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Julio Camacho Aguilera, el hombre de Cienfuegos

«Alto, delgado, de modales suaves, pero altamente peligroso». El luchador guerrillero y clandestino que así clasificaban en los archivos de la dictadura batistiana es el Comandante Julio Camacho Aguilera

Autor:

Luis Hernández Serrano

Arrastra levemente la erre cuando pronuncia las palabras, pero también una gran historia desconocida. En los archivos de los órganos represivos de la dictadura batistiana lo definieron —y no se equivocaron— como «un hombre alto, delgado, de modales suaves, pero altamente peligroso» para el régimen.

Nació en el central azucarero de Santa Lucía, hoy Rafael Freyre, en Holguín, pero se crió desde los cinco años en el Ermita, después Costa Rica, en Guantánamo. Con el tiempo se hizo revolucionario —lo que el Che llamó «el escalón más alto de la especie humana», y por oponerse a la tiranía cayó preso varias veces.

En 1955 asaltó un polvorín de la empresa Ermita Sugar Company en busca de explosivos para la lucha. Más tarde fue uno de los dirigentes de la Hermandad No. 11 de los Ferrocarriles de Guantánamo, integrante de la Juventud Ortodoxa allí y luego de la Dirección del Movimiento 26 de Julio.

Durante diciembre de 1956 y enero de 1957 estuvo al frente de una pequeña guerrilla en las montañas guantanameras, después de haber participado en el alzamiento santiaguero del 30 de Noviembre de 1956, en apoyo al desembarco del Granma. Su foto con traje y corbata circuló para su inmediata captura y a partir de ahí se convirtió en un combatiente clandestino.

Tuvo que refugiarse, por ejemplo, en la casa de Félix Carballo y su esposa Anita, en Calixto García número 459, en Guantánamo, en unión de Enrique Soto Gómez, coordinador del 26 de Julio en esa ciudad, y él como jefe de Acción y Sabotaje, la rama militar de la organización en el llano.

Organizaba el segundo refuerzo en armas y hombres para la Sierra Maestra, pero lo sustituyó Paquito Cruz en Santiago, porque Frank País lo mandó a reorganizar la lucha del Movimiento en Las Villas, donde se convirtió en el dirigente provincial de Acción y Sabotaje.

Tras la muerte de Frank en Santiago, su sustituto, René Ramos Latour —Daniel— firmó su nombramiento de Comandante de las Milicias del 26 de Julio, en agosto de 1957, en tierra villareña, sujeto a la aprobación posterior de Fidel.

Combatió como jefe del alzamiento del 5 de septiembre en Cienfuegos hace 54 años, con una carabina automática M-1. La heroína Celia Sánchez lo llamó «El hombre de Cienfuegos» y hurgando en documentos históricos vio que aunque era «Camacho» en Guantánamo, fue «Jordán» en Santiago; «Jacobo» en Las Villas y «Gastón» en La Habana.

Esteban Ventura Novo lo apresó el 18 de noviembre de 1957 durante una reunión en el reparto habanero de Buenavista con clandestinos de Pinar del Río. Fue salvajemente torturado. Perdió la locomoción cierto tiempo, le partieron cinco costillas, orinó sangre durante 32 días y se arrastraba, no caminaba, en los sótanos de Ventura, pero no pudieron arrancarle ni un solo dato comprometedor. Para despistar a los verdugos solo mencionó los nombres de los muertos, los desertores y los que ya peleaban en la Sierra Maestra.

Este hombre es el Comandante Julio Camacho Aguilera.

Apoyo de una conspiración nacional

«Frank País nos envió a Las Villas a reorganizar el 26 de Julio. Hay un antecedente de una reunión en Manacas a espaldas del Movimiento que consideré una indisciplina; lo comuniqué a Daniel y me reuní con el comandante Faustino Pérez, quien me puso al corriente de una conspiración nacional de ex oficiales de la Marina de Guerra». Por él conoció al joven capitán de fragata Dionisio San Román, quien representaba aquel histórico día la conspiración de esos antiguos oficiales.

«Fuimos para abrir un frente guerrillero en el Escambray, con las armas que nos daría la célula del 26 de Julio que funcionaba secretamente, con 35 conspiradores, en el Distrito Naval de Cayo Loco, en Cienfuegos, y cuyo jefe era el cabo Santiago Ríos, grupo que ya estaba organizado cuando nosotros llegamos. Con él preparamos las acciones del 5 de Septiembre».

Miguel Merino informa al médico revolucionario Guillermo Rodríguez del Pozo lo de la conspiración nacional, y este lo comunica a Camacho, quien decide partir el día 3 de septiembre para La Habana a entrevistarse con Faustino. Lo hace el día 4 y conoce por él más detalles sobre los planes de la Marina y el 26 de Julio.

Su tarea principal: dirigir un alzamiento militar en Cienfuegos, con marinos y civiles, al amanecer del 5 de septiembre, ya que en la noche del 4 el dictador celebraría una fiesta con sus más allegados compinches.

Aceptó el plan y buscó a San Román en la casa de 25 y O, en el Vedado, donde residía Rolando Ortega, conocido por «el Boxo». Partieron rumbo a la Perla del Sur. El chofer era Miguel Merino. En Colón, Matanzas, se separaron y Camacho alquiló un auto que lo llevó hasta Santa Clara, donde se reunió con la dirección del Movimiento.

El alzamiento

El despertar del 5 de septiembre de 1957 marcó para los cienfuegueros (como lo cuenta Georgina Leyva Pagán en su libro Historia de una gesta libertadora, Editorial Ciencias Sociales, 2009) una de las páginas más gloriosas de la guerra de liberación dirigida por el 26 de Julio.

La formación de pelotones combinados de marinos y civiles, uno para rendir a la Policía Marítima, otro a la Policía Nacional y un tercero con el fin de tomar posiciones en los alrededores de la sede de la Guardia Rural, es historia más conocida. Durante muchas horas fue tomada la ciudad.

Los crueles bombardeos de la aviación de la tiranía golpearon con saña a los revolucionarios cienfuegueros. Luego los regimientos armados procedentes de Santa Clara, Matanzas, el denominado 10 de Marzo, de Columbia, en La Habana, y una compañía de infantería de Camagüey, penetraron en la ciudad. Las milicias y marinos les causaron numerosas bajas en los primeros momentos, pero la superioridad en hombres, armas y preparación para el combate, les dio ventaja y llegaron a tomar puntos estratégicos de Cienfuegos y sus alrededores.

Al caer la tarde del día 5, el cabo Santiago Ríos, jefe de la célula del 26 en el Distrito Naval de Cienfuegos, para evitar muertes inútiles, recomendó con sólidos argumentos a Camacho abandonar la ciudad, ante el avance enemigo, apoyado intensamente por la aviación.

«Al pueblo de Cienfuegos le dimos las armas arrebatadas al enemigo en el Distrito Naval de Cayo Loco, la sede de la Policía Marítima y de la Policía Nacional, pero no alcanzaron para todos los que se sumaron a la batalla. La gente exigía su fusil. Por eso tuve que subirme a un barril y decirle a la gente que, por favor, se retiraran, que no había armamento y que venía la aviación de nuevo a bombardear».

Evoca Camacho que San Román estuvo toda la mañana en Cienfuegos; que se capturó al coronel Comesañas y que el mismo capitán de fragata se puso su uniforme y con este arengó a muchos marinos y milicianos del Movimiento.

San Román permaneció hasta casi las 12 del día en Cienfuegos. Y como a Camacho los disparos de un arma de artillería que tronaba a su lado le dañaron los oídos, se quedó algún tiempo sordo y tuvo que ser atendido por el doctor Ángel Luis Rodríguez.

«Por nuestros telegrafistas supimos que nos habían dejado solos, aunque éramos allí en Cienfuegos un apoyo a la conspiración nacional de la Marina de Guerra. Un grupo de oficiales de alta graduación de la Marina, incorporados a última hora, de forma unilateral, pospuso las acciones a espaldas del 26 de Julio y sin avisar a San Román. A Camacho solo el Movimiento le podía avisar y no llegó el aviso.

«Cuando salí de ver al médico no vi a San Román, y es que se había ido en el cañonero 101, donde lo apresaron. Fue un error suyo no ir con miembros del 26 de Julio, y el jefe del barco lo tomó prisionero. Luego del triunfo de la Revolución declaró que quisieron que lo matara, pero él se negó.

«Recuerdo que San Román le habló a la marinería allí y les dijo que esa acción era un apoyo a Fidel y a sus hombres de la Sierra Maestra. Los telegrafistas nos dijeron que no había habido acciones en otros puntos del país».

«Jacobo» —como vimos que era su nombre de guerra villareño— logró burlar en Cienfuegos el cerco tendido por sus perseguidores, ansiosos por capturar a los que habían «logrado quebrar la unidad monolítica de las Fuerzas Armadas», como dijera Batista, y regresar a Santa Clara a su trabajo como jefe provincial de Acción y Sabotaje.

«Nos quedamos combatiendo hasta las seis de la mañana del día 6. El grupo de San Lorenzo, defendido por el teniente Dimas Padilla, luchaba para que los milicianos se retiraran, porque creía que por ser militares los iban a respetar y les perdonarían la vida, pero los mataron a todos».

Enseñar con el ejemplo

«¿Enseñar yo a los cienfuegueros? No creo que podía enseñarlos. Los milicianos eran muy valientes. No tuvimos ni un solo desertor y la gente combatió con honor. Es verdad que yo era ya un guerrillero desde la experiencia de Montesano, en las lomas guantanameras, zona que después perteneció al II Frente Oriental Frank País, al mando del entonces Comandante Raúl Castro, pero el pueblo cienfueguero, como los demás pueblos de Cuba —sobre todo sus jóvenes— enseñaban con su ejemplo a cualquier maestro.

«Después el objetivo inicial tuvo que variarse y puedo decir ahora que Juan M. Castiñeira, Orlando Fernández García (Saborit) y Dionisio San Román, eran tres de las más importantes figuras que integraban la conspiración nacional de ex oficiales de la Marina.

«Sí, Saborit fue detenido; fue un duro golpe para el movimiento insurreccional de la Marina, pues muchos de los contactos y el ajuste final del plan estaban a su cargo, por lo que no pudieron ser concretados».

El pueblo cienfueguero nos salvó

«Siento un sano orgullo de haber cumplido aquella tarea y no olvidaré cómo el pueblo cienfueguero me salvó. Me salvó primero el carbonero Mario Benítez, “Arañita”, quien nos sacó en un barco, después que combatimos contra los refuerzos del ejército, muy superiores en hombres y en armas. A él lo apresaron, lo torturaron y no habló. Nos llevó hasta la pescadería costera, en la Avenida 40 número 3303, en tierra cienfueguera.

«No puedo olvidar el papel de las personas de esa pescadería, de apellido Villalonga, quienes avisaron a los Curbelo y me rescataron. Merejo Curbelo me sacó de allí y me llevó hasta la finca de Aguadita, cerca de Rodas, donde estuve escondido durante 11 días, en un cañaveral. Fuimos saliendo uno a uno; el último en salir, con dos granadas y dos pistolas, montado en las ancas del caballo, cuyas riendas llevaba Raúl Curbelo Morales, fui yo. Le dejé una pistola a él.

«Compañeros de Santa Clara fueron a buscarme. Se destacó en eso una compañera, Nena Gómez Lubián. Me llevaron hacia la capital provincial, donde me incorporé a la dirección del Movimiento 26 de Julio. Estuve en la casa de un arquitecto de apellido Pairol, lugar a donde fueron Marcelo Fernández y Osmany Cienfuegos, con orientaciones de trasladarme a La Habana y sustituir a Enrique Hart Dávalos, quien había caído prisionero.

«Tuve que estar en tres juicios, pero el acusador principal —el criminal Casillas Lumpuy— no asistió; por eso en ese momento recibí libertad condicional. No me probaron mi participación en el 5 de Septiembre, aunque sí en el alzamiento del 30 de Noviembre de 1956. Estuve tras las rejas de la Cárcel de Boniato, en Oriente, en una misma celda con Armando Hart, Javier Pazos y Pereda, un guantanamero».

La «Sonia» clandestina y de la Sierra

Camacho nos dijo que su esposa, Georgina Leyva Pagán, la «Sonia» del Llano y de la Sierra, hubiera estado a gusto como combatiente clandestina en el alzamiento de Cienfuegos —como después estuvo en la Sierra Maestra, en la Columna Uno de Fidel—, pero que le asignó una tarea en Santiago de Cuba, porque en todo caso, si caía en combate él, no morían los dos y sus primeros hijos no se quedarían solos.

«¿Ustedes no creen que era justo eso? No fue por machismo, sino por humanismo. Recuerdo que ya en la Sierra, Fidel me dio la primera lección de su sensibilidad humana, su delicadeza y su estatura moral. Me mandó a buscar para saber si yo lo autorizaba a dar una tarea riesgosa a mi compañera «Sonia»: llevar un documento a un importante jefe del Ejército. Entonces le dije que ella estaba en la guerra no por acompañarme a mí, sino por sus propios principios revolucionarios, que ella era un soldado más de la Revolución y yo no podía oponerme a eso, ni ella lo aceptaría».

El rol de Camacho fue reorganizar el Movimiento en los municipios villareños y fortalecerlo. En ello trabajó también su esposa, la misma «Sonia» del 26 en la provincia villareña y en las orientales. Y Cienfuegos fue uno de los puntos básicos para reunir armas y abrir el frente guerrillero de el Escambray a través de su territorio.

«El 5 de Septiembre fue para mí una acción heroica del pueblo cienfueguero que nos apoyó, se unió a nosotros, como hicieron en su momento Sagua la Grande, Santiago de Cuba y otras ciudades del país que estuvieron en medio de riesgosas acciones. El pueblo cubano es uno solo y no es más valiente en un lugar que en otro. En todo sitio en que estuve recibí el mismo apoyo popular a la causa justa de la libertad de nuestro país.

«¿La juventud? Los jóvenes que continúen la obra revolucionaria deben beber en esa historia para que no se la dejen quitar, pues siempre hay nuevas tareas y metas, porque la Revolución no termina un día, es perenne; y porque es cambio, transformación, superación, en el sentir y en el actuar. Y el nuevo cubano tiene que basarse en los hechos heroicos de la juventud de otros tiempos. Porque las grandes cosas en Cuba siempre fueron hechas por la juventud: ahí están los jóvenes Maceo, Martí, Mella, Villena, Camilo, Che, Fidel y Raúl, entre otros valientes».

Comandante clandestino y de la Sierra

«¿Desde cuándo fui clandestino? Desde el 30 de noviembre de 1956. ¿Y Comandante? Me hacen Comandante en agosto de 1957 en Las Villas, mediante orden firmada por René Ramos Latour —quien sustituyó a Frank País a la muerte de este— claro que sujeto a la aprobación del jefe máximo, Fidel. Después me alcé en la Sierra Maestra».

Cuando le comentamos que fue Comandante del llano primero y después de la Sierra Maestra, sonríe modestamente y dice que el Comandante en Jefe le asignó la tarea de infiltrar a compañeros del Movimiento en las filas del enemigo. Con ese fin Faustino Pérez le dio los correspondientes contactos militares de la dictadura.

«Integré la Columna 13 en las montañas y también desde allí continué el trabajo de infiltración de miembros del 26 de Julio en el seno de las fuerzas armadas del tirano».

Qué hace Camacho

«Ahora, por razón de tiempo, lo último que puedo hacer es fortalecer una región que ha de significar mucho económicamente para nuestro país: la Península de Guanahacabibes, muy próxima a México. Posee 22 playas, bosque bello y muchas otras riquezas naturales. Geográficamente es una región muy importante y valiosa».

Asegura que al Comandante Ernesto Che Guevara, a quien Fidel le asignó la encomienda de defender la provincia de Pinar del Río en caso de una invasión yanqui, le interesaba mucho la rehabilitación de ese territorio, sobre todo lo forestal, pero la naturaleza en general.

Camacho ha sido primer secretario del Partido en varias provincias cubanas, integró el Buró Político durante más de una década y fue elegido miembro del Comité Central en el reciente VI Congreso del Partido.

Comenta que en 1968 conoció esa península cubana, a donde lo mandaron en recorrido junto a Fidel. «Ya hemos empezado. Ya tenemos carretera, un pequeño acueducto que debemos agrandar, teléfono, radio, televisión y desarrollaremos una marina. Es una parte cubana de ciertas reservas petroleras, con buenas perspectivas económicas. Justamente el turismo será el renglón principal allí, como, por ejemplo, el paraje de María la Gorda y muchos otros. Lo que me quede de vida lo dedicaré al desarrollo de esta región, como de buena gana hubiera hecho el Che, que quiso mucho aquel territorio. Me siento un poco  continuador del Comandante Guevara allí. Y Fidel en 1968, en un recorrido por esos parajes, dijo: “Esto vale mucho, cuiden esto”.

«Y casi pudiera ser yo —remedando, en broma, el calificativo secreto que me dio la tiranía cuando estaba detrás de mí— “un hombre alto, delgado, de modales suaves, pero no altamente peligroso, sino altamente entusiasta y voluntarioso”. ¿No lo creen ustedes?».

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