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La hora de los mameyes (+Fotos)

Donde comienza o termina Cuba siempre hay un guardafronteras. Son disímiles las tareas y escenarios donde ellos hacen gala de sus convicciones, disciplina, tenacidad y amor a la Patria

Autor:

Héctor Carballo Hechavarría

Cuenta el joven combatiente del Minint Rubén Font García que mientras cursaba la escuela de patrones contramaestres, en la ciudad de Santiago de Cuba, se preparó con esmero para cuando tuviera que enfrentar uno de esos momentos, a los cuales coincidía en llamar junto a sus compañeros como «la hora de los mameyes».

Sin embargo, confiesa que de todas maneras esta le tomó por sorpresa, pues nunca imaginó que sobrevendría justo cuando estrenaba sus charreteras de suboficial, a bordo de una nave perteneciente al Destacamento Sur Oriental de las Tropas Guardafronteras.

«Aquel zafarrancho fue mi verdadera graduación. Me alegro mucho de que se tratara de una operación contra el narcotráfico internacional», rememora el combatiente, de 20 años de edad, apostado ahora sobre el mismo puente de mando que lo «vio» actuar.

En la tarde del 7 de diciembre de 2012, los servicios  radiotécnicos costeros de las tropas guardafronteras informaron a las unidades de superficie sobre la violación de las aguas jurisdiccionales por una lancha no identificada.

La vertiginosa zarpada hacia su encuentro por la dotación a cargo de Font impidió una vez más que se ingresaran drogas en nuestro país.

En su huida, los delincuentes lanzaron al mar unos 17 sacos que contenían principalmente marihuana, en una ubicación al sur del poblado ribereño de Imías, en la provincia de Guantánamo.

Si el cargamento no hubiese sido incautado a tiempo, los recalos habrían llegado por distintos puntos del litoral en los días sucesivos.

«No hay navegación de la cual no me sienta satisfecho, porque, además de gustarme, sé que estoy velando por la salud de muchos jóvenes como yo», afirmó Font García, quien sigue los pasos del padre, un experimentado oficial de las tropas guardafronteras.

La posibilidad de visitar varios de los intrincados puntos de nuestra geografía, donde se encuentran designados los «insomnes centinelas», como los calificó un día Fidel, permitió a este equipo reporteril conocer cómo trascurre la cotidianidad de sus vidas.

Las historias tampoco se limitaron al ámbito del combate que, «a sangre y fuego», libra nuestro país contra tamaño flagelo de la humanidad.

En el mismo enclave santiaguero, el mayor Alexander Rodríguez Mustelier, de la Capitanía del Puerto, refirió que, entre otros cometidos figura el enfrentamiento a violaciones como la caza furtiva, el empleo de artes masivas de pesca contra especies en veda y la construcción de artilugios para la navegación, los cuales pueden poner en riesgo la vida de los mismos «fabricantes».

Los violadores saben lo que arriesgan y hasta son conscientes de las legislaciones medioambientales vigentes, pero no todos asumen su responsabilidad cuando son requeridos, por lo que la persuasión y la interacción con la gente son parte del trabajo cotidiano.

Los puestos fronterizos no estuvieron exentos de los daños ocasionados por el huracán Sandy. Con su estela de historia, el puesto de Boca de Samá, en la provincia de Holguín  —el mismo que repelió un ataque mercenario la noche del 12 de octubre de 1971—  muestra avances en su recuperación.

Mientras conviven en casas de campaña, para no descuidar la salvaguarda, los jóvenes miembros de esa unidad participan en la reconstrucción.

El soldado Alexis Rivera Castellanos fue preciso: «Ante ninguna inclemencia del tiempo bajaremos la guardia. Así cuidamos al país, la Revolución, a nuestro pueblo y a nuestras propias familias».

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