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Llamas contra las tinieblas de la Patria

La Marcha de las Antorchas del 27 de enero de 1953 fue como un torrente atronador de luz que hizo vibrar la calle San Lázaro e impresionó al pueblo

Autores:

Javier Tamayo Ramírez
Ivyliet Ventura Kessel
Dalila Castro Fontanella

¿Dónde está mi antorcha?, nos preguntó Aida Pelayo… Tú no llevas antorcha. Nosotros te llevamos a ti, le contesté… Rosa Mier está orgullosa de su buena memoria —ya tiene más de 80 años—, pero no lo está menos cuando comienza a desgranar los pormenores de su participación en la Marcha de las Antorchas de 1953.

Tal vez porque era la primera ocasión en que los universitarios cubanos, las integrantes del Frente Cívico de Mujeres Martianas y los futuros protagonistas de los acontecimientos del 26 de Julio en Santiago de Cuba se unían para comenzar a levantar el sueño martiano de Cuba. También porque cada enero, cuando ve repetirse el hecho como una iluminadora tradición, no puede evitar sentirse protagonista de un acontecimiento inaugural en la historia del país.

«La marcha salió desde la Escalinata universitaria, donde todos se concentraron alzando un cartel que decía: La sangre de los buenos no se derrama en vano, José Martí», relata Rosa ahora en la tranquilidad de su hogar, en las cercanías de la Plaza de la Revolución capitalina.

Mientras la escuchábamos y advertíamos la fortaleza de sus gestos, sentíamos el valor de una mujer que, junto a muchas otras, fue capaz de desafiar la criminalidad de la dictadura batistiana.

«Conchita Portela y yo íbamos cada una al lado de Aida Pelayo, agarrándola por los brazos. Ella era la máxima representante del Frente Cívico de Mujeres Martianas y estaba amenazada de muerte por los esbirros que nos tomaron presas días antes».

Por los años del centenario del natalicio del Apóstol, Rosa Mier López era una destacada luchadora. A la temprana edad de 24 años se separó de su familia y del pueblo de Guanajay para venir a La Habana a pelear por la justicia y los valores en que creía.

«El 27 de enero de 1953, en el Estadio Universitario, se prepararon las rústicas antorchas con clavos cruzados, para poder defendernos de la policía en caso de agresión.

«Durante la marcha iban al frente del bloque los estudiantes de la FEU portando una bandera cubana. Detrás íbamos las martianas, seguidas por los futuros moncadistas con Fidel al frente. Era un grupo numeroso e impactante por la cantidad de jóvenes perfectamente formados. Su disciplina era impecable. Todos comenzamos a corear: ¡Revolución!, ¡Revolución! Era un torrente atronador que hizo vibrar la calle San Lázaro e impresionó al pueblo.

«Al llegar a las Canteras de San Lázaro (hoy Fragua Martiana), hizo uso de la palabra José Machado Rodríguez, “Machadito”, y José Joaquín Peláez Canellada, “Quino”, cerró el acto diciendo: “Con esta marcha se da inicio al homenaje a José Martí”».

Cuba iluminada por Martí

La juventud universitaria ha sido fuerza viva del pueblo. Ha sido ella, con su rebeldía y respaldo a la justica social, la que no pocas veces ha iniciado el cambio del rumbo de la historia cubana. Ya han pasado 59 años de aquella marcha universitaria que marcó un hito y dejó una tradición de fuego y estrellas.

Apenas comenzaba el año 1953. Meses antes, Fulgencio Batista había accedido al poder por el golpe de Estado que derrumbó las esperanzas de un cambio democrático dentro del país. Se iniciaba una etapa en que los jóvenes estaban dispuestos a cambiar el rumbo político, con la certeza de que podrían ser perseguidos y masacrados por la tiranía.

Se arribaba al centenario del natalicio de José Martí bajo la tristeza de ver a la patria sumida en una dictadura, mientras estaban pisoteando los principios por los que el Apóstol luchó.

Para el homenaje al más universal de los cubanos, el dictador preparaba un programa oficial en el que figuraban una emisión de sellos y un Congreso Internacional de Escritores Martianos en la Sociedad Colombista Americana.

Mientras la tiranía pretendía usurpar hipócritamente la celebración, la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y el Frente Cívico de Mujeres Martianas comenzaron a crear condiciones para rendir su propio tributo al hombre que había luchado tanto por lograr la libertad del pueblo cubano.

Juan Nuiry Sánchez, líder estudiantil de esa etapa y uno de los organizadores y participantes, recordó, en diálogo con este diario, que la idea de realizar una manifestación como homenaje al centenario de Martí surgió durante las visitas a Rubén Batista Rubio, compañero de luchas que se encontraba ingresado en la Clínica del Estudiante, en el Hospital Calixto García.

Nuiry relató que Rubén Batista se debatía entre la vida y la muerte, luego de haber resultado herido gravemente durante el enfrentamiento con esbirros batistianos en el acto de protesta por la profanación al busto de Julio Antonio Mella, ocurrida el 15 de enero de 1953.

«La idea era salir con palos, pero Conchita Portela, una de las integrantes del Movimiento Cívico de Mujeres Martianas, planteó la idea de hacerlo con las antorchas», recordó.

Según relata el profesor Jorge Juan Lozano, destacado estudioso martiano e historiador de la FEU, el 25 de enero José Joaquín Peláez Canellada, «Quino», en ese momento presidente de la FEU, convocó a una reunión en el Salón de los Mártires de la Universidad de La Habana con el propósito de anunciar las actividades que realizaría el estudiantado para conmemorar el natalicio del Maestro. Una de ellas sería la Marcha de las Antorchas.

Durante la reunión surgieron divergencias sobre la pertinencia de realizar dicha marcha. Los estudiantes del Partido Acción Unitaria (PAU) no estaban de acuerdo con la idea, porque la veían como un acto fascista, pues tanto en la Alemania hitleriana como en la Italia de Mussolini se realizaron ese tipo de manifestaciones.

Al escuchar semejante comparación, el joven Fidel Castro, graduado de Derecho y matriculado en la carrera de Ciencias Sociales y Derecho Público, se puso de pie y manifestó que las antorchas que llevarían los estudiantes serían las mismas con que los mambises cubanos incendiaron la ciudad de Bayamo para no entregarla al enemigo.

«Esa fue la forma en que Fidel expresó que los jóvenes no entregarían ni la universidad, ni el país a los batistianos», sostuvo Lozano.

Bajo la mirada escrutadora del Alma Máter, miles de cubanos ratificaron sus convicciones patrióticas. Meses después, en su autodefensa conocida como La Historia me absolverá, Fidel expresó: «Cuba, ¿qué sería de ti, si hubiéramos dejado morir a tu Apóstol»

«Esa impresionante manifestación patriótica fue la más elocuente demostración de reafirmación unitaria de un pueblo, y el más significativo y sincero de los presentes para nuestro Héroe Nacional», expresó Juan Nuiry. «Demostramos ser los baluartes de la libertad en los tiempos más oscuros de la Patria».

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