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Cuando la vida sale de una foto

Ahora desempeña importantes cargos políticos y estatales, pero en su oficina un joven delgado y con bigote, junto a otros muchos, con banderas y antorchas, le recuerda siempre de dónde viene. José Ramón Balaguer no puede evitar ese brillo en los ojos cuando recuerda que fue protagonista de uno de los actos que más ha conmovido a Cuba

Autor:

Margarita Barrios

Toma de la pared un pequeño cuadro y muestra la foto: «Esto fue un regalo de un antiguo compañero de estudios, y este soy yo», me dice José Ramón Balaguer, y una chispa de orgullo se le salta en la mirada.

Entonces me señala a un joven delgado y con bigote que, junto a otros muchos, con banderas y antorchas, protagonizan uno de los actos que más ha conmovido a este país, cuando parecía que las enseñanzas del Apóstol caerían en el olvido en el año de su centenario.

José Ramón Balaguer me recibe en su oficina temprano en la mañana. Y a guiso de portada me aclara que «esto no es una entrevista, es una conversación».

Me invita a sentarme en un sofá de su oficina en el edificio del Comité Central del Partido. Ahora quedamos alejados del buró que, al fondo, espera lleno de papeles para la jornada de trabajo que le aguarda.

El ahora miembro del Secretariado del Cómite Central del Partido e integrante del Consejo de Estado, siempre que participa en la Marcha de las Antorchas que reeditan los estudiantes, jóvenes y el pueblo, siente como si volviera a vivir aquel 27 de enero de 1953. Le invade una enorme satisfacción de saber que estuvo allí; y que lo que hizo entonces, y después, valió la pena.

La entrevista fluye realmente como una conversación, aunque yo no paro de hacer preguntas, para no desaprovechar la oportunidad de estar frente a una de las personas que tuvo el privilegio de vivir los momentos más intensos de la lucha estudiantil contra la dictadura de Fulgencio Batista y luego subir a la Sierra Maestra, convertirse en guerrillero en el segundo Frente Oriental Frank País dirigido por Raúl Castro, y bajar con grados de Comandante.

—¿Qué recuerda usted de aquellos momentos en que se organizó la Marcha de las Antorchas de 1953 y cómo le llega la convocatoria para participar?

—Recuerdo el fervor revolucionario, la decisión de toda la acción. Esa noche había bastante frío, por eso ves en la foto que íbamos bien abrigados. Llevábamos las antorchas y nos las pasábamos de mano en mano, porque no había para todos. Así llegamos hasta la Fragua Martiana.

«La convocatoria me llegó porque esa marcha fue parte de una cadena de acontecimientos, en los cuales estaba involucrado junto a muchos otros compañeros de estudio. Fue una etapa de lucha sin tregua contra el régimen imperante en el país».

Balaguer hace una pausa, mira de nuevo la foto. «Ha pasado mucho tiempo y los recuerdos se van borrando, afirma lentamente. «Recuerdo que estaba en la Calzada del Cerro, esperando una guagua, cuando oigo a las personas comentar que había ocurrido un golpe de Estado y lo había dado Batista. Cuando llego a la Universidad de La Habana se notaba que algo sucedía. Frente al Rectorado había un bullicio, y ya en horas de la tarde estaba claro lo sucedido.

«A partir de ese momento en la Universidad no hubo descanso, la lucha fue permanente, y yo participaba en toda esa actividad revolucionaria con mis compañeros de la escuela de Medicina, aunque no era miembro de la FEU».

—¿Recuerda a algunas de las personas que iban en la marcha?

—Bueno, yo estaba con algunos amigos de la escuela, pero allí estaban Fidel, José Ramón Machado Ventura, Ricardo Alarcón, también José Antonio Echeverría, que todavía no era presidente de la FEU.

—¿Ya usted conocía a Fidel?

—No lo conocía personalmente, pero sí sabía de su accionar revolucionario. En el año 1950 hubo una actividad en el anfiteatro del Hospital Calixto García donde Fidel habló, e hizo la convocatoria a salir en marcha hacia la calle Ronda.

«Había una huelga en el Instituto de Matanzas, y se había producido la insurrección en Puerto Rico contra Estados Unidos liderada por Pedro Albizu Campos, y esas fueron las motivaciones. De ese día hay una foto famosa en que se ve a Fidel discutiendo con el jefe de la Policía.

«Además, conocía de la lucha electoral con el Partido Ortodoxo, junto a Eduardo Chibás. En más de una ocasión vi a Fidel en la Universidad, y siempre me llamó la atención la disciplina que tenía el grupo que él dirigía.

«El asalto al cuartel Moncada fue una sorpresa para todos nosotros, porque no sabíamos absolutamente nada de lo que se estaba preparando. De haberlo conocido estoy seguro que la mayoría de los que estábamos en la batalla universitaria hubiéramos estado allí.

«Con esa acción confirmamos las características que tenían los compañeros relacionados con Fidel».

—A los jóvenes que participaron en la lucha contra Batista se les conoce como La Generación del Centenario. Siendo de estratos sociales y niveles culturales tan diversos. ¿Por qué piensa usted que tuvieron todos esa gran vocación martiana?

—Independientemente de todo lo que se hizo en muchas ocasiones para distanciar la figura de José Martí de lo que es la acción revolucionaria, su pensamiento influyó decisivamente en todos nosotros.

«Si tomas por ejemplo a Julio Antonio Mella, a Rubén Martínez Villena, a Fidel Castro, que abrigaron como ideología el Marxismo, todos ellos fueron primero profundamente martianos.

«Y es que los planteamientos independentistas martianos conducen a una sociedad diferente, con igualdad de oportunidades para todos.

«Por ello, a quien haya estudiado profundamente a Martí le fue asequible el pensamiento marxista, porque daba herramientas políticas para la lucha revolucionaria».

—¿Cómo soñaban ustedes… esa República Martiana por la cual combatían?

—Hay un antecedente importante, que es el Partido Ortodoxo, que tenía como paradigma central la honradez, que los gobiernos fueran honestos y los recursos del país se destinaran a que la gente viviera mejor.

«Habíamos vivido la experiencia de los gobiernos de Ramón Grau San Martín y de Carlos Prío Socarrás, corruptos, que robaban millones y millones, y que no se ocupaban en lo absoluto de los problemas de la población, situación que Fidel Castro retrató muy bien, con una solidez tremenda, en el alegato del juicio del Moncada, y luego se convirtió en el programa revolucionario de La Historia me Absolverá.

«Recuerdo que en conversaciones entre los estudiantes, de manifestación en manifestación, todos queríamos encontrar la manera de resolver la situación en que estaba sumido el país y derrocar a Batista. La opinión general, y la mía, era que solo lo lograríamos a través de la lucha armada. Fidel lo concreta en el Moncada, y luego en la guerra en las montañas».

Balaguer confiesa que se hizo realmente revolucionario dentro del proceso de la Revolución, y a través del pensamiento de Fidel y con las enseñanzas de Raúl. «Sobre todo después del triunfo, en la lucha contra el Imperio, que ha querido permanentemente destruir la Revolución», puntualizó.

«Estuve en el Segundo Frente Oriental, donde estaba Raúl Castro, y allí adquirí, en esos primeros tiempos, una conciencia realmente revolucionaria, transformadora.

«En aquellos momentos pensábamos en todo lo que necesitaba el país, pero estábamos distantes de un pensamiento marxista, de hecho no teníamos esos conocimientos».

—¿Esa raíz martiana es la que ha conducido el proceso revolucionario cubano?

—Cuando pensamos en el patriotismo y su significado: ¿es solo la expresión con respecto a una bandera, un himno, un escudo? No, es el sentido más profundo de solidaridad humana.

«La Revolución no defiende un área geográfica, sino los intereses de nuestra gente. Cuando Fidel pronunciaba sus discursos y se dirigía al auditorio decía: compatriotas. Esa palabra distingue el sentido patriótico de su pensamiento, de solidaridad humana. Y la lucha nuestra fue para alcanzar eso».

—Usted estudió además una profesión que tiene mucho que ver con la solidaridad humana...

—El médico que no albergue ese sentimiento no puede ejercer la profesión. Realmente yo me hice médico por mi familia, que me embulló a ello. Mi padre era un empleado bancario y ciudadano norteamericano, porque había trabajado en la Base Naval, porque nosotros somos de Guantánamo.

«Cuando matriculé la carrera renuncié a esa ciudadanía, que me caía pesada, pero mi familia no era adinerada, de hecho yo fui el único que llegó a la Universidad».

—Sin embargo usted renuncia a las bondades que le pudo traer ejercer la profesión de médico en una sociedad como aquella y se va a la Sierra Maestra…

—La carrera era relativa, en ese momento lo importante era la Revolución, que estaba por encima de todo. Yo estaba convencido de que no había otro camino.

«Me alcé tres veces, me cogían por el camino y estuve preso, pero al final lo conseguí. Cuando subí la primera vez tenía 24 años, en el mes de abril de 1957».

—Y logró terminar la carrera a pesar de estar envuelto en las acciones revolucionarias.

—Sí, ya me había graduado cuando subí a la Sierra. Pediatría, que era la última asignatura que me faltaba, la saqué en un tipo de exámenes que le llamaban anticipo. Fue en octubre de 1956 y poco tiempo después la dictadura cerró la Universidad, porque era un hervidero de revolucionarios.

«Recuerdo también que una vez tenía unos exámenes de Patología quirúrgica y general, y acordamos que no podíamos hacerlo porque estábamos alzados contra la dictadura, pero los hice el año siguiente. Siempre tuve buenas notas, y aunque participaba en las acciones revolucionarias estudiaba mucho, como requiere esa carrera».

—¿Qué debería hacerse para que los jóvenes de hoy tengan la vocación martiana que tuvo su generación?

—Tengo una gran confianza en nuestra juventud. Creo que muchos jóvenes tienen una posición revolucionaria, un alto sentido patriótico y que son martianos.

«Hemos tratado a través del proceso revolucionario de que el pensamiento de Martí esté siempre presente, y uno de los responsables de ello ha sido el propio Fidel».

—¿Cómo pueden participar mejor los jóvenes cubanos de hoy en la implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución?

—Que cada uno cumpla a cabalidad con las tareas que les corresponden, con eficiencia, con efectividad. Y defender la Revolución en todos los aspectos.

«Si todos hacemos eso: los militantes de la UJC, del Partido, los estudiantes, los trabajadores, los profesionales de cualquier rama del saber, lograremos lo que estamos tratando de hacer».

—Dentro de unas horas miles de jóvenes reeditarán la Marcha de las Antorchas. ¿Qué les diría a ellos?

—Que asuman la actitud correcta del momento en que viven. Que estudien profundamente para prepararse y contribuir al proceso revolucionario. Que sean profundos patriotas y capaces de entregar el corazón, el alma, la vida por su país, que en estos momentos no solo realiza una revolución restringida a nuestras costas, sino que juega un papel muy importante en los momentos trascendentes que vive la región.

Ya en la despedida, y no sin antes darme algunos consejos médicos y hablar del deporte y su importancia para tener una vida sana —él practicó karate y llegó a ser cinta negra y cuarto dan— manifestó: «Los discursos de Raúl son muy concretos, muy precisos. Nos dice: estos son nuestros problemas, estas son nuestras dificultades, estas son nuestras faltas. Y para resolverlo hay que hacer esto y esto, de esta forma, con exigencia, disciplina, organización, sentido de responsabilidad.

«Me siento muy optimista, independientemente de las dificultades que tenemos y del empeño que nunca ha faltado al Imperio por destruir la Revolución».

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