Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

No tan «Piquininis»

Hace unos 50 años surgieron en la ciudad de Camagüey y luego llegaron a Jimaguayú, donde se han incorporado a la vida y la tradición

Autores:

Yahily Hernández Porto
Indira López Karell
Jorge Luis Moreira Massagué

CAMAGÜEY.— La Real Academia Española nombra al piquinini como niña o niño pequeño, esencialmente un muchacho que abraza la pubertad. La Enciclopedia Didáctica LeeColima.com.mx confirma que desciende del portugués pequenino y que sin dudas en gran parte de las Antillas designa al adolescente cariñosamente.

La versión digital del importante diccionario también especifica que tanto en Cuba como en Perú se refiere a una persona pequeña, «sobre todo si es negra o mulata». Y aunque no conocía tal acepción en mi nación, admito que en este mundo del saber lingüístico, su uso se transforma tal y como la expresión popular se lo proponga.

Lo que no incluyen registros del lenguaje en el mundo es el calificativo de piquinini como el sabroso dulce que por más de 30 años se comercializa en Jimbambay, localidad ubicada entre los municipios de Jimaguayú y Camagüey.

Nadie aún conoce cómo nació el nombre del pequeño dulce —muy parecido al panquecito de sabor pastelero, que vino desde tiempos lejanos y se impuso hace más de tres décadas como una tradición en Jimaguayú.

Lo cierto es que todo el que transita por Jimbambay no duda en degustar con leche fría o con el tradicional café con leche esta especie de panecillo dulce, confeccionado de harina, huevo, azúcar, mantequilla, aceite o manteca pastelera.

«Soy maestra panadera hace 33 años en La Flor —dulcería de Jimaguayú—, y desde que pisé por primera vez su cocina lo que más hago es piquinini todo el día», refirió Ana López Zamora, quien aseveró además que «el piquinini para los jimaguayenses es como una manía, un vicio, que to’el mundo come por la mañana, tarde, noche y madrugá», dijo jocosamente la panadera, de 71 años de edad.

«No dudes en comerlo —aconsejó Ana—, porque todo el que llega, se lleva un montón. Él es parte de nuestra mesa».

Cuentan los habitantes de esta localidad que el piquinini se rebeló contra las limitaciones de los años 90. «Se hicieron de plátano maduro, yuca y hasta con leche ácida, receta que alcanzó renombre y que trascendió por su calidad», informó Eduardo Aguilar, quien es todo un «piquininero» que mantiene la tradición (lleva 17 años haciendo este dulce).

«Aquí hay novios que siempre llevan de regalo a sus muchachas un piquinini como símbolo de cariño y pasión. Y abuelos, madres y padres de familia si no aparecen en sus casas con piquininis en la jaba, se forma un sal pa’ fuera», agregó López.

Por el momento lo que nadie pone en dudas es que en la economía, con los piquininis de Jimaguayú siempre da la cuenta. «Se han vendido cerca de medio millón en lo que va de año, al precio de un peso en moneda nacional», dijo Pedro Ledezma, el jefe de Producción en la unidad empresarial de base de la Alimentaria en Jimaguayú.

Acerca de cómo se nombra este gustoso postre, nadie conoce con certeza la verdad, «el nombre se asemeja —dijo Ana— a su forma: chiquitico, redondito y con piquito, listos para ser “pan comido”».

Ni el más avezado historiador local descifra el misterio de cómo el nombre surgió. Ana cuenta: «los piquininis se hicieron hace mucho, unos 50 años atrás, en la ciudad de Camagüey, y luego llegaron a Jimaguayú para nunca más partir de esta tierra, que los produce con mucho sabor, amor y sentido de identidad».

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