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¿Las primeras bajas?

Los grandes hechos no lo serían sin los detalles sublimes que forman el cuerpo de todas las glorias. Por ello JR publica, a partir de esta edición, singularidades de la primera gran derrota del imperialismo en América

Autor:

Luis Hernández Serrano

LA noche del 14 al 15 de abril, el capitán piloto Orestes Acosta —villareño— fue abatido en el aire, se desconoce si por aviones piloteados por norteamericanos o por alguna embarcación. Su avión explotó y desapareció a un minuto de aterrizar en el aeropuerto de Santiago de Cuba, luego de cumplir una tarea de exploración aérea en la región oriental. Este puede considerarse uno de los primeros mártires de los acontecimientos vinculados a la invasión mercenaria de Playa Girón.

El joven artillero de 25 años, Eduardo García Delgado, de Cienfuegos, cayó el día 15 ametrallado en Ciudad Libertad por un bombardero B-26. Su leyenda se establecería en la historia nacional al escribir con su sangre el nombre de Fidel antes de fallecer. Nicolás Guillén le dedicó su poema La sangre numerosa: Cuando con sangre escribe/ Fidel este soldado que por la Patria muere,/ no digáis miserere:/ esa sangre es el símbolo de la Patria que vive./ Cuando su voz en pena,/ lengua para expresarse parece que no halla,/ no digáis que se calla, pues en la pura lengua de la Patria resuena./ Cuando su cuerpo baja/ exánime a la tierra que lo cubre ambiciosa,/ no digáis que reposa,/ pues por la Patria en pie resplandece y trabaja./ Ya nadie habrá que pueda/ parar su corazón unido y repartido./ No digáis que se ha ido:/ su sangre numerosa junto a la Patria queda.

El alfabetizador de 13 años Valerio Rodríguez, estaba en Girón, junto al miliciano Mariano Mustelier, el amanecer del día 17, y fue herido por el hombre-rana Grayston Lynch, del barco yanqui Blagar.

Esa misma mañana, al artillero de 14 años Nelson Fernández Estévez, de San José de Las Lajas, otro avión enemigo le destrozó el estómago. Murió el día 26, luego de decir: «Mima, soy un héroe, ¿verdad?».

Y el propio día 17, el joven Jesús Villafuerte, ante su padre Ángel, también del batallón cienfueguero 339, fue derribado por una ráfaga. Cuando el padre lo viró boca arriba, para que muriera de cara al sol, expresó: «Pipo, no dejes que esta gente gane, porque ¡pobre de ti y de mami!». Estas tal vez hayan sido las primeras bajas.

Fuente: Archivos de JR

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