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Primera estrategia enemiga para derrocar a la Revolución

Ante la amenaza de la invasión mercenaria a Cuba, la dirección del país decidió reforzar la defensa territorial de la Isla de Pinos, uno de los posibles lugares de desembarco

 

Autor:

Roberto Díaz Martorell

NUEVA GERONA, Isla de la Juventud.— En agosto de 1960, Allen Dulles y Richard Bissell presentaron al presidente de turno Dwight Eisenhower, la primera estrategia para derrocar al Gobierno de Fidel Castro, donde se señalaba a la Isla de Pinos como uno de los objetivos principales de la ocupación.

El documento esbozaba el plan de la siguiente forma: la fase inicial (operaciones paramilitares de apoyo y orientación a disidentes en Cuba, sobre todo en Pinar del Río, el Escambray y la Sierra Maestra), y una segunda fase: asalto combinado aeromarítimo por las fuerzas del Frente Revolucionario Democrático (FRD) en la Isla de Pinos para establecer una base de operaciones cercana.

Muy pronto ese plan se desechó, particularmente la ocupación de la Isla de Pinos, debido a que la dirección del país, previendo el peligro, había reforzado el territorio pinero con suficientes fuerzas y armamentos para garantizar la defensa del territorio. Así se lee en el informe del inspector general de la CIA, Lyman Kirkpatrick, documento desclasificado por el Gobierno de los Estados Unidos.

Según el teniente coronel (r) José Rogelio Piteira Díaz, en su recopilación Síntesis histórica de la región militar Isla de Pinos, el día 2 de enero de 1961, en ocasión del primer desfile militar en la Plaza de la Revolución, el Comandante en Jefe Fidel Castro designó al comandante William Gálvez Rodríguez para organizar militarmente la Isla de Pinos.

Unos meses antes, Gálvez visitó el territorio para evaluar la situación desde el punto de vista militar e informó que no existían las condiciones para su defensa, en correspondencia con la envergadura del ataque que preparaba el enemigo. Es entonces que se decidió reforzar desde el punto de vista militar con batallones de milicias, artillería terrestre, tanques T-34 y artillería antiaérea con la correspondiente técnica de transporte, hasta formar una división de infantería.

«En aquel momento —reflexiona Piteira— era imprescindible el refuerzo militar para frustrar cualquier acción enemiga con intenciones de ocupar ese territorio, pues se habría propiciado una guerra de desgaste feroz desde el propio territorio nacional».

Isla de Pinos tenía entonces vulnerabilidades desde el punto de vista estratégico, por su geografía, la carencia de bosques, altas elevaciones y presas hacían del territorio pinero un escenario ideal para desembarcar por aire, además, según el jefe militar, comandante William Gálvez, las zonas de mayor peligro eran Nueva Gerona y el Presidio Modelo.

«En función de minimizar riesgos y reforzar la defensa territorial —narra Piteira— se organizó un cuidadoso plan de defensa en los posibles lugares de desembarco, donde se ubicaron los armamentos y las fuerzas vivas de las Milicias, el Ejército Rebelde y el pueblo».

La dirección del país jamás dejó de interesarse por la situación de la Isla; en una entrevista al comandante William Gálvez, el militar relató que una vez Fidel le preguntó si eran suficientes los medios y fuerzas para garantizar la defensa; él le respondió: «Mande lo que usted quiera, pero si sigue mandando “hierros” la Isla se hunde de tanto peso».

Ataque mortal

«Al amanecer del día 17 de abril de 1961, fui a visitar a mis padres, y ya cerca de Gerona vi dos aviones de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, tipo B-26, con insignias cubanas atacando la fragata Baire».

Quien recuerda esta triste escena es el teniente coronel (r) José Méndez Serrano, testigo presencial del bombardeo que costó la vida a los marinos Juan Alarcón Rodríguez (artillero), de 22 años, y Armando Ramos Velazco, de 24, quien fue impactado por proyectiles calibre 50, además de herir a 11 personas más.

«No pude llegar a la casa, ya la cosa había empezado y regresé a la unidad. Hasta donde pude observar durante el ataque, los aviones pasaron varias veces sobre la fragata, y al sentir la respuesta de los antiaéreos se retiraron, pero el daño ya estaba hecho».

Méndez recordó que los muchachos fueron velados en el Puesto de Mando de las Milicias, ubicado en la actual tienda Caracol (a la derecha del motel La Cubana), y que el pueblo se tiró para la calle. «Todo el mundo estaba indignado y con ganas de pelear», comentó.

«Cuando yo miré por la ventana —interrumpe ahora Caridad Báez, enfermera del hospital el día de marras— le puse el magazín a la pistola y se la entregué a un miliciano que estaba herido en la sala, me dijo: “¿Y eso?” Y le respondí: Te la entrego porque ese avión que entró ahí es malo. Y respondió: “Mire seño, vaya a descansar”.

«En ese mismo instante el avión hace la picada, todos sentimos el estruendo de las explosiones y las metrallas; en la sala donde yo trabajaba todos eran militares, y todos, sin excepción, pedían salir a combatir al enemigo», dice, al tiempo que se pasa la mano por la frente para refrescar los recuerdos.

Con los ojos aguados por la remembranza continúa describiendo aquellos rostros enardecidos que, para ella, eran «la muestra de patriotismo más grande que he podido ver en mi vida. Cuando le cortaron las piernas a uno de los marineros me impresioné mucho, porque era la primera vez que veía una cosa como esa. Eran muy jóvenes y valientes. Todavía ahí, acribillados a balazos, cantaban el Himno Nacional, fíjate que todavía me impresiona después de 50 años», dice, y muestra la piel erizada.

Caridad Julia Báez Valdés, enfermera que vino a la Isla en 1959, después de participar en la guerra como parte de la columna del Guerrillero Heroico Ernesto Che Guevara, tenía entonces 24 años.

Sin tregua al enemigo

Cuando se triunfa en Girón, algunos mercenarios salieron huyendo de la justicia revolucionaria y, en botes, trataron de abandonar el país. Muchos de ellos recalaron en estas costas. «Recuerdo que por la zona del Guayabo apresamos los primeros cuatro y sin tirar un tiro. El bote llegó cerca de las nueve de la mañana y preguntaron si estaban en Cayman. Le dijimos, no, ustedes están en la Isla de Pinos, territorio libre de Cuba y están presos», cuenta Méndez.

«A otros los capturamos gracias a la cooperación de los campesinos de la zona, a quienes amenazaban y pedían ropa, pero la naciente Revolución ya había sembrado la confianza en esas personas y, sin dudarlo un instante, denunciaron la presencia de los mercenarios para que fueran capturados.

«El resto —unos 15 aproximadamente— se capturaron en la cayería que está alrededor de la Isla, porque peinamos hasta Cayo Largo del Sur y hasta las cercanías de la Coloma, en Pinar del Río; en Cayo Cantiles encontramos a tres escondidos bajo un montón de guano, quienes se entregaron sin ofrecer resistencia».

Todos los mercenarios apresados en la entonces Isla de Pinos fueron trasladados hacia La Habana.

«Yo tenía 20 años cuando aquello, todos éramos muy jóvenes, pero teníamos la responsabilidad suficiente para defender la Patria».

El teniente coronel (r) José Méndez Serrano tiene hoy 70 años y estuvo 37 activo en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, cumplió misión internacionalista en Angola, estudió en Moscú y participó en la Lucha Contra Bandidos en Matanzas.

Reflexión necesaria

En el libro Girón, la batalla inevitable, de la editorial Capitán San Luis, su autor, Juan Carlos Rodríguez, expone que la invasión a Cuba fue un proyecto de gran magnitud de la CIA, planificado sin descuidar ningún detalle: militar, económico, político, de preparación a la contrarrevolución interna, terrorismo, reclutamiento y entrenamiento.

Señala además que la derrota del imperialismo yanqui en Girón es uno de los acontecimientos que más análisis, informes, artículos y libros generó en los Estados Unidos en busca de las causas que hicieron imperfecta la perfecta maquinaria bélica estadounidense.

El autor refiere que entre las muchas causas a las que ellos atribuyen el fracaso (medios técnicos, organizativos y de presupuesto), falta un factor evidente, decisivo y vigente hoy más que nunca: la población cubana de entonces (y la actual también) vivía en un clímax revolucionario y se identificaba plenamente con las ideas políticas de Fidel y la dirección del país.

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