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Encontrarse con su propia historia

Jorge Risquet Valdés vivió los días febriles del IV y el V Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. Este invitado especial a la próxima cita en Sudáfrica comparte recuerdos cálidos de estos encuentros

Autor:

Yailin Orta Rivera

Este hombre parece hecho de montañas por las cumbres que ha abrazado. En esa impresión quedé atrapada mientras recorría parte de sus mapas sentimentales, por aquellos años en que siendo un joven inquieto y espigado comenzó a tejer también la historia de los festivales mundiales de la juventud y los estudiantes.

Jorge Risquet Valdés vivió los días febriles del IV y el V Festival, cuando los pueblos aún no se habían recuperado de las atrocidades del fascismo. Desde Bucarest, en 1953, su voz grave fue una de las que se escuchó pronunciando el lema: «¡No! ¡Nuestra generación ya no servirá a la muerte y la destrucción!», en tiempos en que la Guerra Fría continuaba en su punto más álgido.

Dos años después, por la paz y la amistad, estuvo entre los 31 000 jóvenes que desbordaron las calles de Varsovia. Luciendo guayabera, pantalón blanco y sombrero de yarey, llevó las ansias de todos los cubanos de liberar a la Isla y los sueños de un mejor porvenir para su patria.

En estos días, cuando considera uno de los «mayores premios de su vida» tener la oportunidad de asistir al XVII Festival con sede en Sudáfrica, lo invito al diálogo.

—¿Cuánto considera que ha ayudado a cambiar el mundo este movimiento?

—Como representante de Cuba en la Federación Mundial de la Juventud Democrática participé en la organización del IV y V Festival. En función de su divulgación y adhesión de sus organizaciones juveniles, visité, en algunos casos más de una vez, México, Guatemala, El Salvador, Panamá, Brasil, Argentina y Chile.

«En medio de la llamada Guerra Fría desatada por el imperialismo yanqui-anglo y sus aliados, la tarea de la lucha por la paz, por la independencia de las numerosas colonias que aún existían y la unidad entre los jóvenes, era una necesidad ineludible para salvar al mundo de una nueva guerra, lograr erradicar el colonialismo y promover los intereses comunes de la joven generación, más allá de diferencias partidistas o ideológicas.

«Solo cito un ejemplo. Cuando llegué a Chile, la Juventud Comunista preparaba una delegación de una decena de sus miembros. Fui al Parlamento, me reuní con los integrantes de diversos partidos; a la Universidad Católica de Santiago; a organizaciones sindicales de diversos signos. Hablé con intelectuales, artistas, periodistas. Les expuse los amplios objetivos del Festival: de Chile asistió a Bucarest una amplia delegación de 110 jóvenes, encabezados por Tohá, secretario de la Juventud Socialista, que dos décadas más tarde fue Vicepresidente de la República de Chile.

«Es evidente que el movimiento de los festivales, así como otras acciones internacionales de los sindicatos, las mujeres, los intelectuales, contribuyeron a que la Guerra Fría no deviniera guerra caliente y que su acción en favor de la paz, la liberación de los pueblos coloniales y la unión de estos factores potenciaron la fuerza de tan nobles ideas».

—Revela la historia de los festivales que las inquietudes de los jóvenes progresistas no solo se circunscribían al magno encuentro. Según su experiencia, ¿cómo se convertían estas citas en una especie de rampa de lanzamiento?

—Imagina que entre el IV y el V programamos con las delegaciones latinoamericanas en Bucarest, en el año intermedio (1954), dos festivales regionales: uno en Brasil, que agrupara a todos los países de América del Sur; y otro en Guatemala, en el que se unieron los jóvenes de las naciones desde México y hasta Venezuela, con el propósito de desarrollar la solidaridad con el pueblo guatemalteco.

«Para contribuir a la organización del Festival Centroamericano fui a Guatemala en marzo de 1954. Pero días anteriores se había celebrado la Conferencia de la OEA, manejada por el canciller yanqui Foster Dulles (hermano del jefe de la CIA Allan Dulles), en la que se sentó a Guatemala en el banquillo de los acusados por ser un país procomunista. Solo México y Argentina no votaron por la Resolución de condena al gobierno progresista de Jacobo Arbenz, que había cometido el impermisible “delito” de promulgar la ley de Reforma Agraria. Se produjo un golpe de Estado organizado por la CIA.

«Ernesto Che Guevara y yo logramos salir de Guatemala en septiembre de 1954. Dediqué entonces mis esfuerzos a la movilización para el V Festival de Varsovia, y con tal propósito visité nuevamente algunos de los países mencionados».

—Una historia extraordinaria conecta las fibras del IV Festival, celebrado en Bucarest, con las del Moncada, ¿podría ahondar en sus apasionantes detalles?

—Para los cubanos hubo momentos de mucha alegría y otros de mucha tristeza e incertidumbre en los días de Bucarest. Debo empezar por decirte que el compañero Raúl Castro Ruz fue quien firmó por Cuba la convocatoria del IV Festival de Rumania, país en el que estuvo en el mes de abril, procedente de Viena, donde presidió la delegación cubana a la Conferencia Internacional por los Derechos de la Juventud.

«En medio del Congreso llegó la feliz noticia de que se había logrado el acuerdo de paz en Corea, el fin de la pérfida guerra desatada por el imperialismo norteamericano y sus títeres de Corea del Sur, que durante tres años ensangrentó la tierra de aquella península y sembró la destrucción y la muerte de millones de coreanos.

«La delegación coreana al Congreso la integraba un grupo de jóvenes héroes cuyos uniformes militares ostentaban numerosas medallas. Todos fuimos hacia ellos. Durante más de una hora, el Congreso se convirtió en una fiesta llena de esperanza.

«Mas apenas comenzado el Festival, la prensa publicó una pequeña nota informando que más de un centenar de jóvenes en una ciudad de Cuba llamada Santiago había atacado un cuartel, sin éxito y con numerosos muertos y prisioneros.

«Varios días nos tomó, hurgando los cables internacionales que recibía el periódico Scanteia, y escuchando permanentemente el noticiero de la BBC de Londres, para conocer en líneas generales lo sucedido: el heroico asalto al cuartel Moncada y las numerosas decenas de combatientes asesinados por la soldadesca de la tiranía.

«Iniciamos, Flavio Bravo —quien había sido electo vicepresidente de la FMJD—, Lionel Soto —representante de la Unión Internacional de Estudiantes— y yo, una labor de denuncia y esclarecimiento con todas y cada una de las delegaciones del centenar de países presentes, demostrando que se trataba de una acción heroica de un grupo de jóvenes revolucionarios, entre quienes resaltaba Raúl Castro, convocante del Festival, y su hermano Fidel, el jefe de los asaltantes.

«Compartimos con todas las delegaciones las razones de este trascendental hecho, incluso lo hicimos con Agostinho Neto, el único representante de Angola en aquella cita, y con Marcelino dos Santos, que representaba en solitario a Mozambique.

«Se logró una total comprensión del carácter de la acción revolucionaria de los valerosos jóvenes en la lucha contra una tiranía sangrienta.

«La FMJD lanzó como consigna: “Libertad para Fidel Castro y sus compañeros”, y emprendió acciones, a través de todas sus organizaciones afiliadas y de sus publicaciones, que se prolongaron hasta mayo de 1955, en que el pueblo de Cuba y la solidaridad internacional lograron la libertad de los moncadistas.

«Constatarás que para la delegación cubana aquellos días de Bucarest no fueron festivos. Aunque experimentamos el orgullo del heroísmo de los moncadistas y el aliento solidario de los delegados de un centenar de países del mundo».

—El XVII Festival se celebrará a partir del lunes próximo en África. Me gustaría preguntarle a un hombre como Risquet, que ha tenido una relación entrañable con ese continente, cuánto piensa que ha aportado Cuba en una nueva visión sobre esa tierra, a la que el mundo regularmente ha ido a saquearla.

—Para los cubanos África no es una tierra ajena, sino parte de nuestra identidad. Más de un millón de esclavos, encadenados, llegaron a nuestra Isla a lo largo de cuatro siglos.

«Fueron los esclavos africanos los que más acciones de rebelión escenificaron en Cuba, luego de la media centuria que sobrevivieron los aborígenes a la inicua explotación de los colonialistas. Siete de cada diez mambises llevaba sangre africana en sus venas, pura o mezclada con aborígenes, españoles, chinos y hasta indios yucatecos.

«Cuando fuimos al África Subsahariana empezamos por el Congo Leopoldville, con la Columna Uno del Che y por el Congo Brazzaville con nuestro Batallón Patricio Lumumba. Mas la idea era una larga lucha permanente hasta ayudar a nuestros ancestros africanos a liquidar el colonialismo y el apartheid.

«Desde el 14 de abril de 1965, cuando el Comandante Guevara cruzó con 13 compañeros el Lago Tanganica, partiendo del lado tanzano hacia el este del Congo Leopoldville de Thombe, Mobuto y Kasabuvu, hasta el 25 de mayo de 1991 en que regresaron a Cuba los últimos 500 soldados procedentes de Angola, transcurrió un cuarto de siglo, más un año, más un mes, más un día.

«En ese largo período siempre hubo combatientes cubanos con el fusil en ristre junto a combatientes africanos luchando por la libertad. Junto a sus respectivos pueblos se consolidó la integridad territorial de Argelia y Etiopía, el fin del colonialismo en Angola, Guinea Bissau, Cabo Verde y Namibia, la muerte del odioso régimen del apartheid en Zimbabwe y África del Sur.

«En ese período empuñaron sus armas junto a sus hermanos africanos, más de 380 000 soldados y oficiales cubanos. De ellos unos 2 400 entregaron sus vidas en aquel continente.

«Desde entonces y hasta hoy han prestado colaboración civil en numerosos campos de actividad, más de 120 000 cubanos, principalmente en los servicios médicos.

«Es decir, más de medio millón de cubanos han contribuido con África, mientras varias decenas de miles de jóvenes de aquel continente han estudiado en Cuba.

«Somos como afirmó Fidel, y también expresó Bolívar, un pueblo latinoamericano-africano. En Sudáfrica nos sentiremos como en nuestra propia casa; en la casa de Fidel y de Mandela».

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