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Un árbol frondoso pero enrevesado

Hallan nuevas evidencias de que dos especies del género Homo convivieron con nuestro antepasado directo, el Homo erectus, hace casi dos millones de años

 

Autor:

Patricia Cáceres

Cuando hablamos de evolución humana, normalmente nos vienen a la mente aquellas láminas de los libros antiguos donde se mostraba un mono cuadrúpedo que se iba irguiendo de manera progresiva para alcanzar la posición bípeda. Mientras su cabeza crece, su pelo se cae casi del todo y sus manos ganan pericia para agarrar las herramientas hasta que, finalmente, ocurre el «milagro»: un Homo sapiens blanco, lustroso, en todo su esplendor.

Esa imagen tradicional de un avance lineal y progresivo a distintas etapas evolutivas, muy ajustada a las segmentaciones que el hombre suele hacer, nada tienen que ver con las evidencias de la paleontología. La idea simple y trunca de que la evolución es una cadena de especies que se suceden, es claramente incorrecta. En todo caso se asemeja a un árbol frondoso y enrevesado con ramas difíciles de desentrañar.

Un estudio publicado hace poco más de una semana en la revista Nature arroja luces sobre la hojarasca. Al parecer, un equipo de científicos liderado por una de las más famosas y respetadas paleoantropólogas del mundo, Meave Leakey, descubrió tres fósiles en el norte de Kenia.

Estos sugieren que, además de nuestro antepasado directo, el Homo erectus, y del Homo habilis, otra especie del género Homo, el Homo rudolfensis, coexistió en el este de África.

Entre los primeros homínidos hace unos cuatro millones de años y el Homo sapiens, que emerge hace 200 000 aproximadamente, existen muchos callejones evolutivos sin salida. La investigación publicada en Nature analiza, precisamente, un tramo central de esa larga historia de cuatro millones de años.

Los fósiles hallados están compuestos por un cráneo casi completo y dos mandíbulas inferiores, pertenecientes a tres individuos diferentes que vivieron entre 1,7 y 1,95 millones de años atrás durante el Paleolítico Inferior, y se conservan en buen estado, explicó Fred Spoor, paleontólogo del Turkana Basin Institute de Nairobi y coautor del artículo junto a Leakey.

Al decir del experto, los fósiles están compuestos por una cara y algunos dientes de un niño de alrededor de ocho años, una mandíbula inferior casi completa con varias piezas dentales y raíces de un individuo adulto, y un fragmento de otra mandíbula inferior que conserva varios incisivos pequeños. Una de las dos mandíbulas constituye «la más completa hallada nunca perteneciente a un homínido primitivo», enfatizó Spoor.

Según refiere la publicación digital 20minutos.es, los huesos afloraron durante una excavación en el yacimiento de Koobi Fora, una región rocosa del norte de Kenia, próxima al lago Turkana, rica en enterramientos y un hábitat ideal para los primeros homínidos hace millones de años, por su cálida temperatura y exuberante vegetación.

Pero para la comunidad científica internacional la noticia no es del todo nueva. En 1972 un equipo de investigadores encontró un cráneo en Kenia, denominado 1470, con un rostro más grande y plano que los demás fósiles de la zona, lo cual no permitía encuadrarlo en ninguna de las especies identificadas.

El enigma 1470

Hasta la fecha, este cráneo se convirtió en un enigma para los paleontólogos y abrió un debate sobre si al comienzo de la evolución humana hubo una o dos especies de Homo además del ya conocido Homo erectus, del que descienden el Neandertal y el Homo sapiens.

Al 1470 le faltan los dientes y la mandíbula, lo que dificultaba hasta ahora su identificación como especie, porque bien podría corresponder a un ejemplar macho de la denominada Homo habilis, de menor tamaño corporal y más grácil, o tratarse de una especie diferente, informó el diario El País.

No obstante, subrayó la publicación, con el hallazgo de los nuevos fósiles de Kenia, muy parecidos al de 1972, se puede afirmar con más certeza que fueron tres especies contemporáneas: el Homo erectus, el Homo habilis y una tercera, el Homo rudolfensis.

«Y es significativo que se han encontrado en un radio de diez kilómetros del lugar donde se halló aquel fósil», apuntó Leakey en Nature.

«Los nuevos fósiles nos dicen, por primera vez, cómo serían los dientes y la mandíbula del 1470 y nos permiten separar la colección de fósiles que no son de Homo erectus en dos grupos con características claramente diferenciadas», recalcó.

Cuando encontramos los fósiles de la cara, su parecido con el fósil de 1972 era inmediatamente obvio, afirmó por su parte Fred Spoor. La morfología de los huesos —dijo— indica que estos individuos tendrían una cara alargada y más plana, y un paladar con forma de U, que se diferencia del resto de los homínidos de su época, con forma de V.

Según el paleontólogo, las tres especies convivieron en el mismo tiempo y espacio, pero lo más probable es que se evitaran entre sí. «Es posible que se conocieran, pero entre las especies de mamíferos cercanas a los homínidos lo más habitual es que se eviten entre ellas, como pasa con los gorilas y los chimpancés del Congo», puntualizó.

El este de África era un lugar bastante poblado, con distintas especies que probablemente seguían dietas diferentes, que aún no conocemos, pero que podrían ser la clave de su convivencia en un mismo hábitat, al no tener que competir por los mismos alimentos, precisó.

Solo un ancestro exitoso

Pero no todos los expertos apoyan los resultados. Otros científicos señalan que el equipo de investigadores ha llegado a esa conclusión con limitada evidencia. No obstante, el grupo de expertos sigue sosteniendo que ninguno de los especímenes coincide con el Homo erectus, sino con los huesos encontrados en 1972.

Lo que sí parece cada vez más claro es que, aunque tanto el Homo habilis como esta nueva especie terminaron extinguiéndose, a diferencia del Homo erectus, la evolución humana no siguió una línea unidireccional.

Así lo comentó a BBC Mundo Chris Stringer, profesor del Museo de Historia Natural de Londres: «Los seres humanos parecen haber evolucionado en formas diferentes en distintas regiones. Es como si la naturaleza estuviera desarrollando diferentes prototipos con diferentes atributos. Solo uno de ellos, un ancestro de nuestra especie, acabó siendo exitoso en términos evolutivos».

Bernard Wood,  paleontólogo de la Universidad George Washington en Washington DC, considera que los esquemas actuales de la evolución humana se verán en el futuro como claramente simplistas.

El paleontólogo español Ignacio Martínez, ganador en 1997 del Premio Príncipe de Asturias por sus hallazgos sobre la evolución del hombre en el yacimiento de Atapuerca, dijo que  «en el origen del género Homo había mucha más diversidad de lo que algunos pensaban, algo que, sin embargo, sabemos que es habitual en la evolución de otros animales. Nuestra evolución, una vez más, no es nada especial», concluyó.

 

 

 

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