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La noche en que La Habana se hizo fuego

Los jóvenes cubanos reeditan cada año la Marcha de las Antorchas como homenaje al Héroe Nacional José Martí y también como reafirmación de los ideales de la Generación del Centenario

Autores:

Margarita Barrios
Ana María Domínguez Cruz

«Todo el que participa en la Marcha de las Antorchas forma parte de la Generación del Centenario. En ellos está el movimiento organizado por Fidel, pero todos inauguran su vida política, revolucionaria y de rebeldía contra la dictadura de Batista en esos momentos».

La precisión la hace el Doctor en Ciencias Históricas Mario Mencía, investigador titular de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, en entrevista exclusiva para Juventud Rebelde.

«La Marcha de las Antorchas, realizada por primera vez la víspera del 28 de enero de 1953, forma parte de un programa diseñado por varias organizaciones juveniles de aquella época, encabezadas por la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), y fue el punto culminante de una serie de iniciativas para honrar la memoria de Martí en el centenario de su natalicio.

«Por primera vez aparecieron unidas en un propósito común las juventudes auténticas, ortodoxas, católicas, masónicas y socialistas. Martí emergió como la fuerza unitaria para algunos sectores de la juventud cubana, fugazmente desvinculados de los intereses partidarios.

Se exhortó al pueblo a participar en todas estas actividades, agregó Mencía, mediante un llamamiento suscrito el 26 de enero por la FEU y los centros de segunda enseñanza de La Habana, la Sección Juvenil Auténtica, las  juventudes Ortodoxa y Socialista, la Unión Nacional de Empleados Públicos y el Frente Cívico de Mujeres del Centenario Martiano.

«El llamamiento aparecía con el visto bueno de Joaquín Peláez como presidente de la FEU, cargo para el que había sido elegido dos días antes en sucesión de Álvaro Barba, y como la Universidad de La Habana tenía mucha fuerza movilizativa, ese alud que bajaba la Escalinata envolvió al pueblo».

Genuina cubanía

«Desde temprano en la mañana del martes 27 de enero de 1953 grupos de estudiantes entraban y salían del Hospital Calixto García y del Estadio Universitario. Trasegaban palos y pequeñas latas en desuso. Otros se aparecían con puntillas y, al rato, menudeó el ruido de martillos. Se trataba de la preparación de rústicas antorchas, que con estopa, alquitrán y gasolina se completarían para ser utilizadas en el desfile de esa noche.

«La posibilidad de un choque con las fuerzas policíacas acució la imaginación, y a los palos se adicionaron grandes clavos con las puntas salientes que transformaron las antorchas en amenazantes armas para el probable enfrentamiento».

Así describe Mario Mencía, quien ejerció el periodismo en Juventud Rebelde y la Revista Bohemia hace algunas décadas, los preparativos de la Marcha de las Antorchas en su libro El Moncada: la respuesta necesaria, que en su tercera edición aborda todas las luchas estudiantiles relacionadas con el golpe de Estado del 10 de marzo y la consecuente respuesta contra la dictadura implantada por Fulgencio Batista, en la cual el sector estudiantil fue protagonista.

«Durante las primeras horas de la noche del 27 de enero —refiere Mencía— filas de estudiantes y gentes del pueblo arribaban ininterrumpidamente al área universitaria hasta integrar una enorme masa bulliciosa; en tanto frente al Capitolio Nacional se desarrolla el acto oficial patrocinado por el régimen.

«La Plaza Cadenas y la Escalinata quedaron abarrotadas. Una visión a distancia descubría la fantástica perspectiva de miles de serpenteantes lengüetas de fuego que comenzaron a deslizarse hacia Infanta y San Lázaro a las 11:30 de la noche.

«Varios carros con equipos de los noticieros cinematográficos y de la televisión se adelantaban tomando escenas del desfile encabezado por una gigantesca bandera cubana, sostenida por muchachas universitarias y de la enseñanza media. Detrás, el ejecutivo en pleno de la FEU con su nuevo presidente, José Joaquín (Quino) Peláez.

«El río de llamas bajaba por San Lázaro a la calle Espada. Sobre la marcha se sumó el contingente que acababa de clausurar el Congreso Juvenil Martiano. Las Mujeres Martianas aportaban otro nutrido grupo, y varios bloques de seguidores de Fidel Castro, con él al frente, también desfilaban organizadamente.

«Desde Espada la muchedumbre siguió a la calle 27 y a Hospital. En la Fragua Martiana, José Machado (Machadito) fue uno de los oradores: “Esta manifestación es expresión de las ideas libres sembradas en la juventud cubana por las prédicas de José Martí”. Y al finalizar el grito de ¡Libertad! fue coreado por la masa enardecida que enarboló con energía las llameantes antorchas.

«Por su historia y por sus sentimientos  —expresaba inmediatamente después Joaquín (Quino) Peláez— la juventud se encuentra frente a una opresión humillante, como cuando Martí luchaba contra el despotismo esclavizador. Como él, haremos todos los sacrificios para que nuestra patria goce de una verdadera libertad. El estudiantado, la juventud toda, combatirá con todas sus fuerzas a la dictadura que nos oprime».

Contrario a lo previsto, destaca Mencía, quien es también profesor titular de la Universidad de La Habana, ningún choque ocurrió con las fuerzas represivas. No hubo policías a lo largo del recorrido. «Ante sus invitados extranjeros, entre ellos la poetisa argentina Gabriela Mistral y María Mantilla, y con la prensa internacional focalizada en la celebración del centenario, el régimen asumió una fachada de respeto a los derechos democráticos. Ya era bastante enojoso que algunos periódicos reprodujeran casi diariamente los partes médicos sobre el estado agónico del joven estudiante Rubén Batista Rubio, quien el 15 de enero fue herido en una manifestación de protesta por el ultraje al busto de Julio Antonio Mella.

«De ahí que el desfile también multitudinario que al siguiente día marchó desde la universidad hasta la estatua de Martí, en el Parque Central de La Habana, tampoco fuera interceptado. Fue otra oportunidad para que los jóvenes dirigidos por Fidel dieran una nueva demostración de su organización y disciplina.

«Ese mismo 28 de enero, en Santiago de Cuba, Frank País se reunía con la mayoría de los estudiantes normalistas y representantes de otros centros, y con voz serena dejó sentada su posición inclaudicable de luchar contra la tiranía», refiere Mencía en su libro.

Al preguntarle al también autor de más de 20 títulos, entre estos La prisión fecunda y El grito del Moncada, sobre la importancia que le concede a la Marcha de las Antorchas en aquel contexto de lucha insurreccional, expresó que representa la expresión de insumisión de parte del sector de los jóvenes más radicales de nuestro país.

«Aunque es difícil individualizar de quién fue la idea, pues ocurrieron muchas reuniones en el seno de la Universidad de La Habana, donde todos daban sus criterios, la realización de una marcha con antorchas no proviene de otros países, como erróneamente algunos piensan. En el siglo XIX nuestros mambises usaban la tea incendiaria, y es de allí de donde parte esta iniciativa».

Hoy trasciende la Marcha de las Antorchas, que cada año se reedita por los jóvenes cubanos, no solo como homenaje al Héroe Nacional, sino también como reafirmación de los ideales revolucionarios de la Generación del Centenario del Apóstol.

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