Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El colmenero

El campesino villaclareño Luis Manuel Domínguez Fernández sostiene el compromiso de aportar cerca de 15 toneladas de miel al año

Autor:

Yoelvis Lázaro Moreno Fernández

MANICARAGUA, Villa Clara.— Más de una década entre colmenas y colmenares, en una suerte de hombre orquesta por los campos, que lo ha obligado a ser lo mismo castrador, carpintero que mecánico, han fraguado, con el mismo laboreo con que se hace la miel, la juventud de Luis Manuel Domínguez Fernández.

Confiesa este muchacho de solo 28 años, Vanguardia Juvenil Campesino Nacional en el 2009 y distinguido con igual rango en su provincia durante tres años consecutivos, que su apego por el mundo de la apicultura fue gestándose desde muy  temprano.

Rememora que siendo un niño su padre solía montarlo en el caballo de la bicicleta y llevarlo hasta Polo Viejo, La Lima, Valle Blanco y muchos otros parajes de esta geografía montañosa en los que habían instalado muchos colmenares, que según nos explica son una hilera de torres compuestas con varias cajas a las que llaman colmenas.

Con especial interés recuerda a un viejo amigo de su casa llamado Herminio, que le enseñó con mucho esmero a su familia el arte de lidiar con abejas y le regaló varios colmenares a su padre, quien más tarde acabó entregándole dos a él para que los atendiera cuando apenas tenía 17 años.

Transcurridos desde entonces dos lustros de no poco trabajo, este joven manicaraguense cuenta hoy con 250 colmenas ubicadas en nueve colmenares, lo cual le permite aportar anualmente cerca de 15 toneladas de miel, aproximadamente 12 kilogramos de propóleo y alrededor de 280 de cera, cifras que como compromiso productivo exigen para cumplirse una atención esmerada con vistas a lograr de manera sostenida altos rendimientos.

Sin embargo, Luis Manuel revela que las producciones apícolas también dependen en buena medida del clima, la temperatura y el comportamiento característico de la naturaleza en las diferentes estaciones del calendario. «El último trimestre del año, por ejemplo, ofrece tradicionalmente favorables condiciones para la producción de las abejas. Octubre, específicamente, es un mes en el que aumenta la floración del bejuco indio o leñatero, del que se nutren ellas para luego fabricar la miel y la cera.

—¿Qué tiempo se demora ese proceso?

—En períodos de cosecha como este, de 15 a 20 días, quizá poco más. En otras etapas de año resulta más prolongado.

—¿Cuáles son los mejores sitios para instalar un colmenar?

—Deben construirse en zonas más bien secas, cálidas, donde la humedad no se sienta demasiado. Se recomienda ponerlos en un lugar en el que haya agua en un radio aproximado de 50 a 100 metros y se reciba de frente el sol en las mañanas.

—¿A qué distancia ha de estar uno de otro?

—A no menos de tres kilómetros.

—¿Pueden levantarse cerca de las casas?

—Sí, generalmente en esta región manicaraguense, que está en la premontaña del Escambray, casi todos están instalados próximos, aunque a una distancia prudencial de algunos hogares. Sus miembros más bien nos ayudan y los cuidan.

—Por lo que he visto esta es una labor en la que se trabaja durante el año...

—Así mismo es, siempre hay algo que hacer. Cuando uno no está asistiendo las colmenas, tiene que estar preparando las cajas, desinfectándolas, arreglando los caminos. Por suerte, en mi familia todos ayudan.

—¿Imagino que te hayan picado unas cuantas abejas...?

—¿Que si me han picado? Muchísimas veces, sobre todo en la castración, que es cuando uno va a la colmena y la destapa para sacar el panal. Ya uno se va adaptando, ya me duelen menos, pero al principio no fue fácil. Cuando las abejas vienen hacia ti no debes manotear, ni correr. Lo mejor es quedarse tranquilo, pues si sales huyendo las alborotas más».

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