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«Creo en la capacidad de los pueblos»

Exhorta Fidel a continuar los esfuerzos por crear una conciencia mundial para evitar la guerra atómica. Participa en Taller Científico y conferencia magistral Consecuencias climáticas de un conflicto nuclear, del estadounidense Alan Robock, experto mundial en la materia

Autor:

René Tamayo León

«Nuestra batalla es hacer conciencia. Creo en la capacidad de los pueblos de aprender», señaló el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz tras la conferencia magistral Consecuencias climáticas de un conflicto nuclear, del doctor Alan Robock, una de las autoridades mundiales más prominentes en el tema.

«No es una conferencia alarmista», señaló el líder de la Revolución al elogiar la presentación del científico estadounidense, donde se recoge en detalles, con sencillez y claridad, los efectos catastróficos que tendría para el planeta un conflicto nuclear.

El Taller Científico sobre cambio climático, en el que participaron expertos del Instituto de Meteorología y de otros centros de investigación del país, se desarrolló la víspera en el Palacio de Convenciones, donde Fidel escuchó atentamente las opiniones del profesor norteamericano.

Durante un breve intercambio antes de empezar la conferencia, Robock contó a Fidel —según relató el mismo Comandante— lo poco difundido que han sido los resultados de las investigaciones de sus colegas y él al respecto, las cuales comenzaron en los inicios de los años 80.

«Sencillamente se ignoran», aseveró Fidel, pero los planteamientos tienen la suficiente gravedad para ser tomados en cuenta, dijo. «Debemos luchar porque los conozca el mundo», sentenció.

El invierno nuclear

Las investigaciones del Profesor de la Universidad de Rutgers —New Brunswick, New Jersey— junto a otros colegas sobre el invierno nuclear que seguiría a una conflagración atómica revelan —a través de diferentes modelos— que el planeta sería copado por una gran cantidad de humo, se impediría la penetración de los rayos del Sol, la superficie terrestre se enfriaría y quedaría a oscuras.

«El cambio climático es un problema serio, pero la mayor amenaza sobre el planeta hoy es la guerra nuclear», afirmó.

El invierno nuclear es una teoría simple y horrible, agregó, y aunque no se ha comprobado a nivel experimental, análisis de otros fenómenos lo corroboran, como los terremotos, en especial el de 1906 en San Francisco, al que siguió una cadena de fuegos que produjeron una cantidad de humo inimaginable. También ejemplificó con las tormentas de fuego en la Segunda Guerra Mundial e, incluso, los fenómenos atmosféricos en el planeta Marte, procesos con consecuencias muy similares a las previstas aquí.

Se trata —agregó— de una situación sin precedentes en el cambio climático y en la historia humana.

Robock detalló en su presentación que según datos de hace dos años, los países con armas nucleares son Rusia, con 14 000, Estados Unidos (9 400 —superan en potencia a las rusas), Francia (300), China (176), Gran Bretaña (200), Israel (116), India (85), Paquistán (52) y la República Popular de Corea (10 —sin confirmar). No obstante, dijo, 32 países tienen capacidad de producirlas.

Ya no es un secreto la fabricación de estas armas, dijo, solo depende de la disponibilidad del plutonio y uranio adecuado. Con los materiales que existen, agregó, se podrían fabricar 100 000 armas nucleares.

La alarma crece si se sabe que el mundo supera hoy en 10 000 veces el poder explosivo de todos los tipos de armas utilizados en la Segunda Guerra Mundial, y que el poder de fuego de todas las guerras humanas conocidas hasta hoy equivale a 10 megatones.

El doctor Allan Robock explicó que aunque en la actualidad se dispone de un tercio del arsenal nuclear de 1985, los seis mil millones de habitantes de la tierra disponen de un per cápita equivalente a 750 kilogramos de TNT.

No obstante, añadió, es un poder concentrado en unos pocos países. Y, no solo se trata del uso de las armas estratégicas a nivel mundial, sino que conflictos entre dos potencias nucleares emergentes podría llevar a una situación sin retorno a la civilización humana y al resto de las criaturas que viven en la Tierra.

El uso tan solo del uno por ciento del arsenal nuclear actual, señaló, podría cambiar de forma sin precedentes la vida en la Tierra. Los efectos, ejemplificó, se mantendrían al menos 10 años, pues el humo provocado por las explosiones en una ciudad como las que existen hoy en China, Paquistán y la India se mantendrían en la atmósfera por largo tiempo.

Meta posible

El Comandante en Jefe exhortó a divulgar lo más posible los estudios de Allan Robock y sus colegas, los cuales, dijo se apoyan en imágenes y datos de los que no teníamos idea. Recordó que cuando supo del Taller Científico y de la ponencia del profesor estadounidense, quiso asistir.

Señaló que el estudio está elaborado con mucha precisión. «No le sobra una palabra a la explicación», reafirmó.

Al finalizar el encuentro, el Comandante en Jefe obsequió al científico estadounidense ejemplares dedicados de sus más recientes libros, La Victoria Estratégica y La Contraofensiva estratégica.

Al insistir en su convicción de la capacidad de los pueblos de aprender, señaló la posibilidad de crear conciencia sobre el tema, y luchar por evitar la guerra nuclear. También recordó que junto a ese peligro están las modernas armas convencionales con capacidad más destructiva que una bomba atómica.

En el mundo existen hoy más 20 000 armas nucleares y  con unas pocas se puede destruir el mundo, por eso no puede ser de cuerdos la fabricación de las armas nucleares.

Los científicos reunidos en el Taller sobre el cambio climático, también reafirmaron su compromiso con denunciar el peligro inminente de guerra nuclear y coadyuvar en la creación de una conciencia mundial a favor de la paz y en contra de la guerra.

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