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El Congreso en armas

A 20 años de que concluyera el IV Congreso del Partido, Santiago de Cuba lo sigue recordando como un momento de especial efervescencia, en el que supo estar a la altura de su historia

Autor:

Odalis Riquenes Cutiño

SANTIAGO DE CUBA.— A las nueve de la mañana del 10 de octubre de 1991 volvió a repicar la campana de La Demajagua. La misma que anunció al mundo en 1868 que Cuba se levantaba en armas por su libertad, junto a las notas del invicto Himno de Bayamo, enarbolaba ahora la inquebrantable decisión de un pueblo de salvar a su Patria.

El escenario no fue entonces el ingenio manzanillero, sino la sala principal del recién estrenado teatro Heredia, de esta ciudad, en la que se iniciaron así las sesiones del IV Congreso del Partido Comunista de Cuba. La reunión más importante del pueblo cubano rompía esquemas en una hora crucial para la nación y por primera, y única vez hasta ahora, salía de los predios capitalinos para celebrarse en la Cuna de la Revolución.

La apertura del cónclave, ante un lunetario y una platea pletórica de júbilo, estuvo a cargo del integrante del Buró Político del Comité Central del PCC y entonces su primer secretario en tierra santiaguera, Esteban Lazo Hernández.

Retratando el fervor que embargaba a su pueblo, el dirigente hizo énfasis en la colosal labor desplegada por su provincia para merecer la sede, y evocando el sentimiento independentista que Martí y Gómez llevaron al Manifiesto de Montecristi, convocó a salvar la Patria, la Revolución y el Socialismo desde el Congreso.

Luego tocó su turno al Primer Secretario del Comité Central del PCC. Entre vítores y aplausos Fidel anunció que el evento se salía de lo convencional, por lo tanto, no leyó un informe sino que ofreció una panorámica de la situación que vivía el país para dotar a los delegados de un claro marco referencial.

Fidel habló durante cinco horas y se centró en la coyuntura internacional, con el desplome del campo socialista, los problemas de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), su repercusión en la economía cubana y las medidas que se adoptarían para la supervivencia de la nación. Resaltó que el pueblo contaba con sus propios recursos para luchar, resistir y vencer.

El calor de Santiago, que los delegados habían palpado desde la bienvenida, era un vigoroso testimonio de resistencia. Desbordantes de alegría y entusiasmo, desde que conocieron de la posibilidad de realizar un Congreso, los santiagueros no escatimaron esfuerzos.

Con la impronta de Baraguá

La tierra donde los clarines de Baire siguen convocando al combate; el escenario viril de Baraguá, el Moncada y el 30 de Noviembre, vivió entonces momentos de verdadera euforia revolucionaria, y sus hijos correspondieron al altísimo honor derrochando sudor para culminar las obras comprometidas.

En medio de las restricciones impuestas por el enemigo y por el derrumbe del campo socialista, la ciudad entera se afanó en engalanar la urbe y miles de horas de trabajo voluntario de estudiantes y trabajadores fueron el cimiento para la entrega de las numerosas obras comprometidas.

Así se levantaron la sala polivalente Alejandro Urgellés, el hotel Santiago, el teatro Heredia, el Tropicana Santiago, el hospital clínico quirúrgico Juan Bruno Zayas, el aeropuerto Antonio Maceo y la Plaza de la Revolución homónima… verdaderos monumentos al trabajo y la consagración, que hoy son huella y símbolo imborrable del Santiago contemporáneo.

Durante el desarrollo del evento y como saludo a la cita, las actividades productivas y de servicios en la provincia se incrementaron.

Globos de gran dimensión, banderolas de colores, consignas en las guaguas, calcomanías que convidaban a sumarse, banderas cubanas y del 26 de Julio izadas en centros de trabajo y estudio, inundaron la ciudad en manos de la juventud que, ajena a los horarios, creció junto a la obra de una ciudad que fue más alta durante los cinco días del significativo evento.

La repercusión de la cita fue amplia desde el mismo momento de los preparativos, el llamamiento y los análisis en centros de trabajo y estudio, generadores de un rico movimiento que propuso aportes diversos para ayudar a resolver los problemas de la sociedad.

Encuentro de reafirmación y resistencia

«El Congreso en armas», como lo calificara Fidel en su intervención inaugural, se realizó en uno de los momentos más difíciles para el país, pues tuvo lugar después de la desintegración de la URSS y el derrumbe del socialismo en los países de Europa del Este, a lo que se sumó el recrudecimiento del bloqueo por parte de Estados Unidos

Esa situación condujo al Estado a realizar esfuerzos para adaptarse a una nueva y compleja realidad internacional, en la que la nación debía maximizar sus reservas, sin el apoyo de los hasta entonces aliados estratégicos en la construcción del socialismo. Por lo que al IV Congreso correspondió, en consecuencia con esta situación, analizar la aplicación de las medidas para la implantación del Período Especial en Tiempos de Paz.

Al analizar el Programa del Partido aprobado en el III Congreso, cinco años atrás, la cita de Santiago consideró que ya no se ajustaba a las circunstancias vigentes desde entonces. De ahí que las resoluciones adoptadas manifestaban que la actividad partidista continuaría guiándose por los criterios rectores desarrollados en el proceso de rectificación de errores y por las directivas para el Período Especial.

En esa misma dirección se inscribieron las facultades excepcionales otorgadas por los delegados al nuevo Comité Central, electo con 225 miembros, ante las circunstancias que estaba viviendo el país, a fin de hacer cumplir el objetivo de salvar la Patria, la Revolución y el Socialismo.

Este Congreso, además, acordó la Resolución sobre el perfeccionamiento del Poder Popular, y se modificaron los Estatutos del PCC, al ser analizado el principio de selección para el ingreso al Partido por la vía de la ejemplaridad y la voluntariedad, sin que mediara ningún tipo de discriminación. Por primera vez se aceptó la posibilidad de ingreso a las filas del Partido de las personas que profesaban algún tipo de fe religiosa.

En la Resolución sobre el Desarrollo Económico y Social quedó definida la línea estratégica de desarrollo con máxima prioridad a la producción de alimentos.

El IV Congreso también atendió la necesidad de una reorganización del aparato de la Administración Central del Estado y territorial en busca de una mayor eficacia en su actividad.

Como colofón inigualable, unos 250 000 santiagueros proclamaron su adhesión a los acuerdos del Congreso con una vibrante marcha combatiente desde varios puntos de la urbe, que terminó en la reluciente Plaza de la Revolución Antonio Maceo, al final de la tarde del 14 de octubre de 1991.

Aunque llovió, la Plaza se mantuvo repleta. Y el espíritu de la llama eterna al Titán de Bronce, prendida por el jefe de la Revolución, se esparció más allá de los 53 537 metros cuadrados del histórico escenario.

«La historia no olvidará jamás este Congreso, porque tiene lugar en uno de los más difíciles momentos de la vida de nuestro país. Y si hacía falta un congreso histórico y heroico de la vanguardia revolucionaria, continuadora de la obra de nuestra hermosa historia, ¿qué otro lugar, qué otro punto, qué otra atmósfera, qué otro escenario podía ser el de ese IV Congreso?», expresó el líder de la Revolución en el discurso de clausura.

Impresionado por la multitud congregada y la magnitud del acto, que definió como un homenaje a los largos años de lucha contra el colonialismo, Fidel tradujo al pueblo el significado del evento partidista: «Este Congreso es histórico por muchas cosas, ¡por muchas cosas!; pero entre otras es histórico porque el destino nos ha convertido en abanderados de la Revolución de los humildes, de la Revolución de los trabajadores, de la Revolución de los explotados; porque nos ha convertido en abanderados del movimiento revolucionario, progresista y democrático del mundo».

El IV Congreso del Partido ratificó la unidad de los cubanos, fue oxígeno y acicate para seguir trabajando. Confianza y optimismo que se reiterarían en el mensaje de su líder aquella tarde: «Bajo la dirección de la Revolución y del Gobierno socialista, adoptaremos las medidas que haya que tomar para que nuestras fábricas marchen, para que nuestros obreros trabajen, para salir adelante en estas difíciles condiciones, y siguiendo el principio de proteger a todos, de que no quede un ciudadano desamparado en nuestro país, repartiendo lo que tengamos, buscaremos fórmulas para salvar la Patria, para salvar la Revolución, para salvar el Socialismo».

Nuevo Monumento Nacional

Con la actuación del cantautor cubano Silvio Rodríguez y un variado programa de actividades, se celebrarán los 20 años de la Plaza de la Revolución Antonio Maceo, que este 14 de octubre también será declarada Monumento Nacional.

Con la inauguración de exposiciones de fotografías y esculturas, y de las obras premiadas en el concurso infantil de la institución, se dotará a la ciudad de una nueva galería en el antiguo túnel del parqueo de la Plaza.

A media mañana, además, tendrá lugar en el Salón de los Vitrales, del propio centro, el Coloquio sobre el proceso de creación y realización de la Plaza, y en horas de la tarde tendrá lugar el acto solemne de reconocimiento al colectivo que le dio vida y a sus actuales trabajadores.

A las cinco de la tarde de este 14 de octubre, hora cercana a la que el Comandante Fidel Castro dejara inaugurado el sitio, durante la clausura del IV Congreso del Partido, tendrá lugar el acto central por las dos décadas de existencia de este histórico lugar, testigo de los grandes momentos del pueblo santiaguero en los últimos años.

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