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Hombre entero

A 167 años de su nacimiento en tierra santiaguera, la figura de Antonio Maceo sigue ofreciendo imprescindibles lecciones de virtud

Autor:

Odalis Riquenes Cutiño

SANTIAGO DE CUBA.— Según sus propias palabras, miró más a la esencia que al accidente de la vida. Mostró, con su ejemplo, la validez de los principios que aprendió desde la cuna, humilde pero virtuosa, y demostró que la rectitud del carácter es el mejor recurso para imponerse en todos los tiempos.

Así era el mayor de los hijos de Marcos Maceo y Mariana Grajales, el mulato pobre que se elevó a las cumbres más altas de la historia de Cuba impulsado por su valor y talento militar.

Nació el 14 de junio de 1845 en una modesta casita en pleno corazón de la ciudad colonial santiaguera, hogar de rigor y probidad; y desde muy temprano sintió el peso de la pobreza y la discriminación por el color de su piel en la sociedad esclavista de su época.

En contacto con el ambiente de mulatos y descendientes de esclavos que rodeaba a la casita de Providencia 16, o mientras trasladaba hasta Santiago los frutos de la finca de la familia en Majaguabo, conformó su personalidad y aprendió la responsabilidad, el aprecio al trabajo, la disciplina, la fortaleza de espíritu y de cuerpo, la vocación de servicio, el valor y un profundo amor a la libertad y a la justicia.

Así nació aquella voluntad que impidió que las 27 heridas de su cuerpo, recibidas en combates, pudieran mellarle el coraje. De esta manera se forjó el andar temerario y victorioso del mambí de más de 800 acciones por la manigua oriental en la Guerra de los Diez Años, las lecciones de táctica ofrecidas al calor de la invasión de Oriente a Occidente, la fe en el triunfo de las causas nobles, el recio antiimperialismo…

El Titán de Bronce, desde esa estatura, escribió al general español Camilo Polavieja: «No hallaré motivos para verme desligado para con la Humanidad. No es, pues, una política de odios la mía, es una política de amor; no es una política exclusiva, es una política fundada en la moral humana (…) no odio a nadie ni a nada, pero amo sobre todo la rectitud de los principios racionales de la vida».

La lucha contra la esclavitud llevó a Antonio Maceo a defender la dignidad del hombre y a convertirse en uno de los mayores propulsores de la unidad racial, sin menoscabo alguno de todos los cubanos.

Al punto de que cuando un día le preguntaron: «¿No se ofende Ud. General, cuando sabe que alguien dice: “Ahí viene el negro Maceo”?», él, sereno y profundo, respondió: «El día en que los negros —porque en realidad no tienen otro color— no se pongan bravos porque les digan negros, ese día, amigo mío, quedará salvada la raza».

Jamás claudicó

Frente a la claudicación y la división entre los cubanos que propiciaron el Pacto del Zanjón, se alzaron su carácter entero y su devoción patriótica. «¿Qué ganaremos con una paz sin independencia, sin abolición total de la esclavitud, sin garantías para el cumplimiento por parte del Estado español?», respondió ante las pretensiones españolas en Mangos de Baraguá, salvando la dignidad de todos los cubanos.

Antes, cuando se le intentó reclutar para la causa anexionista, respondió a un interlocutor: «Creo, joven, que esa sería la única forma en que mi espada estaría al lado de la de los españoles…», y previendo las ansias de expansión de los Estados Unidos, espetaría en carta a un patriota y amigo su frase más conocida: «El que intente apoderarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha».

Celoso defensor de nuestra independencia y visionario ante los peligros que sobre esta se cernían, dejó escritas estas palabras: «La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide: mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los americanos, todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos, mejor es subir y caer sin ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso».

Sus ideas libertarias, sustentadas en el honor y la virtud, marcaron el pensamiento de las generaciones que le sucedieron. Su ejemplo de vida es savia imprescindible para la juventud cubana actual.

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