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La caña es más que azúcar

La obsolescencia tecnológica y el incumplimiento de planes, entre otras contrariedades, golpearon duramente la imagen de esa industria. Pero la que por siglos fuera columna vertebral de la economía criolla no acepta el nocaut. No pocos fundamentan que es todavía un sector estratégico y prometedor

Autor:

Marianela Martín González

La agroindustria azucarera representó históricamente la actividad económica más importante de la economía cubana, al ser la fuente principal de ingresos en divisas durante muchísimos años, y la garantía para la adquisición de créditos externos.

Hoy es una fuente considerable de empleo y, por su efecto multiplicador sobre otros sectores, constituye un referente por excelencia para el desarrollo local.

Conociendo estos argumentos, la Sociedad Económica Amigos del País convocó recientemente, a especialistas y directivos del Grupo Azucarero Azcuba y a prestigiosos investigadores de la Universidad de La Habana, a debatir sobre el presente y el futuro de la industria que por mucho tiempo fue considerada la locomotora de la economía en la Mayor de las Antillas.

El taller «La agroindustria azucarera cubana. Situación actual y perspectiva», contó con la presencia de ingenieros, técnicos y economistas en ejercicio y jubilados, con conocimientos plenos para ayudar al desarrollo sustentable de la economía, el cual debe ser, como tantas veces se reiteró en este encuentro: viable financieramente, socialmente justo; y armónico con el medio ambiente.

El Doctor Federico Sulroca Domínguez, especialista principal de Azcuba, abrió la ronda de exposiciones que durante dos días aconteció en la sede de la emblemática asociación.

«En el mundo que probablemente nos tocará vivir en un futuro no muy lejano, la producción cañera azucarera, por su condición autosustentable, fundamentalmente de energía, otros derivados y agua, ofrece las mejores condiciones para adecuarse y sobrevivir en situaciones extremas», afirmó.

Sulroca explicó, además, que en los Lineamientos 246 y 247 de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución se refrenda la diversificación de la industria azucarera, con especial énfasis en el aprovechamiento del bagazo y residuos agrícolas cañeros y forestales, creándose condiciones para cogenerar energía en etapa inactiva.

Señaló asimismo, que fuera del esquema de financiamiento de Azcuba, en la propuesta de estrategia del 2014 al 2018, se contemplan inversiones que rondan los 669 millones de dólares para el incremento de la producción de energía, 30 millones para reanimar la destilería de alcoholes y 12 millones para la producción de alimento animal.

«Se destina, como se informó, un financiamiento para incrementar capacidades de alcohol, representando un incremento del 60 por ciento con respecto a las capacidades actuales.

En el año 2018 se prevé que la disponibilidad de materia prima supere la capacidad instalada para producir alcohol, por lo que será necesario construir nuevas destilerías previstas en el plan de desarrollo con un aumento de capacidad de 3 000 hectolitros por día.

Dichas destilerías se prevén anexar a plantas de levadura torula para utilizarlas como plantas de tratamiento de residuales, en los centrales Primero de Enero, en Ciego de Ávila, y Perucho Figueredo, en Villa Clara.

Sulroca especificó que desde 2011 se aplica un esquema financiero en divisas al Grupo Azucarero Azcuba, que garantiza poder adquirir los recursos necesarios. El mismo básicamente se sustenta de los propios ingresos del sector.

Se refirió a que en la esfera agroindustrial las cooperativas agropecuarias constituyen la fuente abastecedora de la caña que sustenta todo el sistema. Al cierre de diciembre de 2012, en todo el país se dedicaban a la producción de caña 488 unidades básicas de producción cooperativa (UBPC), 231 cooperativas de producción agropecuaria (CPA), 57 cooperativas de créditos y servicios (CCS), y cuatro granjas estatales.

Esos datos indican que el 62 por ciento de las unidades productoras son UBPC, por lo que sobre estas recaen los mayores retos que deben enfrentarse en el escenario actual.

«Las cooperativas se han desenvuelto en un entorno que no ha evolucionado a la par de las mismas, sumado a que algunos directivos de las organizaciones con las cuales se relacionan carecen de una cultura cooperativa que les facilite encontrar formas adecuadas para trabajar conjuntamente», explicó Sulroca.

Recordó que en septiembre de 2012, el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros aprobó 17 medidas para otorgar autonomía en su gestión a las unidades básicas de producción cooperativa y ponerlas en igualdad de condiciones para producir, en relación con el resto de las cooperativas.

«Pero todavía hay una limitada autonomía de gestión porque prevalece la dependencia de las empresas estatales a las cuales se vinculan, manifestándose, además, una tendencia al gigantismo y a la centralización excesiva.

«En el caso de la agricultura cañera, los precios de la gramínea no han cubierto las expectativas de los productores, sumado al uso de sistemas de financiamiento en divisas muy limitados, lo cual ha provocado una baja motivación», señaló.

Llamó la atención sobre la inminente tendencia al envejecimiento poblacional, debido al aumento de la esperanza de vida y a la insuficiente tasa de remplazamiento, por lo que consideró necesario, a corto y mediano plazo, la introducción de nuevas tecnologías agrícolas basadas en la mecanización, el uso de productos químicos y biotecnológicos, sin que estos desarmonicen con el medio ambiente.

Para la adquisición de tecnologías, según informaron en el taller varios de los ejecutivos, Azcuba deberá concertar alianzas estratégicas o modalidades de negocios con fabricantes o compañías que proporcionen la fuente financiera. Este año se invertirán 18,9 millones de dólares en maquinaria agrícola y 12 millones en riego, precisaron.

Sulroca se refirió a un plan encaminado a mitigar las vulnerabilidades de la parte agrícola en la agroindustria. Señaló entre estas la implantación de los sistemas de servicios científico-técnicos, liderados por el Instituto Nacional de Investigaciones de la Caña de Azúcar (Inica), que recomiendan las principales actividades agrícolas.

Se refirió también a la implantación de un servicio de extensión agrícola de ayuda al productor, y a la elaboración del presupuesto de gastos e ingresos por bloque o finca, que son las unidades mínimas de manejo.

Como parte del apoyo de Azcuba para disminuir las vulnerabilidades de las cooperativas mencionó, también, la creación de las escuelas de gerencia cooperativa territoriales, y la implementación de un sistema de capacitación y superación cultural para los cooperativistas.

«No podemos dejar de mencionar que, como acciones importantes para que estas bases productivas funcionen eficientemente, se trabaja en la vinculación del hombre al área, mediante brigadas integrales y lotes cañeros diversificados. De igual modo se promueve el desarrollo de la diversificación agropecuaria, buscando valores agregados a la producción cañera-azucarera», sostuvo.

Poner la caña a tres trozos

A pocos días de la celebración del referido taller coincidimos en el Palacio de Convenciones con el joven diputado granmense Ricardo García Aguilar, integrante de la Comisión Agroalimentaria. En ese espacio se delinearon estrategias para darle seguimiento a la implementación de las políticas que repercuten en el sector agroindustrial azucarero, y el parlamentario se refirió a las experiencias de la UBPC Andrés Cuevas, Vanguardia Nacional, a la cual pertenece.

«Cuando se hable de las ganancias que reporta la caña al país hay que hablar de lo que se obtiene con sus derivados; y ya es hora de que también empecemos a pensar en cómo pagarles a los productores por la gama de esos productos», apuntó.

«Hay lugares en que, para la resiembra, cortan la caña con combinada; eso es un disparate de los que más dañan nuestra producción. Con el corte mecanizado se perjudica la yema de la semilla y no germina.

«Contamos con una brigada calificada, encargada de cortar, picar y sembrar la caña, y entonces, cuando esta nace, por los índices de sobrevivencia es que les pagamos a los que participaron en esa labor.

«Siempre hablamos con satisfacción del Imac (implemento múltiple Andrés Cuevas). Con ese invento de dos de nuestros cooperativistas —Rigoberto Pérez Llorente y Mario Saborit Solano, gente sencilla que tiene ganas de hacer cosas buenas para el país— dejamos de pasarle cinco veces por encima al campo, y arruinar así el suelo y gastar combustible. Este implemento puede, con un solo pase, sembrar, fertilizar y rotar la tierra.

Datos ofrecidos en el mencionado taller develaron que, de 1981 a 1990 el rendimiento promedio en Cuba era de 53,4 toneladas por hectárea. En aquel entonces se llegó a beneficiar más del 30 por ciento de las áreas con riego, con un elevado consumo de fertilizante, herbicida, combustible y mecanización, condiciones que prevén revitalizarse con las estrategias trazadas por Azcuba.

Ana Bueno Guzmán, presidenta de la cooperativa de producción agropecuaria Cuba Socialista, de Mayabeque, no se sienta al borde del camino para hacer catarsis.

«Seguimos trabajando hasta lograr alcanzar las cien toneladas por hectárea. Ahora estamos en 76, porque nos unificaron con una UBPC que tenía promedios muy bajos».

Hace menos de dos años, la CPA que dirige esta economista lograba 92,6 toneladas por hectárea, mientras el país, con gran esfuerzo, tiene como meta para 2020 llegar a las 50.

«Hay que ser disciplinados con la preparación de los suelos, la siembra y escoger la semilla que se dé en nuestras tierras, acorde a sus condiciones. Mi cooperativa tiene como axioma que la mejor resiembra es la que no se hace. La resiembra por indisciplina tiene un costo económico grande. Se justifica cuando no queda más remedio. Quizá por el azote de un ciclón u otro evento de fuerza mayor».

Ana insiste en la importancia de aplicar los herbicidas en el momento requerido, y respetar que cada variedad se corte en el tiempo estipulado, pues si se viola ese principio se manda al central caña seca.

El oro dulce que también alumbra

El Doctor Armando Nova, investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana, sostiene que casi no existe otra planta con igual potencial al de la caña.

«La agroindustria cañera, en el escenario actual y en el que se vislumbra, puede contribuir a la solución de las crisis financiera, alimentaria, energética y climática que simultáneamente sufre el mundo», afirmó.

Nuestra matriz energética es muy dependiente del petróleo, explicó Nova. El 52 por ciento de la composición de la generación primaria depende del combustible importado, por lo que las posibilidades energéticas de la caña de azúcar le confieren a este cultivo un valor estratégico.

El economista consideró que la creación del nuevo grupo azucarero posibilita estudiar el empleo de la tecnología de otros lugares del mundo, donde se usan las mezclas de alcohol en motores de combustión interna que consumen gasolina, y han convertido los motores diésel en biodiésel, a partir de plantas oleaginosas.

Para el especialista sería interesante experimentar con motores FLEX, y comenzar a valorarlos en aras de lograr el cierre totalmente autoenergético del ciclo productivo de la agroindustria. A lo cual podría agregarse el empleo del biogás y el gas metano como combustible para la generación de energía eléctrica, y para la transportación.

«El escenario internacional actual y futuro ofrece grandes posibilidades para nuestra agroindustria cañera debido al precio favorable de alcoholes y del azúcar. El alcohol se cotiza a 72 centavos dólar el litro, y todo parece indicar que su valor tiende a incrementarse debido al encarecimiento del combustible fósil. El azúcar oscila alrededor de los 17 centavos la libra. Ha bajado en los últimos meses, pero la tendencia es alcista, según estudios realizados a diferentes mercados», sentenció.

Al señalar algunos de los obstáculos de la agroindustria, precisó que existen problemas tanto organizativos como estructurales, pero enfatizó en la estimulación a los productores, por ser el capital humano lo más importante.

«Sabemos que se revisa actualmente el precio que se les paga. Reciben 104 pesos por tonelada de caña, lo que equivale a dos centavos de dólar por cada libra de azúcar, cuando esta se vende a 17 centavos».

En el evento de la Sociedad Económica, especialistas de Azcuba refirieron que en la zafra 2010-2011 se aprobó un incremento del precio de acopio de la caña relacionado con el azúcar en el mercado internacional, y que actualmente en varios complejos agroindustriales del país se aplica un experimento donde se vinculan los salarios a los niveles de aportes en divisas y la eficiencia, estimulando, además, el ahorro.

Nova considera que este sector puede ofrecerles resultados promisorios a nuestra economía. Explicó que ahora se dedican a la caña alrededor de 750 000 hectáreas, pero si pudieran completarse un millón, y se alcanzaran rendimientos por encima de las 50 o 54 toneladas por hectárea, y además de ese total se destina la mitad a producir azúcar y el otro 50 por ciento a alcoholes; y se ampliara la generación de energía eléctrica, el resultado representaría un ahorro sustancial, al dejar de importarse anualmente un millón y medio de toneladas de petróleo.

«Nos basamos en precios vigentes y que tienden a aumentar, sin entrar a considerar otros derivados de la caña que pueden potenciar un alto valor agregado y contribuir de forma significativa al incremento de los ingresos».

Como asunto nada desdeñable valoró el uso de tecnologías agroecólogicas, y la rotación de la caña con otros cultivos. Llamó la atención, de igual manera, sobre el vuelco que necesita el sistema de extensión o introducción de los resultados científicos. Debe contar, según Nova, con la participación activa de los productores, además de estar acompañado de un nuevo modelo de gestión económica, que incluya el beneficio del investigador por la introducción del resultado.

Reconoció que estamos ante un momento recuperativo de esta agroindustria. Los rendimientos agrícolas de la última zafra rondaron las 42 toneladas por hectárea —hubo un tiempo en que estos se comportaron entre las 24 y 25 toneladas; es decir extremadamente bajos e ineficientes.

En la pasada zafra los rendimientos crecieron, a pesar de que no se alcanzó lo planificado. La disponibilidad de caña estuvo por encima de los 18 millones de toneladas, con una potencialidad de obtener un millón 640 toneladas de azúcar crudo base 86, compromiso que no se cumplió al dejarse de producir más de 100 000 toneladas, según reconoció, ante los diputados de la Comisión Agroalimentaria de la Asamblea Nacional, Ulises Rosales del Toro, vicepresidente del Consejo de Ministros.

Modernización vs. obsolescencia

Especialistas y directivos de Azcuba argumentaron que, dentro de las posibilidades económicas del país, se están haciendo importantes inversiones, pero que la industria azucarera aún no ha podido recuperarse totalmente del duro golpe que sufrió en el período especial.

Hay un alto grado de obsolescencia, tanto en la parte agrícola como en el sistema de cosecha y transportación. La industria igualmente requiere una especial reanimación y modernización. Similares acciones habrá que realizar en las fábricas que se encargan de obtener y procesar los derivados, como las destilerías.

En el taller se abundó sobre el comienzo de un proceso recuperativo de los centrales. Algunos con más de cuatro zafras sin moler se han puesto en marcha. En la pasada molienda participaron 47 centrales de los 51 del país.

Se conoció asimismo que se están acometiendo importantes inversiones en la agricultura con la compra de tractores, maquinarias y sistemas de cosecha procedentes de Brasil.

Según explicaron los funcionarios, con una firma foránea se inició la inversión extranjera en la agroindustria.

Esta experiencia comenzó por el Central 5 de Septiembre, en Cienfuegos, y la contratación contempla la administración conjunta de esta industria con representantes de otro país, con acuerdos redituables para ambas partes. Además, se contrataron a empresas también extranjeras, cinco plantas bioeléctricas bagaceras, de las cuales se están construyendo dos generadoras de electricidad.

Wilson Morel Sosa, vicepresidente del Grupo Empresarial Azcuba, se refirió al programa de desarrollo 2014-2018, el cual, aseguró, ha tenido en cuenta los Lineamientos del VI Congreso del Partido, el desarrollo tecnológico que aplican otros países azucareros, el desarrollo tecnológico en Cuba, así como las inversiones, mejoras organizativas, innovaciones, transferencias tecnológicas e investigaciones a desarrollar e introducir en el referido período.

Otros directivos señalaron los modestos logros del sector, entre los que mencionaron el crecimiento en la producción de azúcar por tres años consecutivos, a razón de un 12 por ciento, y la mejoría gradual en la calidad del crudo.

Reconocieron la buena respuesta en el rendimiento agrícola y la disponibilidad de caña, dificultad que por varios años constituyó la principal limitante de este sector.

Señalaron entre los discretos avances, la disminución de los costos de producción, el crecimiento de las producciones de derivados, y que los centrales se autoabastezcan de energía y aporten a la red nacional.

Como síntoma del reordenamiento se refirieron a la recuperación de las capacidades de almacenaje de azúcar, miel y alcohol, y el aseguramiento de su logística para la exportación.

Especialistas de Azcuba aludieron a la política industrial hasta el 2018, la cual incluye todo el desarrollo de los centrales y el incremento de las capacidades fabriles en aquellos que lo tengan concebido en el programa de acercamiento de las áreas cañeras.

En este período, según afirmaron, se acometerá la estandarización de los sistemas y equipamiento industrial, y la introducción de tecnologías para asimilar el incremento del tiro directo al basculador, a través del montaje de mesas alimentadoras, viradores de camiones e instalación de doble centros en el batey.

La etapa contempla, además, la rehabilitación y modernización del equipamiento tecnológico e introducción de nuevas tecnologías para el incremento de la eficiencia, y la automatización del proceso tecnológico.

Para el sector resulta prioridad la preservación y rescate de la imagen de los centrales, la activación de los que permanecen paralizados, así como la habilitación de los talleres de maquinado y el aseguramiento de los recursos para el mantenimiento.

La ingeniera Bárbara Hernández Martínez, jefa de Generación Eléctrica, de la Dirección de Plantas Industriales de Azcuba, anunció que se instalarán hasta el 2030 un estimado de 715 megawatt en bioeléctricas, y que para lograr ese propósito se pondrán en marcha dos cada año, a partir del 2015.

«Se están negociando, una en el central Jesús Rabí con crédito de China, y otra en el Ciro Redondo como empresa mixta entre dos firmas extranjeras».

Con esa generación se podrán vender al Sistema Electroenergético Nacional los excedentes eléctricos durante la zafra de 150 a 180 días. Estas bioeléctricas deberán producir electricidad durante un período no menor de 240 días anuales, según informó.

«Cada megawatt generado por estas plantas evita consumir 280 toneladas de petróleo en la generación de electricidad», subrayó.

Bárbara reiteró que, si bien en la pasada zafra azucarera no pudo cumplirse el plan de producción de crudo por deficiencias, tanto objetivas como subjetivas, debe quedar claro que la caña de azúcar es mucho más que azúcar.

«Disponemos de una cantidad de energía muy superior a la que demanda la producción azucarera, y podemos acumular bagazo para paradas y arrancadas, y entregar excedentes a plantas de derivados y al Sistema Electroenergético Nacional, pues todos nuestros centrales están sincronizados por 33 000 voltios, con una infraestructura agrícola e industrial distribuida por toda la Isla.

«Esta industria genera el combustible que necesita a muy bajo costo, y sin contaminar el medio ambiente, pues el dióxido de carbono que debiera emitirse al quemarse en las calderas de vapor, la caña lo absorbió por fotosíntesis al crecer», señaló finalmente.

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