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¡Ser joven para siempre!

El 26 de septiembre de 1967, los miembros de la guerrilla del Che en Bolivia Miguel, Julio y Coco cayeron en una emboscada en la Quebrada del Batán, un lugar a 500 metros de altura y a solo un kilómetro de La Higuera

Autor:

Luis Hernández Serrano

El 26 de septiembre de 1967, el Che, en su Diario, comienza sus anotaciones de una manera rotunda: «Derrota». Nunca abrió sus notas de guerra con esa palabra.

Y en el resumen de septiembre, expresó: «Debiera ser un mes de recuperación y estuvo a punto de serlo, pero la emboscada en que cayeron Miguel, Coco y Julio malogró todo y luego hemos quedado en una posición peligrosa (…)».

Miguel o Manuel, era Manuel Hernández Osorio, cubano; Coco, Roberto Peredo Leigue, boliviano, y Julio, Mario Gutiérrez Ardaya, también boliviano.

Coco nació en la ciudad de Cochabamba, capital del departamento del mismo nombre, el 23 de mayo de 1938. Se integró a la guerrilla desde su inicio y fungía como «propietario» de la finca de Ñacahuasú. Pertenecía al grupo de la Vanguardia.

La emboscada donde cayó junto a sus dos compañeros ocurrió en la Quebrada del Batán, un lugar a 500 metros de altura y a solo un kilómetro de La Higuera. Cuando los guerrilleros llegaron a ese poblado, entraron a la casa del telegrafista Humberto Hidalgo, donde Coco encontró una comunicación del 22 de septiembre sobre la presencia guerrillera en la zona.

En el horno de la casa del telegrafista prepararon comida para todos. La Vanguardia, encabezada por Miguel o Manuel, fue sorprendida cuando se dirigía por un sendero solitario que iba desde La Higuera hasta Jagüey, poblado distante a cinco kilómetros y hasta donde quería llegar el Che.

Los moradores de la zona recuerdan a los guerrilleros caídos levantándoles montoncitos de piedras, y cada cierto tiempo manos anónimas colocan flores en ellos. Similar respeto le muestran a Coco: un sencillo monumento rústico evidencia el respeto que todos muestran a su memoria.

Al otro día, el 27 de septiembre, el Che apuntó en su Diario: « (…) la pérdida más sensible es la de Coco, pero Miguel y Julio eran magníficos luchadores y el valor humano de los tres es imponderable. h: 1 400 metros».

Así se puede resumir el dolor de este día. Y Héctor Gallo Portieles, diplomático cubano en 20 países de cuatro continentes, quien propuso a Coco para «una acción importante» cuyo contenido en ese momento desconocía, lo evoca con admiración.

«Sucedió en 1962. Estaba frente a la Embajada cubana en Bolivia, ubicada en La Paz, porque el Encargado de Negocios se encontraba en La Habana de vacaciones, y cumplí interinamente tal responsabilidad.

«Me pidieron que propusiera un hombre de calibre para una tarea de altos quilates. Luego de las consultas pertinentes, así lo hice, fue aprobado, hablé con él y estuvo de acuerdo. Recibió la propuesta nuestra como un premio», comentó Gallo.

«Eso implicó que viniera a Cuba a prepararse, y el día antes de venir fue a despedirse de mí y de mi esposa Emilia. Literalmente no tenía, no sabía cómo agradecernos ese primer viaje al archipiélago rebelde.

«Más tarde, al necesitarse un segundo para el Coco en aquella misión solidaria, lo analicé con él y ya tenía previsto a un candidato, sobre el que brindó los elogios más grandes que se pueden decir de una persona.

«Le dije que necesitaba sus datos, para iniciar los trámites de rigor, y enseguida me contestó que era un hombre íntegro, honesto y valiente, que se llamaba Guido, le decían Inti y tenía sus mismos apellidos, “Porque… ¡es mi hermano!”».

«El “Coco” Peredo no sobrepasaba los 25 años y en la solidaridad boliviana estaba siempre a la vanguardia, como una antorcha.

«La experiencia que ahora cuento significa para mí el compromiso, no de ser como el Coco porque, entre otras cosas, a mi edad ya no puedo afirmarlo, pero sí tratar de merecerlo a él y a personas como él.

«Incluso hemos llegado a pensar que “unas veces vemos a la vida devorar la juventud, y otras a la muerte perpetuarla”. Esto lo escribí refiriéndome al Coco, al ver su foto en un diario, tras su caída. Entonces mi esposa y yo nos dijimos: ¡Será joven para siempre! Ya no va a envejecer, va a añejarse, que es otra cosa muy distinta».

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