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No hay que ir al fin del mundo

Es criminal que en el campo haya más maleza que alimentos y tengan que traer, desde lejos y carísimo, la comida que muy bien podemos cosechar aquí, sostiene una joven del Valle de Caujerí, emporio donde se levanta la producción de garbanzo

 

Autor:

Haydée León Moya

GUANTÁNAMO.— Mientras escuchaba el debate intenso que suscitó en la Asamblea Provincial del Partido el desaprovechamiento productivo de las tierras entregadas en usufructo, me venía una y otra vez al recuerdo la imagen de la Negra desbrozando marabú, allá en las profundidades del Valle de Caujerí.

La discusión andando, los delegados insistiendo en que si alguien tiene la tierra es para hacerla producir, y yo con mi cabeza por allá, imaginando qué habrá pasado con el sueño de aquella joven mujer que más de una vez vi enredada entre las espinas de aquel marabuzal que solicitó en usufructo no hace más de un año.

Ella no estaba muy segura de si aquello le iba a dar la cuenta o no, «pero tenía que intentarlo porque es criminal que en el campo haya más maleza que alimentos y tengan que traer desde el “fin del mundo” y carísimo, la comida que muy bien podemos producir aquí», decía.

Ese fue el mensaje esencial de la importante reunión partidista, y esa es la convicción que allá en El Manguito, en las proximidades de Guaibanó, ha convertido hoy a Juana Frómeta Pérez, la Negra, en una de las más eficientes cultivadoras de garbanzo en la importante zona agrícola de Valle de Caujerí, en el municipio de San Antonio del Sur, donde en la actualidad los cultivos de hortalizas y granos ocupan alrededor de 500 hectáreas de sus fértiles tierras.

La Negra es una de las campesinas guantanameras en línea con la prioridad de producir comida, a corto plazo, pues además de las limitaciones económicas del país para comprarla y transportarla desde el exterior, el incremento actual de los precios mundiales de los alimentos, apuntan a la alternativa de cosecharlos aquí o carecer de ellos.

Adiós maleza

Montada sobre una carreta halada por bueyes, con su esposo y el hijo menor, va ella por un sendero a orillas de la finca hermosa en que se transformaron aquellas hectáreas con tantas asperezas, pertenecientes a la Cooperativa de Producción Agropecuaria 17 de Mayo, de las mejores del Valle.

Baja de su «carro» la mujer, jovial y muy humildemente saluda a los intrusos que la han sorprendido en el campo y coge surco adentro a sembrar, como si nuestra presencia allí no tuviera nada que ver con ella.

Es de mucho trabajo y poco hablar, pero está clarísima de que lo único que da la tierra sin cultivar es carencia de alimentos por partida doble, máxime hoy cuando ese grano se cotiza en el mercado internacional a precios que oscilan entre los 950 y mil dólares la tonelada, según el ingeniero Guillermo Gude, subdelegado de Cultivos Varios en la Empresa Agropecuaria del municipio San Antonio del Sur.

«Si para darle garbanzo a la población el país lo compra “afuera” al precio carísimo actual, no tendrá ni ese grano ni otros alimentos, porque la plata no da para tanto. La solución es esta: sembrarlo», opina esta abanderada de la sustitución de importaciones, quien en la última cosecha obtuvo un rendimiento de garbanzo de 1,04 toneladas por hectárea, lo cual es un logro importante si se tiene en cuenta que los rendimientos considerados buenos en este grano son de 0,82 toneladas por hectárea, según algunos especialistas consultados.

Cuenta la Negra que en estos momentos siembra maíz y frijol, porque hay que rotar la tierra mientras espera de nuevo el momento para sembrar garbanzo. «Eso parece una bobería, pero no, hay cultivos que “desparasitan” el suelo», comenta.

«Yo no sé hablar mucho, usted me entiende, fíjese que es la primera vez en mi vida que me entrevistan. Pero sí le puedo decir que además de la tierra me dieron los fertilizantes, los pesticidas y el petróleo, que es muy importante. Claro, hay algunos a quienes tú les das un montón de cosas y lo único que producen es yerba y pérdidas al Estado. Pero bueno, a la gente hay que controlarla también, no es darle y darle y que nadie se preocupe por exigirle producción.

«Oiga, como le decía, yo no le saqué el ojo de encima a mi siembra de garbanzo, porque estaba loca por ayudar en eso de que la Revolución no gaste dólares en alimentos que nosotros podemos dar, usted me entiende. Me dijeron que era en noviembre y en noviembre empecé a sembrar, y ya en los últimos días de abril y en mayo, el garbanzo dijo aquí estoy.

«Y óigame, cada vez que yo veía una “neblinaza” de esas me acordaba de una ingeniera que nos asesoró y dijo que eso acaba con el garbanzo. La neblina es el “coco” del garbanzo, pero bueno, a mí no me afectó. Claro, también tuvimos recursos para cualquier plaga y esas cosas, usted sabe.

«Pero mi’ja, si usted ve aquello, una belleza todas aquellas maticas cargaditas, como en las películas. La primera cosecha no fue la grande; grande fue la segunda, que la acabamos de recoger. Yo solita aporté 50 quintales (equivale a 2,3 toneladas). Imagínate que con eso me gané 37 900 pesos.

«Hicimos inversiones en la tierra, porque ya usted sabe, hay gente que se vuelven loca y se comen toda la plata que ganan o la gastan en otra cosa y después, a pedirle al Estado que les ayude, y eso ya no se puede hacer. Bueno, en verdad nunca debió hacerse, ni en los tiempos de la abundancia, usted entiende; porque hay gente que se le olvida eso también, que la Revolución bastante ha dado».

Imagínense si la Negra llega a «saber hablar»…

Razones del incentivo

Son muchos los incentivos para cultivar garbanzo en el Valle de Caujerí. Según el ingeniero Guillermo Gude, el primero es que tiene mucha demanda en nuestra población porque es fresco, y se cocina muy bien porque «no puede oler el agua caliente», añade el especialista para ilustrar que se ablanda fácil.

Además, esta nutritiva leguminosa es muy resistente a las tradicionales sequías de esta región y los precios actuales se corresponden con el esfuerzo de los productores y las exigencias técnicas.

Así, con la garantía de un paquete tecnológico que incluyó los fertilizantes y pesticidas necesarios y semillas de calidad, entre agosto y septiembre del pasado año se organizó la siembra de 230 hectáreas a la cual se sumaron 43 productores, entre ellos ocho mujeres, pertenecientes a las diferentes formas de producción existentes en el Valle.

Es cierto que esta región del territorio guantanamero tiene un microclima especial, pues transcurren días cálidos, seguidos por noches frescas y con vientos suaves del sur, lo cual favorece el proceso vegetativo de las plantas, entre ellos la fotosíntesis.

Pero el celo de los campesinos fue esencial en el importante logro productivo de la cosecha que acaba de concluir con el saldo de 120 toneladas del grano, de las cuales 61 se destinaron a la sustitución de importaciones, de 50 previstas en el plan, y 14 a garantizar la semilla que se necesita para la campaña venidera.

Los rendimientos generales —explicó Gude— fueron de 0,94 toneladas por hectáreas, a pesar de algunos imponderables naturales como la presencia de neblina en tres momentos importantes del desarrollo de la plantación, así como la carencia de agua, pues aunque este cultivo no es muy exigente tampoco avanza sin el vital líquido.

Hubo más rigor técnico —abunda— y disciplina en el trabajo, tanto de los productores como de las estructuras de dirección más cercanas al surco.

«Lo que a uno más le satisface —reconoce el subdirector de Cultivos Varios de San Antonio—, es que en todas partes de la provincia se vio y se ve aún el garbanzo, a un precio de diez pesos la libra en los mercados agropecuarios estatales».

Con los resultados de la cosecha anterior, directivos y productores del Valle tienen grandes expectativas con la campaña próxima.

En los meses que restan para el inicio de la siembra en noviembre, se rotan las tierras con diferentes cultivos de época. Se prevé plantar en la campaña 2011-2012, 300 hectáreas y entregar entre 120 y 130 toneladas para la sustitución de importaciones y garantizar las semillas necesarias.

Una importante arista de este asunto es la sustitución también de las simientes del grano, con un precio actual en el mercado internacional de 1 500 dólares la tonelada, según dato reflejado en el periódico Venceremos de esta provincia.

La ingeniera agrónoma Niurka Urgellés Abad, del Centro de Producción de Semillas radicado en el Valle de Caujerí, explica que allí se garantiza menos del 50 por ciento de las que demandan, no solo la siembra de granos, sino también de hortalizas y viandas, por lo que se requiere un esfuerzo inversionista y crecimiento en áreas para poder asegurar las simientes de producciones que, como el garbanzo, se van extendiendo y popularizando entre los campesinos del Valle.

Es un punto rojo, pues a juzgar por lo visto en la zafra recién concluida, el garbanzo se va introduciendo en la cultura agropecuaria de un lugar que, al parecer, la naturaleza hizo, sobre todo, para dar comida. Y ese es un privilegio que no solo la Negra debiera aprovechar.

Valores del garbanzo

Dondequiera el garbanzo es apreciado por sus altos valores proteicos y de vitaminas, con elevado poder nutritivo debido a su aporte calórico y de calcio, además de grasa, hierro y vitaminas del complejo B.

No es menos recomendable su contribución a la disminución de los índices de colesterol y triglicéridos, y en la prevención de divertículos y otras enfermedades del sistema digestivo por su condición de fibra dietética.

El garbanzo, que tiene un ciclo vegetativo de 150 días, es un cultivo tradicional en varios países de Asia, Europa, África y América, y entre los principales productores mundiales figuran Turquía, Siria, India, Irán, Paquistán y México. En todos se reporta que la neblina, que no es otra cosa que nubes bajas, al venir cargada de todas las impurezas existentes en la atmósfera —hongos y bacterias, por ejemplo—, causa enfermedades diversas a las plantas.

«La primera cosecha no fue la grande; grande fue la segunda, que la acabamos de recoger», dice la Negra.

Lo importante ahora es rotar la tierra con otros cultivos hasta que llegue noviembre, cuando comenzará la nueva cosecha de garbanzos.

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