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Delegados al XVII Festival de la Juventud y los Estudiantes recuerdan las contiendas de África

La delegación multinacional que representará a la Isla en el evento más importante de la juventud progresista, pudo revivir la historia de las gestas africanas a partir de las confesiones de varios de sus protagonistas

Autores:

Yailin Orta Rivera
Jorge L. Rodríguez González

Fue como asomarse a un valioso libro de Historia lo que sintieron los delegados al XVII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes cuando compartieron, por más de tres horas, con destacados combatientes cubanos de las gestas de África.

Hasta los días junto a Tatú (el Che) los condujo el comandante Víctor Dreke, quien abrió sus palabras con la primera impresión que tuvo cuando, en los tiempos duros de la lucha contra Batista, conoció al Che.

Fue el 15 de octubre de 1958 cuando las heroicas tropas de la Columna número 8 llegaron a la zona del Escambray, prácticamente desharrapados pero con la moral muy alta. En esas circunstancias saludó al Guerrillero Heroico, quien después de interesarse por una herida que él había sufrido, le dijo que ya estaba bien para regresar a la lucha.

Pero esta no fue la única lección como líder y revolucionario que le dio el Che a Víctor, otros sucesos extraordinarios unieron sus caminos. Contó el comandante Dreke a los jóvenes que el año 1965 volvió a marcarlo con otra importante misión.

A finales de enero comenzaron los preparativos de aquella acción secreta. «Le dijimos a la familia que íbamos para la Unión Soviética, y hasta realizamos el entrenamiento militar sin saber para donde íbamos.

«El 1ro. de abril llegamos al Congo para cumplir nuestro deber como combatientes internacionalistas. El jefe nuestro siempre fue Tatú, pero para proteger al Guerrillero, yo aparecía como el jefe», precisó en el diálogo.

Los días de Cangamba

Otro de los pasajes épicos que pudieron recorrer los jóvenes que asistirán a la cita de Sudáfrica fueron los protagonizados por Jorge Luis Hernández, uno de los combatientes de Cangamba.

La historia estremeció el escenario. «Cuando perdí el ojo no me dejaron seguir en la batalla. Al principio hice resistencia a la decisión, y le dije a mi compañero que el que había perdido era el ojo de guiñar, no el de tirar».

La anécdota arrancó aplausos entre los jóvenes, quienes supieron así de la fibra de esos héroes que vencieron a desproporcionadas fuerzas enemigas.

Para el coronel (r) Fidencio González Peraza, recordar esta página de arrojo en las gestas africanas, es también rememorar a muchas figuras de nuestra historia, pero sobre todo, precisó, esta batalla permitió saber hasta qué punto la dirección de la Revolución confió en ese grupo de hombres atrincherados en ese punto de la geografía angolana.

En su relato, Fidencio dibujó la crueldad de las tropas racistas del apartheid que los tenían acorralados, casi sin dejarle margen a la vida. El espíritu revolucionario, el amor a la patria y los ideales políticos fueron poderosas fuerzas que los mantuvieron resistiendo, a pesar de que ya casi no tenían comida ni agua, y la metralla de la UNITA no dejaba de caer.

Aquella aldea de la provincia de Moxico estaba muy lejos de sus casas: a 14 000 kilómetros. Las fuerzas enemigas eran abrumadoramente superiores y se encontraban posicionadas a menos de 20 metros de sus trincheras. El enemigo hacía fuego todos los días con una intensidad a la que no estaban acostumbradas las tropas.

«Era muy difícil encontrar allí una hoja de un árbol completa, o un tramo de alambre de cuatro metros, la tierra se cuarteaba, las casas estaban totalmente destruidas», cuenta Fidencio, y explicó que casi todos los refugios habían sido destruidos.

Recordó como un momento muy triste la muerte del médico Luis Galván Soca, debido al impacto de un mortero en el refugio donde se encontraba el puesto médico. En aquel momento también murieron otros compañeros y algunos resultaron heridos.

El hambre y la sed no los rindieron. Quizá olvidaron que llevaban varios días sin comer o tomar un sorbo de agua, incluso sin dormir, lo cual arreciaba aun más el cansancio. Acumulaban sus reservas de agua en tanques de 55 galones o en cantimploras, pero una vez que los enemigos se apoderaron de las trincheras de las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (FAPLA), también cayó en sus manos el control del río del cual se abastecían. No había entonces cómo conseguir calmar la sed.

El coronel Fidencio y otros oficiales llegaban a las trincheras y repartían a sus hombres pequeños sorbos del vital líquido en unas tapitas de cantimplora, hasta que se agotó.

Contó que cuando la situación de la comida fue muy crítica, el personal tuvo que ingerir cepas de plátanos sacadas de un plantón que se encontraba cerca de la jefatura.

«Un grupo de angolanos iba a una ciénaga que había en el sur de la aldea a buscar fango, allí no corría el agua. Ese fango se destilaba con gasa y esa agua se le daba preferentemente a los heridos y enfermos, y luego al resto de los combatientes. «Tuvimos que comer hasta pasta de dientes y papel para segregar saliva».

En su memoria guarda el coraje y el valor de todos los soldados, cubanos y angolanos, que estuvieron en Cangamba. Aseguró que circunstancias tan críticas y extremas como aquellas hacen que los seres humanos se quieran más y se hermanen.

Otro de los recuerdos de los cuales no se puede desprender es la preocupación constante y personal del Comandante en Jefe Fidel Castro. En un mensaje enviado a los soldados, el líder de la Revolución Cubana alentaba a sus hombres a resistir hasta que las tropas fueran evacuadas. El mensaje fue reproducido en tres ejemplares con un lápiz bicolor y se envió a cada jefe de sector. «Fue increíble el estado de ánimo, la voluntad y el valor que cogimos. Todos nos crecimos en esas circunstancias… Fue un momento muy importante.

«El principal protagonista de esta historia es Fidel, él nunca se despreocupó y siempre estuvo al tanto de toda la situación».

Retos en la soledad

En el encuentro, los delegados también pudieron conocer, de la voz del Héroe de la República de Cuba, coronel Orlando Cardoso Villavicencio, varios de los duros recuerdos vividos durante diez años, siete meses y un día como prisionero de guerra en una cárcel de Somalia.

«La gente en algún momento le puso matices románticos a mi historia: que si era la reencarnación del Conde de Montecristo, pero para nada, era un joven internacionalista que había participado en la guerra de Angola.

«Tenía solo 20 años cuando fui hecho prisionero. A esa misión en Etiopía yo llevaba dos jabitas: una de ganar y otra de perder, y me tocó la segunda, pero traté de convertir mi derrota en una victoria con mi resistencia».

Confesó el coronel Villavicencio que esas cuatro paredes entre las que estuvo confinado le robaron un pedazo importante de su juventud, pero que pudo superar aquello por su disciplina y la formación que tenía como Camilito y cadete.

«Estuve esos casi 11 años sin ver a nadie, ni hablar con nadie. Yo veía a los carceleros, pero para mí ellos eran un objeto más de la prisión. Ahí no tenía nada, lo único que tenía de sobra era mi orgullo», expresó.

En esos años —añadió el Héroe— había cosas que me preocupaban y otras no tanto. En ese tiempo no sufrí mucho por mi familia porque sabía que el Estado cubano se ocuparía de ella, pero sí tenía curiosidad por saber cuánto había hecho por mí el Comandante en Jefe.

«Por su modestia, nunca me lo hizo saber. Pero, por un azar de la vida, el día que él encendió la llama eterna a los Héroes, en el Museo de la Revolución, Gabriel García Márquez, cuando supo quien era yo, se me acercó rápidamente y me dijo cuánto Fidel había hecho por mi regreso. Imaginen mi emoción, yo sabía que él nunca olvida a sus compañeros».

La teniente coronel Belkis Fuenteseca Herrera (Vicky) también transmitió a los muchachos sus vivencias como combatiente en Angola como parte del regimiento femenino de artillería antiaérea, con solo 22 años.

«Estábamos rodeadas de unidades de combate. Eran días muy intensos, imaginen que en una ocasión tuve hasta que matar a una hiena para poder atravesar una cuneta. La experiencia nos hizo más solidarias y nos hizo crecer definitivamente».

También los generales de división Romárico Sotomayor y José Antonio Carrillo, jefes de las direcciones políticas del MININT y el MINFAR, respectivamente, exhortaron a los jóvenes a llevar en el corazón a la cita de Pretoria, el mensaje de los miles de compañeros que lucharon en África, y el recuerdo de nuestros valerosos héroes que allí cayeron.

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