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Miniaturas por manos pequeñas

El proyecto Baño de luz permite a los niños echar a volar su imaginación y llevar grandes sueños a minúsculas creaciones, en las que la vida y obra del Apóstol es la temática más abordada

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Sabe que surgen amores de las pequeñas cosas. Con infinita paciencia e innegable ternura manipula palillos, papeles de colores, tijeras, plastilina, cartones, pinceles, crayolas, todo lo que tenga a su alcance para crear un gigantesco mundo de miniaturas.

Al pequeño de diez años, Renel Nieves Durán, lo descubrí porque su admiración por José Martí desbordaba de sus menudas manos.

A la vez que movía ágilmente sus dedos y explicaba el porqué de insertar una palma aquí, o el predominio de un color allá, gustosamente compartía cuánto le había complacido leer sobre la labor del Apóstol en Tampa para aunar voluntades por nuestra causa, sus tristes momentos en el presidio político o de su profundo amor por sus hermanas y su hijo.

Ante los ojos curiosos, Renel desplegaba sus habilidades manuales en el salón expositivo del Palacio de las Convenciones durante el recién celebrado II Coloquio Internacional José Martí: Por una cultura de la naturaleza, mientras confesaba el origen de su pasión.

«Mi mamá me leía los cuentos de La edad de oro por las noches, y cuando ya supe leer me los devoré todos. Después me atrapó el primer volumen de los Cuadernos Martianos, porque sé que hay otros y hace poco terminé de leerme un Atlas de Martí donde aparecen más imágenes, de las que he tomado algunas ideas. Al principio solo leía y pensaba, ahora lo que hago con mis manos es un homenaje para él también».

—¿Solo trabajas la vida y obra martiana en la miniatura?

—No, me gusta hacer otras cosas. Por ejemplo, tomo las vainas de los árboles y con papel maché y otros materiales logro un cocodrilo, que es la imagen animal con la que comparamos a Cuba. Hago cisnes, rosas, tulipanes, mariposas, todo lo que me inspire, y los obsequio; pero no hay nada comparable con Martí. Me gustan mucho algunos de sus creaciones como El camarón encantado, Los dos ruiseñores, Los zapaticos de rosa… pero más que eso yo lo admiro mucho, y por ello lo que más disfruto hacer es recrear escenas importantes de su vida».

Raíces de un don

Tras las pistas de la magia en las manos de Renel, estudiante de cuarto grado de la escuela Rafael María de Mendive en el municipio capitalino de Regla, supe que sus padres combinaron complicidad y conocimientos en el afán por catalizar sus deseos.

«Con todos los libros que mi papá me consiguió, aprendí a hacer muchos tipos de origamis, y fue mi mamá quien me dio el primer pedazo de plastilina. Hice muchos animales y muñequitos. Un día en el Barrio Chino supimos de una convocatoria para un grupo de niños y desde entonces he aprendido mucho más», contó.

Manuel Muján, presidente nacional del Club Martiano, es quien agrupa a todos los niños mayores de ocho años con habilidades manuales en miniaturas en la Casa de las Tradiciones Chinas cada sábado, bajo el proyecto Baño de luz.

«El proyecto surgió hace ocho años a partir de una exposición personal del mismo nombre presentada por mí en el Memorial José Martí. Habitualmente en mis obras utilizo hueso, madera, bambú y otros materiales que demandan el empleo de instrumentos peligrosos para los niños. Por eso ellos emplean recursos más nobles en dependencia de los que más les llame la atención», explica Muján.

El proyecto, patrocinado por la Sociedad Cultural José Martí, ha permitido que otros niños como Renel echen a volar su imaginación y lleven los grandes sueños a minúsculas creaciones. Estimular su interés por la vida del Héroe Nacional es uno de los principales objetivos, de ahí que sea la temática más abordada por ellos en sus obras.

—¿Cuánto pudiera aportarles su participación en el proyecto?

—Aprenden el arte de la paciencia, la satisfacción ante una obra bien hecha y el sentido de pertenencia e identidad hacia uestra cultura y en particular con el ideario martiano. Cada niño llega con brillo en los ojos, ansiedad en las manos y motivos de inspiración. Algunos ya saben lo que más les gusta hacer; otros lo descubren por el camino. Pero sin dudas, lo más relevante es cuánto logran identificarse con la obra martiana a partir del intercambio que hacemos entre todos, los libros que compartimos, las historias que contamos y lo que puedan hacer con sus pequeñas manos para reflejarlo. En resumen, como su nombre lo indica, reciben un Baño de luz.

Renel sonríe y asiente. Sus manos inquietas no cesan de trabajar. Un Martí formado por diminutos materiales, sobre una blanca superficie, esboza una sonrisa. Entre mis manos, un tulipán amarillo cual señal de agradecimiento, y los aplausos de aprobación de todo el que admira sus «gigantes» creaciones.

«Espero saber más de Martí y perfeccionar lo que hago. De esa manera es como más feliz me siento, amando lo grande desde lo pequeño», añadió.

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