se afecta a los trabajadores y esta se encarezca».

Para terminar el primer semestre del año el Contingente deberá culminar 14 viviendas y 24 en el segundo corte. Tres de los inmuebles se entregarán como estímulo a trabajadores del mismo centro que han mantenido una trayectoria laboral íntegra durante un período considerable.

«Antes nos dedicábamos a reparar hospitales fundamentalmente y eso limitaba resolver los problemas habitacionales de nuestros obreros. La posibilidad de construir viviendas y que algunas se destinen a las mismas manos que las construyen resulta promisorio para los trabajadores, pues saben que la permanencia y la disciplina les pueden servir para mejorar sus vidas con algo tan necesario como una vivienda».

—¿Trabajar en un frente de la construcción hasta qué punto ha lastrado a la Coral madre y esposa?

—Me veo a veces como si necesitara días con más de 24 horas para darle a mi familia lo que quiero y merece. Mi mamá dice que lo que más me preocupa es el Contingente y mi esposo comparte ese criterio junto con mi hija. Al final todos logramos un consenso y nos complementamos como una familia que sabe poner cada cosa en su lugar, y sobre todo comprender que hay tareas a las que hay que meterles el pecho completamente. Luego ellos mismos se sienten orgullosos cuando ven que las obras salen bien y una puede ir a la cama con un poco de tranquilidad.

«Cuando echo mi regaño en casa me ordenan ir a mandar al Contingente y los trabajadores me dicen que peleo mucho, que cuando llego a la casa seguro hago lo mismo con mi esposo. Les respondo que casi siempre llego cansada.

«Trabajamos de siete a seis de la tarde, de lunes a sábado. Los domingos hacemos trabajo voluntario dos veces al mes, en dependencia de la obra que lo requiera.

«Estamos preparándonos para el doble turno. Con ese sistema podremos culminar las viviendas comprometidas. Hicimos un levantamiento para diagnosticar las condiciones que hay que crear para trabajar de noche. Se necesitan iluminación, merienda y controles técnicos. Estamos organizando todo el proceso; pensamos en terminar este mes».

Antes de marcharnos alguien que conoce bien a Coral nos advierte: «Esa mujer es dulce hasta más no poder, pero cuando se enfrenta a las negligencias es un tren. Aquí la respetamos porque no es jefa de papeles. Se mete en las obras y se embarra. Vino de abajo. Se las sabe todas».

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