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Dame la mano… ¿y andaremos?

A veces uno se equivoca y busca justificaciones para que no parezca tan grave, pero la verdad es que no las hay, y luego cuesta remediarlo. Sobre todo cuesta tiempo. Bien lo saben en el Centro de Jóvenes por Conducta San Francisco de Paula, en el que se puso la primera piedra para echar a andar el proyecto de Fidel de convertir las prisiones en escuelas

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Cierra los ojos ante la interrogante. Duele recordar, me dice. «A veces uno se equivoca y busca justificaciones para que no parezca tan grave, pero la verdad es que no las hay. Uno se deja llevar y mete la pata, y luego cuesta remediarlo. Sobre todo cuesta tiempo».

Así habla Erik, un joven de 25 años que mantiene viva su sonrisa a pesar de que los recuerdos pesan. «Trabajaba como enfermero y me gustaba, pero caí en la tentación y me enredé con quien no debía. Perdí mi tiempo en cosas que al final me trajeron hasta aquí, y ahora también el reloj camina, y ya no puedo virar hacia atrás».

Erik cumple condena hace un año en el Centro de Jóvenes por conducta San Francisco de Paula, junto a otros 168 muchachos que como él cometieron un delito, y luego de cumplir parte de su sanción en un centro penitenciario de mayor rigor y manifestar buena conducta, fueron trasladados hasta este lugar, fundado el 21 de octubre de 2000.

«Estuve ocho meses en una prisión de máxima seguridad, la del Combinado del Este, y me alegro de estar en este lugar, donde espero cumplir con la sanción que termina en 2017. Aquí no hay rejas, no hay esposas, y aunque allá también me daban la oportunidad de estudiar y aprender un oficio, siento que aquí soy un poco más libre».

Su novia Susel lo tomaba de la mano y fue paciente con este equipo de reporteros que interrumpió su encuentro amoroso. Entiendo que ustedes pregunten, dijo, pero si lo hubieran conocido antes, se hubieran dado cuenta de cuánto ha cambiado.

«He recibido cursos de cocina, de carpintería y de albañilería, y todos los días tengo deseos de estudiar más, porque cuando salga de aquí no perderé tiempo; me pondré a trabajar y les aseguro que estaré tranquilo».

Erik, como los demás, tiene la voluntad para rectificar y valorar qué es lo mejor para su vida. En centros como este, donde se les tiende la mano a quienes como él un día confundieron el camino, se puede comenzar.

Más allá de los muros

El Centro de Jóvenes por Conducta San Francisco de Paula, cuya capacidad es de 200 internos, atesora historia, pues con este se puso la primera piedra para echar a andar el proyecto revolucionario de Fidel de convertir las prisiones en escuelas.

Entre sus paredes esas ideas se renuevan y cada año los sancionados pueden ser testigos de cuanto se hace para que su estancia allí sea también aprovechada en su beneficio, desde el punto de vista académico y laboral.

Según el mayor José Gómez Ferrera, director del centro, el 80 por ciento de los jóvenes recibe instrucción escolar y el 17 por ciento está vinculado al trabajo.

«Este es un centro insigne del tratamiento diferenciado que tenemos con los internos y, junto a los otros similares que existen en el país, se garantiza que el 64 por ciento de los jóvenes sancionados esté vinculado al estudio y el 68 por ciento aprenda nuevos oficios.

«Cumplen su pena en centros como este los jóvenes de entre 20 y 27 años; y en esas edades es importante darle prioridad al aprendizaje, porque el hecho de estar aquí no es un impedimento para ello».

Ratifica la afirmación de Gómez Ferrera, Julia Elvira Doma, directora docente de la escuela San Francisco de Paula, institución que radica en el centro.

Cuando ingresa un muchacho, explica, le aplicamos una prueba diagnóstico o de nivelación para saber el nivel de enseñanza vencido y comprobar sus conocimientos. Luego, como parte de un grupo, él puede alcanzar el noveno o el  grado doce y aspirar a carreras universitarias.

En el recorrido por la instalación fuimos testigos de las buenas condiciones de las aulas, su mobiliario, la base material de estudio y constatamos que no solo reciben clases de Matemática, Biología, Física o Español, sino que también se aprovechan estos espacios para los debates y charlas educativas.

Es bueno conversar de estas cosas que son un poco más íntimas, afirma Daniel a la salida del aula en la que se impartía una conferencia sobre planificación familiar. «No solo se nos habla de lo importante de usar métodos de protección como el preservativo, sino también de las enfermedades que podemos adquirir si no lo usamos y de la preparación que se debe tener para ser padres».

Muchos de los jóvenes internos ya tienen descendencia, acota Gómez Ferrera. En la institución es fundamental desarrollar el programa Educa a tu hijo, para que estos muchachos aprendan a tratar a su prole y no dejen de disfrutar los buenos momentos que puedan tener juntos.

«No podemos pensar en que aprenderán después porque ahora es el momento, cada 30 días estos muchachos pueden salir de pase un fin de semana o si mantienen buena conducta su sanción puede reducirse en un tercio, y entonces cuando no estén aquí, no será el momento de comenzar… El camino deben andarlo desde ahora».

De esa filosofía se beneficia Raimat, de 20 años, quien mostró las habilidades adquiridas en el curso de albañilería.

«Ya podré ayudar en la reparación de mi casa, y esta es una vía para ganarme la vida después de manera decente y correcta. Mi familia está contenta porque ven que aprovecho el tiempo y que después pueden contar conmigo, pues aunque me quedan unos meses todavía, ya aprendí la lección».

Pero no todo es estudio y trabajo en el centro, pues las actividades recreativas y deportivas desempeñan un rol importante en las jornadas diarias de los internos. De no ser así no habríamos podido constatar la destreza que mostró Raidel en el juego de pelota ni el talento vocal de Yunior, quien aspira a estudiar canto algún día.

Hoy es el mejor día

No hace falta esperar a mañana o a la semana que viene, cada día es el mejor para empezar, me aseguran los jóvenes Arturo y Héctor, de 22 y 25 años de edad, respectivamente, cuando los sorprendemos en el laboratorio de computación.

Ambos permanecieron poco más de un año en el Combinado del Este y reconocen las cualidades de un sistema penitenciario que, con un régimen progresivo, sea capaz de premiar a quien reflexiona, rectifica y cambia.

La buena conducta se traduce después en un cambio en tus condiciones de vida, advierte Héctor, y eso es bueno porque te da ánimos, te impulsa a seguir adelante y a tener más confianza en ti mismo.

Arturo me cuenta de su trabajo en una tienda de recaudación de divisas y del tiempo que lleva en el centro, y no puede negar que sus días transcurren con tranquilidad.

«Aprendí plomería y ahora recibo clases de Computación. Me gustaría estudiar Psicología o Sociología en la Universidad cuando cumpla mi sanción, dedicarme a los estudios, y no desviar mi atención en lo que pueda después tronchar mi vida».

Héctor sonríe: «¿Qué puedo decirles yo? También quiero que mi vida sea otra y por eso también soy alumno del curso de Computación, después de haber terminado el de Albañilería y el de Electrónica. Si antes participé en un robo, ahora no quiero otro que no sea el de robarle más tiempo al reloj para estudiar lo que no estudié antes. Hace cinco años que vivo aquí y en los dos que me quedan seguiré haciéndolo».

Si de novedades se trata, ¿quién le diría a Adrián Gallego años atrás que sería carpintero encofrador?

«Cuando mis padres sepan que puedo hacer planos y levantar una casa desde los cimientos no lo creerán, asegura. De todos los cursos quise empezar por este y espero aprender también a arreglar y hacer muebles, porque la vida da muchas vueltas y uno no sabe el día de mañana qué puede hacer falta?».

Y si de asombros se trata, Yuniel reconoce que sus padres aún no escapan del suyo. Cada vez que asisten a una visita familiar o lo reciben de pase en la casa, se enteran de algo nuevo en la vida de su hijo.

Les sorprendieron las atenciones y los cuidados que recibimos aquí, sobre todo con el tema de los médicos y los dentistas, afirma. «Que estemos cumpliendo con una sanción que nosotros mismos nos la buscamos no quiere decir que no seamos tratados como personas, como los demás que viven fuera».

La enfermera Mariluz Ricardo, con siete años de experiencia laboral en este centro, respalda las palabras de Yuniel.

«La población penal de este centro es joven y por lo general son muy sanos, aunque tienen vicios como el de fumar. El trabajo educativo y orientador es muy importante para lograr en ellos la toma de conciencia y luego, la modificación de su conducta.

«En el centro no se permite el consumo de bebidas alcohólicas y lo más común son los catarros, los resfriados o el asma, padecimientos que son tratados con los medicamentos necesarios».

La especialista explica que el chequeo médico es de obligatorio cumplimiento dos veces al año. Con este proceder insistimos sobre todo en la serología y las pruebas del vih/sida, pues estos muchachos reciben visita de sus parejas y no siempre mantienen relaciones sexuales protegidas.

«El personal médico convoca a charlas y a conferencias para estimular en estos jóvenes las conductas sanas y lograr que tengan percepción de riesgo de ciertas enfermedades que siempre creen que nunca padecerán».

Se trata de establecer relaciones armónicas y de equilibrio entre el deber y el querer, afirma el mayor Gómez Ferrera. «Ellos deben cumplir una sanción en este centro pero en ese tiempo pueden estudiar, aprender, trabajar, y eso depende de su voluntad, de sus deseos de labrarse un camino mejor en la vida.

«Cumplimos con el objetivo esencial del Sistema Penitenciario Cubano, preparándolos para su reinserción en la sociedad. Les enseñamos la vía y les damos los elementos que necesitan para seguir ese camino y no perderse.

«A la sociedad también hay que prepararla y el programa Acércate más, que vincula a la comunidad con la vida de los internos, es un gran paso. Sucede que a veces se tienen prejuicios, estereotipos en torno a la gente y se les niega la posibilidad de recomenzar su vida, pues creemos que volverán a equivocarse»

Recuerdo entonces lo que la joven Susel dijo mientras le apretaba la mano a su novio.

«Los errores se cometen una sola vez. Pensar que es verdad eso que dice el refrán de que el ser humano tropieza con la misma piedra dos veces es dejarse vencer, es una muestra de que se quieren justificar las debilidades. Hay que echar pa’lante y dejar en el pasado lo que pudo manchar nuestra vida. Siempre hay gente que te ayuda; solo hay que darle la oportunidad».

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