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Sueños de babor a estribor

Jóvenes que custodian el país desde la frontera cuentan sus vivencias y, mar mediante, se comprometen a llevar sus sueños a bordo

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

«Estoy mucho más tiempo en el mar que junto a mi hijo, de solo un año y siete meses. Quiero que él esté orgulloso de su papá, del trabajo que hago como guardafrontera, pero no puedo negar que me ha sido difícil conjugar la lejanía de mi familia con la pasión por mi profesión, con mi deber como soldado en la frontera».

Conocer al camagüeyano primer teniente Rolando Martínez Diéguez, comandante de un buque guardacostas de las Tropas Guardafronteras desde 2009, es una magnífica oportunidad para dialogar con alguien que ama su trabajo y que se supera cada día desde el punto de vista profesional y personal con el objetivo de cumplir sus tareas y ser ejemplo para sus subordinados.

«Estoy al frente del buque insignia de este órgano y para mí ha sido un reto constante. Debo prepararme no solo desde el punto de vista físico, sino teórico y práctico también, porque solo con mis conocimientos, ejemplo y exigencia puedo lograr el respeto y el buen desempeño de la tripulación, conformada por veinteañeros como yo.

«Asumo el trabajo con mucha responsabilidad y soy consciente de que una incorrecta actuación nuestra en el mar puede definir incluso relaciones diplomáticas entre Cuba y otros países, por lo que no podemos dejar ninguna puerta abierta a la imprudencia o al error», afirma el joven egresado de la Academia Naval Granma en la especialidad de oficial de cubierta.

Recuerda Rolando momentos en los que ha debido enfrentar salidas ilegales del país, rescate de personas en el mar y violaciones a la legislación relacionada con la pesca ilícita, experiencias todas que han puesto a prueba su entereza, su capacidad de mando y su vocación.

«Desde pequeño, cuando iba con mi papá al astillero en Nuevitas, me enamoré de los barcos y mantengo encendida la llama de ese amor todos los días aquí, enfrentando el narcotráfico internacional y protegiendo objetivos económicos y plataformas petroleras.

«Cumplo con mi deber desde la frontera y mi hijo aprenderá con el tiempo que el trabajo de su papá es decisivo. Seguramente entenderá que gracias a lo que hacemos, él y los demás cubanos pueden dormir tranquilos», aseguró.

Como en las películas

«¿Cuántas veces no vemos en la televisión películas en las que hay que resolver misiones especiales? Desde un helicóptero, un buque, la costa, en el mar, en el momento que sea necesario. Pues mi vida es entonces como una película, porque eso lo vivo a diario».

Sonrío, porque no deja de tener razón el primer teniente Yaidierkis López Díaz, de 26 años, miembro del Destacamento de Destino Especial de las Tropas Guardafronteras.

«Desde que ingresé a los Camilitos en Camagüey sabía que mi vida sería esta; por eso estudié después en la Escuela Nacional de Tropas Especiales y elegí desempeñarme aquí, en el mar. Bucear y nadar son unas de mis pasiones y ahora forman parte de mi trabajo.

«Debo estar siempre en forma, prepararme con todo tipo de armamento y sobre todo estar siempre dispuesto, porque en cualquier momento puede necesitarse la intervención de mi unidad y no estamos hablando de películas, sino de la vida real».

«Pico y pala» a bordo

Sonríe Adnier Oramas López, primer oficial de ingeniería naval de las Tropas Guardafronteras cuando le recuerdo su infancia y los pequeños barcos que inundaban su cuarto. «Me apasionan y esa es la motivación principal para que estudiara esta carrera en la Academia Naval Granma, de la que egresé, junto a otros 29 compañeros en la primera promoción, pues anteriormente solo se estudiaba en la Unión Soviética».

Proyecta, diseña, calcula, esboza y de esa manera el joven villaclareño construye y repara embarcaciones, esas que luego salen al mar a cumplir misiones y defender el territorio nacional.

«Podía haber sido navegante, pero me gusta más crear, y pienso que de cierta forma también lo soy, porque conozco un barco como la palma de mi mano y también el día que haga falta puedo zarpar en uno y con los ojos cerrados hacer lo que haya que hacer.

«Vivo lejos de mi familia, pero todos entienden la importancia de mi trabajo y con eso ganamos en comprensión; fíjate que ahora mismo mi esposa está en Venezuela colocando el granito que le toca y yo también la entiendo».

Con nervios de acero

«Me gusta desafiar al peligro y cuanto más tensas sean las situaciones a las que me enfrento, mucho mejor. Como enfermera a veces vivo momentos muy fuertes, pero también como miembro del Destacamento de Destino Especial de las Tropas Guardafronteras puedes imaginar que estoy sometida a un estrés constante».

Así se siente feliz la guantanamera Migdalia Daudinot Leguen, quien es parte importante de las Tropas Guardafronteras al cumplir con su doble misión.

«Me ejercito todos los días; practico con las armas, entreno, nado y estoy lista siempre; y en medio de la misión, además de cumplir como un soldado más, doy los primeros auxilios a quien los necesite, porque como enfermera no puedo abandonar ninguna de mis responsabilidades.

«Nunca estoy nerviosa, porque ya me he puesto a prueba en muchas ocasiones, y si el teléfono suena en mi casa, se tiene la seguridad de que yo estaré allí, aunque sea un domingo. Mi familia sabe que mi vida está aquí, en el cuidado de mi país desde la frontera y sus soldados».

Apoyo emocional de proa y popa

Para la primer teniente Ailé Quesada Pérez, primera instructora de la Unión de Jóvenes Comunistas en las Tropas Guardafronteras, el trabajo político-ideológico es vital en la atención a los muchachos que se desempeñan en estas unidades.

«Tengo sentido de pertenencia por este trabajo desde que estuve aquí en el Servicio Militar Voluntario Femenino y lo único que quiero es que nos vinculemos más. No concibo que mi desempeño sea en tierra y no a bordo, junto a los muchachos, en los momentos difíciles que ellos puedan vivir.

«Si me ven junto a ellos, el trabajo político-ideológico se hará mejor, y si yo comparto sus dificultades, sus situaciones estresantes, sus triunfos, seré capaz de entenderlos mucho más y de «llegar» más hondo en su formación, de hablarles con mayor autoridad moral y con el convencimiento de que nos dirigiremos a un objetivo común».

Comprendo a Ailé y sé que con instructoras como ella la labor ideológica en las Tropas Guardafronteras será más intensa y los resultados, mejores. «Doy todo el apoyo emocional que se requiera y estaré ahí, desde la proa hasta la popa, porque también me siento uno más de ellos. Ya verás, eso se lleva en la sangre y seguro mi hijo, que ahora solo tiene dos años, será guardafrontera».

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