Como parte del ritual de la Liturgia Eucarística, la segunda parte de la celebración de la Santa Misa, el Santo Padre recibió las ofrendas del pan y el vino para el sacrificio, y los congregados pidieron al Señor que reciba de las manos del Santo Padre este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
A este ejercicio prosiguió la plegaria eucarística, en la que Benedicto XVI junto a los concelebrantes suplicaron por la santificación del espíritu, y por los que han sido separados del Señor. Muestra el pan consagrado a la asamblea, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo genuflexión.
El Santo Padre tomó la patena mientras que el diácono tomó el cáliz y, sosteniéndola elevada, cantó junto con los concelebrantes, para pasar al rito de la comunión.
Antes, convidó a todos los presentes en la Plaza de la Revolución José Martí a darse la paz, en señal de bondad y armonía.