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Médicos timorenses agradecen a Cuba por su preparación

Haberse formado como un hombre diferente, salvar una vida, sentirse útil en la tierra que lo vio nacer y aun lejos de ella, son las verdades de muchos médicos en Timor Leste formados por galenos cubanos

 

Autor:

Nyliam Vázquez García

Las razones podrían ser infinitas y agosto el mejor de los pretextos para hacer balance. Con las más disímiles características, historia y cultura, seres humanos de los más recónditos puntos del planeta pronuncian la misma frase. Cada uno en su idioma y con sus ritos. Cada quien con su historia personal a cuestas, al tiempo que millones sostienen sus esfuerzos. La esencia es la misma en todas las voces: «¡Gracias, Fidel!».

El Comandante encarna mucho de lo que somos, mucho de lo que quisiéramos ser. Este pueblo ha sabido del amor de otros a fuerza de la solidaridad que por más de medio siglo nos ha definido. Los cubanos han estado en todos los frentes, desde la primera línea de combate hasta la formación de recursos humanos. No han sido coyunturas ni falsas promesas; hasta nuestros enemigos tienen que reconocer que forma parte de la naturaleza de esta Isla no dar lo que le sobra, sino compartir lo que tiene. Por eso no es extraño que, incluso al otro lado del planeta, Cuba y Fidel sean palabras que coloquen luz y sonrisas en rostros desconocidos.

La hermosura de un sueño

Haberse formado como un hombre diferente, salvar una vida, sentirse útil en la tierra que lo vio nacer y aun lejos de ella, son las verdades de muchos en Timor Leste.

«Formar médicos aquí fue una idea muy linda de Fidel y llevarla a la práctica, una de las metas más nobles del profesional cubano de la salud», asegura el joven timorense Hermenegildo Pereira, quien cursó estudios de Medicina en Cuba.

Para él, el punto de partida es resumen de lo que ha sido su vida, de lo que ha aprendido.

«Primero quiero dar las gracias a Fidel y al pueblo de Cuba, a mis profesores allá que hicieron de mí un hombre diferente por habernos considerado como a sus propios hijos y habernos aceptado como hermanos. También por enseñarme que la vida es de todos y que unidos podemos hacer mucho más y con mejor calidad».

De regreso a su país, y sobre la marcha, cuenta otras impresiones: «Cuando llegué al subdistrito me impresionó mucho la labor que allí realiza mi profesor Yudilbanis Cruzata. ¡Camina tanto para llegar a cada lugar donde lo necesitan! Sin embargo, siempre está contento, parece incansable. Nuestro día transcurre entre las consultas de por la mañana, el almuerzo y ya a las dos de la tarde estamos en labores de terreno. Siempre estamos de guardia».

Más adelante, el propio Pereira se refiere al modo en que son acogidos esos servicios de salud en su país.

«La población quiere mucho al doctor cubano, y en el centro de salud es como si fuera un dios. He aprendido mucho con él, pues he podido llevar a la práctica lo que ya tenía en teoría».

El joven timorense Salesiano Pinto también tiene experiencias muy ligadas al subdistrito Hatudo, de su país. Ahí tuvo lugar un acontecimiento que lo marcó para siempre.

«Por primera vez en mi vida realicé un parto pero, por supuesto, bajo la tutoría y la ayuda de mi profesor cubano Isael Muguercia y de las parteras del centro de salud. Se trataba de una madre de 39 años de edad con un total de seis hijos. Desde el horario de la mañana había comenzado con dolores en el bajo vientre y las caderas, y en el horario del mediodía comenzó a perder líquido(…) Al principio me puse un poco nervioso, pero finalmente se produjo el parto. El recién nacido tuvo buen peso y la madre se empeñó en ponerle mi nombre. Era algo muy hermoso, pero insistí en que debía llamarse Fidel».

Salesiano también agradece haber estado rodeado de sus hermanos cubanos en momentos difíciles, como «cuando perdí a mi madre en Timor y pensé que allí no tenía nada más que hacer, debido a que ya no tenía a quién querer. Gracias a la dedicación, los consejos y la solidaridad de mis profesores y mis compañeros, me di cuenta que sí, que hacía falta y que debía regresar a mi país para cumplir con el ideal de Fidel: ayudar a mejorar la salud de mi querido pueblo».

Las vivencias de estos jóvenes se complementan con las de los médicos cubanos, quienes en esa nación asiática salvan, enseñan, hacen un país diferente y mejor con cada uno de sus actos.

Timor: un capítulo de sus vidas

La doctora Odalys Esther Polanco fue ubicada en uno de los distritos más alejados de la capital, con vías de acceso en pésimas condiciones para el traslado de pacientes hacia el Hospital Nacional, cuenta. Para ella fue todo un reto aprender, en pocos días, las palabras básicas en lengua tetum para entrevistar a los enfermos, siempre con la ayuda de los estudiantes y de los colegas timorenses. También fue difícil enfrentarse a una cultura diferente, a enfermedades que no existen en Cuba como la malaria, la tuberculosis infantil, la desnutrición proteico-energética en su máxima expresión; incluso, con protocolos de tratamiento diferentes.

«No hay mayor gratificación que ver cómo un paciente que recibiste en estado crítico, entre la vida y la muerte, evoluciona satisfactoriamente y al final se va de alta, curado. Los ejemplos serían incontables», asegura la doctora Odalys.

«El caso que más me marcó fue un recién nacido, pretérmino de 32 semanas, con un kilogramo de peso, que estuvo ingresado durante tres meses en el hospital. A pesar de las muchas complicaciones (…) el paciente se fue de alta sano y con peso adecuado para su edad gestacional… Son esos los detalles que te hacen enorgullecerte de ser médico cubano y haber venido a un país como este a brindar tu ayuda desinteresada con entrega, consagración, profesionalismo, humanismo y, sobre todo, mucho amor. Eso te hace mejor ser humano y un profesional más integral».

La doctora María Esther Bosch, especialista en Ginecología y Obstetricia, también tiene sus vivencias a flor de piel.

«Timor Leste constituye un capítulo en mi vida. Aunque transcurran los años, jamás podría olvidar… Desde el punto de vista personal y específicamente de mi especialidad, he tenido la oportunidad de enfrentar patologías tanto ginecológicas como obstétricas que son poco frecuentes, y en algunos casos nulas en nuestro país».

Señala Esther que le llamó la atención el elevado índice de multiparidad en esa nación, unido a la gran incidencia de partos no institucionalizados, con lo que se elevan las probabilidades de complicaciones. La llenan de orgullo las muchas vidas que ha salvado el equipo médico al que pertenece, y lo satisfactorio de las experiencias quirúrgicas.

No puede ella dejar de mencionar las bondades de nuestro sistema de salud, a pesar de las limitaciones. Y relacionado con su especialidad, pondera las ventajas del Programa de Genética aplicado en la Isla para todas las embarazadas, y otros como el programa de diagnóstico precoz del cáncer cérvico-uterino o la atención prenatal, los cuales, a su juicio, sustentan muchos de nuestros logros.

Formar parte del ejército de batas blancas que ha llegado hasta los más recónditos parajes de esta pequeñísima isla del sudeste asiático, seguro estará entre las anécdotas que contará a sus nietos. Estar allí, cumplir la doble función de médico y profesora, es uno de sus más grandes regocijos.

La hace sentirse orgullosa su labor en Baucau, «cumpliendo la doble función del trabajo asistencial y docente, dando atención de manera directa a un grupo de estudiantes de 4to. año de la carrera de Medicina, pertenecientes a ese distrito, y a Los Palos y Viqueque. Pude apreciar que el tiempo transcurrido en estas tierras no ha sido en vano; de alguna manera vamos a dejar nuestra pequeña semillita aquí, al formar a los médicos del mañana, quienes serán los encargados de continuar la grandiosa labor iniciada por nosotros en estas tierras del sándalo».

Hermenegildo, Yudilbanis, Salesiano, Isael, Odalys, Esther y tantos otros llenarían infinitas páginas con sus escaladas de amor, con los sacrificios de sus vidas por otros pueblos y por uno de los principios elementales que sostienen al nuestro. Allá donde van dejan sus huellas, y muchas quedan también el mapa de sus vidas. Ellos y todos llevan sobre sí la responsabilidad de hacer realidad lo que millones de cubanos estarían dispuestos a realizar: el sueño hermoso del gigante, quien recorre con su obra los cinco continentes. Esas son las razones que elevan las voces para, primero, dar las gracias al pueblo de Cuba… y a Fidel.

Más de cinco años de labor

Como parte del acuerdo intergubernamental suscrito en febrero de 2004 entre los Gobiernos de la República Democrática de Timor Leste y la República de Cuba, ese mismo año se inicia la cooperación en la esfera de la Salud, mientras que en Educación se inician al año siguiente, según información de la página web de la Embajada cubana. Estos son algunos resultados:

•El número de vidas salvadas alcanza la cifra de 15 331 personas.

•Disminución de la mortalidad infantil y materna .

•Cobertura del ciento por ciento de la Atención Primaria y de la Atención Secundaria en casi todas las aéreas de muy difícil acceso y condiciones.

•Realización sistemática de visitas a los hogares para el accionar con el individuo y la familia.

•Creación de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Timor Leste en diciembre de 2005, con todo el claustro integrado por personal cubano, que aplica un nuevo modelo de formación de médicos en los 13 distritos del país, con matrícula de 249 estudiantes de Medicina.

•Se abrieron 11 nuevos servicios. Destacan: Neonatología, Terapia Intensiva Infantil, Medicina Legal, Microbiología, Emergencia Médica y Anatomía Patológica.

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