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No hay justicia, tampoco habrá olvido

Los familiares de las víctimas del ataque mercenario perpetrado el 12 de octubre de 1971 contra el poblado costero de Boca de Samá, en Holguín, continúan exigiendo justicia contra los terroristas

 

Autores:

Héctor Carballo Hechavarría
Sergio Ramírez Ávila

BANES, Holguín.— Pedirle a Josefa Portelles que evocara una página de tan dilatada tristeza en su vida, temiendo casi quebrantar el frágil sosiego de una madre de 82 años de edad que ha perdido para siempre a su hijo, es algo ya de por sí doloroso.

Su único vástago varón, el joven combatiente Ramón Arturo Siam Portelles, fue una de las víctimas mortales del cobarde ataque terrorista perpetrado el 12 de octubre de 1971, contra el humilde caserío de Boca de Samá, en las costas de la antigua región de Banes, hecho del cual se cumplieron ayer 40 años.

«Esa noche nunca se me podrá olvidar. El día antes del ataque Ramón se golpeó muy fuerte una rodilla, montando bicicleta. El médico que lo atendió le recomendó reposo, pero así y todo se presentó a la guardia en su unidad», rememora Dora.

Siam Portelles había cumplido los 24 años y vivía en el poblado de Deleite, con su esposa y su pequeña hija, Yudirka, de apenas unos meses de nacida. Era miembro de la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR) y participó en la Campaña de Alfabetización. Como miliciano, estaba pasando un curso en la escuela de guardafronteras de Boca de Samá.

«Una madre nunca piensa que algo así le va a suceder. Sin embargo, desde muy jovencito era como si supiera que iba a enfrentarse a la muerte. Hablaba de Martí y de su combate en Dos Ríos. Me decía que si algún día le tocaba caer, quería que fuera junto a la bandera. Aquello me asustaba, pero así era él. Ese era mi hijo», rememora la madre.

En conferencia de prensa efectuada en Estados Unidos, a pocos días del suceso, José Elías de la Torriente, jefe de la organización contrarrevolucionaria Frente Cubano de Liberación, calificó el horrendo crimen en Boca de Samá, «como una acción comando de su organización en las costas orientales de Cuba».

Como buitres de un mismo nido, la organización contrarrevolucionaria ALPHA-66, dirigida por Andrés Nazario Sargen, también se adjudicó públicamente la participación en los hechos. Asimismo lo hicieron Santiago Álvarez Fernández-Magriñá, amigo de fechorías del terrorista internacional Luis Posada Carriles, y los agentes de la CIA Antonio Iglesias y Gustavo Villoldo. Este último confesó en entrevista de prensa que había sido esa agencia la que ordenó el ataque.

Los «valientes» hechos

A unos 70 kilómetros de Holguín, en una franja rocosa del litoral entre Guardalavaca y Banes, se encuentra la pequeña bahía conocida como Boca de Samá. Sobre una pequeña elevación, situada al extremo derecho de su entrada, opera el puesto de las tropas Guardafronteras.

Desde la altura puede divisarse en la profundidad el humilde caserío de pescadores, que en 1971 contaba con 16 viviendas y 85 habitantes: 19 hombres, 24 mujeres y 42 niños.

Alrededor de las diez de la noche, aprovechando una oscuridad más ensombrecida de lo habitual, por coincidir con que la planta eléctrica del poblado estaba rota, un grupo de entre ocho y diez mercenarios, procedentes de un buque madre, desembarcó desde una lancha rápida.

Se dirigieron a la casa de Ángel Pavón Palao y María Ester González Alba, un joven matrimonio que residía a solo unos 30 metros de la orilla. Haciéndose pasar por combatientes de las FAR, se interesaron por conocer detalles sobre las fuerzas existentes en el Puesto de Guardafronteras.

Al no lograr sus propósitos, se llevan a Pavón Palao en condición de prisionero, al parecer para neutralizar cualquier acción de su compañera. Se encaminan al domicilio de la anciana Rosa Ávila, a quien le solicitan la misma información y un práctico. La anciana Rosa creyó entonces que se trataba del práctico del puerto. Ajena a la realidad, los condujo entonces hasta la casa de Héctor Villa Díaz.

A Villa le preguntaron si era miliciano, si poseía armas. Le exigieron mostrar su carné y otros documentos personales. Uno de los mercenarios, de rostro achinado, registró los cuartos y la cocina. Se llevaron consigo, además, un afiche de Camilo Cienfuegos y un pañuelo de cabeza de Flora Lechuga. Es de suponer que esos objetos les servirían como trofeos de guerra o como prueba para demostrar que estuvieron en suelo cubano.

Tras salir de la casa de Villa los terroristas fueron directo para la tienda del pueblo y se ensañaron con el lugar. Derrumbaron la puerta principal y volcaron al piso los productos.

Advertidos en ese momento por los milicianos, se entabló un combate a corta distancia, cuyas primeras bajas resultaron el oficial del MININT Lidio Rivaflecha Galano, de 32 años de edad, y el miliciano Ramón Siam Portelles. El jefe del Puesto de Guardafronteras, Carlos Escalante Gómez, resultó gravemente herido.

Cuando escucharon los disparos, desde el buque madre anclado en las afueras de la bahía, comenzaron a disparar indiscriminadamente sobre el puesto fronterizo y sobre el poblado, con armamento de grueso calibre. Se mantuvo así un cerrado combate entre dos posiciones de defensa del Puesto de Guardafronteras contra el buque madre y los mercenarios, quienes de inmediato pusieron pies en polvorosa. En desbandada lograron abordar la lancha rápida, luego el buque madre y se alejaron de la costa a toda máquina.

Como consecuencia de los disparos enemigos resultó herido, además, el lugareño Jesús Igarza Osorio, quien se encontraba durmiendo. Solamente su casa recibió 30 impactos de balas. Dos de estas destrozaron el biberón y la baranda de la cuna donde dormía el pequeño hijo de Igarza, quien milagrosamente resultó ileso.

Las hermanas Nancy y Ángela Pavón Pavón, de 15 y 13 años de edad respectivamente, quienes se encontraban en su casa, recibieron severas heridas en sus piernas. A Nancy, un proyectil de ametralladora calibre 50 le destrozó su pie derecho y fue necesaria una amputación.

Reclamo perenne

Sentada sobre un sillón, en el portal de la casa de su hija Doralba, en la barriada campestre de Cañadón, se encuentra Dora Francisca Pavón Gómez, la madre de Ángela y Nancy. Hoy tiene 86 años de edad, pero igual no ha podido olvidar un detalle de aquella terrible noche.

«Esos malnacidos andan sueltos todavía por ahí, tan sabrosones, alardeando de las cosas terribles que han hecho. Y que no haya gente decente en ese país que les haga pagar, cuando saben cuántas madres estamos sufriendo en Cuba. Eso no es justicia», sentencia Dora Francisca con el dolor reflejado en su rostro.

«Nancy estuvo diez días sin conocimiento en un hospital de Santiago de Cuba. Le han tenido que hacer varias operaciones. La misma bala hirió a Ángela en el calcañal de la pierna izquierda. Todavía hoy ellas tienen que estar yendo al médico, tomando medicinas para calmar los dolores que no las dejan vivir tranquilas», se lamenta.

Dora Francisca era por aquellos aciagos días una ama de casa de 46 años de edad. «Nancy siempre quiso lucir unos zapatos blancos de tacones en sus 15. Yo no podía resistir ni que mis hijas me vieran con zapatos. Las veía tan chiquitas, heridas, y hasta hoy siguen sufriendo. Iría a cualquier parte del mundo a pedir justicia, porque todavía no la veo», afirmó Dora, y luego se sumergió en un profundo silencio.

A su lado, escuchando calladamente a su mamá, ha permanecido Nancy Pavón Pavón: «Yo condeno las intenciones del terrorista confeso, Gustavo Villoldo, para que el Estado cubano le indemnice por las torturas y expropiaciones», que según él sufrió por causa de la Revolución Cubana.

«Yo le pregunto a ese terrorista, quien además de jactarse de haber capturado al Che fue el que organizó y dirigió el criminal ataque a Boca de Samá: ¿Quién me indemniza a mí, y a los más de 3 000 cubanos fallecidos, a los 2 099 incapacitados, víctimas del terrorismo de Estado del Gobierno de los Estados Unidos contra mi país en todos estos años?».

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