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La antorcha de la paz firmada por Fidel

La portadora de la llama olímpica de Beijing 2008 inició en Cuba un nuevo recorrido por el mundo. Además de un clamor de paz, ahora también lleva grabado un mensaje de un luchador incansable: nuestro Fidel

Autor:

Nyliam Vázquez García

5 de febrero de 2012: Zhao Xiokai tenía un sueño. Desembarcó en La Habana con una réplica de la antorcha olímpica de Beijing 2008 para desde aquí enviar un mensaje de paz al mundo. Quería que Fidel Castro firmara esa antorcha, que más tarde formará parte de un museo de los Juegos Olímpicos celebrados en la capital de la República Popular China hace casi cuatro años.

En medio de las convulsiones del planeta, el espíritu olímpico —que inspiró e hizo de Beijing 2008 un éxito rotundo— no puede descansar. Por eso Zhao Xiokai ideó que la antorcha retomara el recorrido por el mundo y volviera a hablarles de paz a los pueblos.

Para completar su idea, este hombre nacido en China hace 50 años, pensó que si cien personalidades de los más disímiles rincones firmaban cada uno una réplica de aquella que iluminó el cielo el 8 del 8 de 2008, el mensaje se escucharía más alto, el compromiso sería mayor.

Maradona, Mandela, el presidente Hugo Chávez, varios ex presidentes estadounidenses, el propio Barack Obama y otros premios Nobel por la Paz conforman la lista. Sin embargo, como recordó emocionado el amigo chino en un salón del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), Cuba debía ser la primera escala y Fidel —uno de los líderes más preocupados por la paz y la conservación de nuestra especie— el primero en dejar su trazo.

Para cuando dejó la antorcha que nuestro Comandante en Jefe debía firmar, ya otra réplica había sido abrazada por unos 10 000 cubanos. Xiokai había desandado La Habana con el símbolo y había compartido su grito de paz y libertad con los cubanos que se levantan a diario a sostener este país.

Antes de contarle su historia a JR, lo primero fue mostrar esas fotografías que, a su juicio, descubren a un pueblo feliz, en medio de un sinnúmero de dificultades. Y en los rostros de Cuba captados por su cámara, de alguna manera iluminados por la antorcha olímpica, quedó la alegría de los niños en las diversas escuelas visitadas, el orgullo de la madre con su bebé dormido en brazos por sostener ambas preseas, la fortaleza de los jóvenes universitarios con aquella luz, sin que estuviera encendida la réplica de Beijing… los cubanos todos como parte de un clamor mundial necesario, urgente.

Había pensado: «Si algún día Castro firma yo regresaré a buscarla». Lo que no podía imaginar Xiokai era que su sueño de la mítica firma de Fidel en la antorcha se cumpliría tan rápidamente. Apenas había regresado a Beijing cuando recibió la noticia y volvió sobre los 13 000 kilómetros que nos separan. No importa. Fidel había escrito un mensaje por la paz.

Sin embargo, no podía ser de otra manera cuando el líder cubano dedica buena parte de sus horas a estudiar estrategias que nos permitan salvarnos. Por eso sus reflexiones, sus alertas, su preocupación y desvelos, pero sobre todo, su acción. Por eso, apenas tres horas después de recibir la solicitud, la antorcha olímpica ya llevaba su sello distintivo.

«Luchar por la paz es luchar por la vida de nuestra especie», escribió el líder revolucionario, como prueba de su propio compromiso vital que debiera ser el de todos.

Dos razones sustentaron las elecciones del ferviente amigo chino, según dijo luego y ante la antorcha grabada inconfundiblemente: «Uno, que Fidel es quien más habla contra la guerra nuclear y es quien en el mundo más se preocupa por estos temas. Dos, porque Cuba es un país con un gran desarrollo en salud y educación y no tiene nada que ver con las armas nucleares.

«Fidel es un gran líder y muy querido», apuntó, mientras también sostuvo que esta idea también serviría para que el mundo y el pueblo chino se acerquen aun más a la hermana isla.

10 de febrero de 2012. La primera parte del sueño de Zhao Xiokai ya está cumplido. Su rostro, el brillo de sus ojos chispeando a través de sus espejuelos, apenas eran las señales de honda certidumbre: tuvo razón en pensar en Cuba como primera estación de la antorcha olímpica. El primero en firmar no podía ser otro que Fidel.

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