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La trocha desconocida (+ Infografía y fotos)

Aunque sin la fama de los sistemas de fortificaciones Júcaro-Morón y Mariel-Majana, la línea militar de Guanahacabibes buscaba controlar a las tropas de Antonio Maceo en Pinar del Río, impedir el arribo de expediciones mambisas en la zona y mantener la producción tabacalera de Vueltabajo

Autor:

Isairis Sosa Hernández

Es 23 de junio de 1896 y Antonio Maceo cae herido en una pierna en el sitio conocido como loma de Tapia. Bromea con ello y dice que es el regalo número 24 que recibe de los españoles. Mas no imagina el Titán que, mientras libraba este combate, en la ensenada de Corrientes —península de Guanahacabibes— desembarcaba la primera gran expedición con que el Gobierno civil cubano lo auxiliaba en el extremo más occidental del país.

Por primera vez en la Campaña de Vueltabajo, Maceo contaría con un depósito de pertrechos que bien se podía llamar arsenal, si se compara con la escasez que había padecido en la estrecha provincia de Pinar del Río.

Organizado por el general de brigada Joaquín Castillo Duany, y comandado por el teniente coronel Francisco Leyte Vidal, el cargamento atracó en la mañana del 23 en la playa Las Canas, cerca de María la Gorda. En el interior del vapor Three Friends (Tres Amigos) venían destinados a los mambises 200 fusiles Máuser, 35 tercerolas1 Remigton, 300 000 cartuchos, diez cajas de dinamita, bombas, explosivos y otros medios.

Al conocer el éxito de esta operación, el Gobierno español decidió establecer en la península de Guanahacabibes una línea militar llamada Sitio Nuevo-Jaimiquí, cuyo fin supremo sería evitar el desembarco de las expediciones mambisas que abastecían de armas y pertrechos de guerra al Ejército Libertador.

Delineando los fortines

A partir de la segunda mitad de 1896, España inició un amplio plan de construcción de fortificaciones con el propósito de salvaguardar las zonas ricas en producción tabacalera y alimentaria, y garantizar su traslado hacia la capital.

A este período pertenece la edificación de la trocha de Jaimiquí, la cual consistía en una serie de fortines colocados en distintos puntos y poblados desde la bahía de Guadiana hasta Jaimiquí.

Las construcciones fueron concebidas a una distancia de 250 metros, y en el medio se colocaba una trinchera. Las fortificaciones contaban también con una casamata2 (rodeada de alambradas),  entorno a la cual se hacían recorridos en la noche.

El poblado de Manuel Lazo (antiguo Remates de Guane o Cayuco) fue el nudo de la comunicación con la península de Guanahacabibes, pues para ingresar al interior del istmo era preciso franquear este punto. Y esa ventaja fue aprovechada por los constructores de la línea militar para reforzar el fortín que defendía el caserío.

El libro Cuba. Pasaje a la naturaleza: Guanahacabibes refiere que españoles acuartelados en este sitio se batieron fieramente contra las tropas insurrectas, dirigidas por caudillos de probado valor como los hermanos Lazo. De hecho, el 15 de agosto de 1896, el capitán Ramón Lazo y el teniente coronel Policarpo Fajardo intentaron, sin éxito, tomar el fortín.

Otro fuerte de vital importancia para la trocha lo constituyó el ubicado en el sitio conocido como Gener. Allí existió un gran fortín de cien metros de largo por 50 de ancho, donde todavía hoy se pueden encontrar vestigios de los cimientos de los muros.

De acuerdo con los autores de este volumen, muy cerca del fuerte de Gener —a unos 300 metros al norte— existía otro más modesto y de forma circular, y según los vecinos de la zona, hasta hace pocos años aún se podían ver en pie los restos de la construcción.

El fortín costero de Jaimiquí —donde concluía la línea militar— contaba con una formidable atalaya desde la cual se podía dominar todo el territorio comprendido entre cabo Francés y cabo Corrientes. Este fuerte ya existía desde 1880, y se tienen reportes de ataques reiterados al mismo, como el del 18 de diciembre de 1897, cuando Policarpo planeó cruzar la trocha por dos puntos próximos a los farallones de la costa sur. El fortín fue volado después con dinamita por las tropas del comandante Manuel Lazo.

Rectificación histórica

Con respecto al lugar donde nacía la barrera militar, existen ciertas imprecisiones.

Conocida desde su creación como trocha Sitio Nuevo-Jaimiquí, o Jaimiquí-Sitio Nuevo, según la fuente, se deduce que en ambos lugares se encontraban las últimas fortificaciones de cada extremo de la línea; es decir, que en Sitio Nuevo se enclavaba la primera construcción de la serie de fortines que culminaba en Jaimiquí. Sin embargo, en la obra citada se añade una oportuna rectificación histórica acerca del lugar donde comenzaba el sistema fortificado.

Según los autores, todo parece indicar que el extremo occidental más adelantado de la trocha fue el sitio conocido como el Gato, primera punta de tierra firme en hacer contacto con la ciénaga de Jerusalén, al sur de la bahía de Palencia.

Auxiliados por la tradición oral —que recuerda una construcción fortificada sobre un promontorio—, estos investigadores encontraron en esa zona «las pruebas materiales de lo que fuera la primera construcción fortificada de la barrera militar, así como la existencia de casquillos del fusil Máuser del período de la guerra», lo que les hace pensar que el primer fortín de la línea no se encontraba en Sitio Nuevo, sino en el Gato.

La ilusión de Weyler

El entonces gobernador general de la Isla de Cuba, Valeriano Weyler y Nicolau —tristemente recordado por los más de 300 000 inocentes que perecieron por su política de exterminio contra el campesinado—, tenía a este sistema fortificado entre sus planes para extinguir la lucha independentista.

En su libro Mi mando en Cuba —publicado en Madrid en 1910— Weyler anotaba que «levantados los fuertes en Remates, Benito y Grifa, y después el de Encinas, hicieron los vegueros el de Jaimiquí (...) constituyendo una línea militar defensiva del paso al cabo de San Antonio».

«Todos los fuertes —continúa Weyler— tenían alambrada, y los de Cayuco, Martinas, Grifa y Cortés procedían de La Habana, del sistema Amigó3, con capacidad para 40 hombres». Con la barrera de Jaimiquí, el jefe español buscaba controlar y batir a Antonio Maceo en Pinar del Río, «pacificar» después la región central de La Habana y Matanzas, empujar hacia «la trocha de Oriente» a los grandes núcleos insurgentes y luego repetir a la inversa la misma operación.

Pero el Gobernador General tenía, además, otra poderosa razón para fortalecer la porción más occidental del archipiélago cubano, y lo revela él mismo en su libro: «Como en la zona se cultivaba el mejor tabaco de la Isla, hubo un gran empeño en salvarla, amenazada como estaba frecuentemente por los insurrectos en sus inmersiones al Cabo de San Antonio, donde hacían con preferencia sus desembarcos».

Decidido a salir airoso en este empeño y mantener el control de la región, Weyler envió al territorio numerosas fuerzas del ejército, voluntarios y guerrilleros.

En el texto Hombradía de Antonio Maceo, el historiador cubano Raúl Aparicio destaca que hacia 1896 la provincia de Pinar del Río se había convertido en la zona del país de mayor importancia militar, dada la acumulación en esta de columnas españolas.

Pero en sus planes no contó Weyler con la sagacidad de Maceo, quien supo apreciar y explotar las ventajas que para el combate poseía la región vueltabajera, al punto que la península de Guanahacabibes se convertiría en la principal base de operaciones de la Segunda División del Sexto Cuerpo del Ejército Libertador.

Grave error estratégico

Aun cuando en Vueltabajo se hallaba concentrado el grueso del Ejército español, la trocha de Jaimiquí —como el resto de las construidas a lo largo del archipiélago— no fue dique sólido capaz de detener la embestida revolucionaria, pues Maceo la cruzó el 16 de septiembre de 1896 «a tiro de fusil de las trincheras españolas», según narra José Luciano Franco en su obra Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida.

Durante décadas los españoles mantuvieron y alimentaron la tesis de que las líneas fortificadas eran necesarias para el desarrollo y feliz desenlace de la guerra, y año tras año continuaron los trabajos para hacerlas «inexpugnables». El mismo Weyler les concedió también gran importancia desde el inicio de su mandato.

Así lo atestigua un artículo del diario La Lucha del 26 de octubre de 1896: «Tal y como están dispuestas las operaciones, y con la importancia que desde el primer momento le dio el General en Jefe a las trochas (…) para dejar localizada la revolución y hacer menos fáciles sus movimientos, no cabe duda de que el éxito de las que se han comenzado se tocará pronto, y que han de ser satisfactorios los resultados».

Pero en la práctica, el éxito de las líneas se «torció» por el camino.

A pesar de la confianza que el Ejército español depositó en estas —por resultar elementos de potencial eficacia dentro de un plan ofensivo más global—, las barreras militares no llegarían a cumplir el objetivo para el cual fueron concebidas. Su construcción y fortificación fue considerada posteriormente como un grave error estratégico, pues resultó absurdo mantener en sus fuertes a más de 30 000 hombres, casi inoperantes.

Los mambises se burlaron de la supuesta efectividad de las líneas fortificadas y en innumerables ocasiones desafiaron y arrostraron sus peligros. Ninguna pudo impedir que los cubanos hicieran a los españoles morder el polvo de la derrota. Como nos advertía en uno de sus episodios ese patriota de los animados criollos que es Elpidio Valdés, «contra un mambí que lucha por la libertad de Cuba, no hay trocha que valga. Ni dos mil trochas. ¡Qué caray!».

Vea además «Expediciones mambisas en Guanahacabibes»

Notas:

1 Carabina corta usada por la caballería.

2 En terminología militar, casamata es el nombre que recibe cualquier construcción destinada a albergar algún tipo de arma defensiva.

3 El blockhaus (proveniente del alemán) del sistema Amigó se debe al capitán español Arturo Amigó y consistía en una pequeña fortificación de madera que podía ser transportada y armada con facilidad.

 

Otras fuentes consultadas:

- Guanahacabibes: donde se guarda el sol de Cuba. Colectivo de autores. Editorial Academia, Segunda edición, La Habana, 2009.

- Diccionario enciclopédico de Historia Militar de Cuba. (Primera parte) 1510-1898. Tomo III. Expediciones navales. Acontecimientos políticos-militares. Ediciones Verde Olivo.

- Historia de la trocha militar de Júcaro a Morón. Jorge L. Betancourt. Editorial Oriente. Santiago de Cuba, 1984.

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