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Perfeccionan mecanismos de gestión en la Oficina del Historiador de La Habana

La Oficina quedará en mejores condiciones para desarrollar proyectos de preservación, conservación y restauración patrimonial, sirviéndose de estructuras de dirección flexibles y funcionales, que optimicen el flujo comunicacional y control de los procesos

Autor:

Granma

La vieja ciudad se caía a pedazos. Patios, rejas, galerías, mamparas, portones, calles, plazas... parecían entonces condenados al olvido, por antiguos y deslucidos, por no encajar en los nuevos conceptos que trajo consigo el crecimiento desmedido de una urbe más allá de sus fronteras originarias.

Salvar la ciudad era entonces un gran reto, lo sigue siendo ahora, casi medio siglo después de aquel primer y definitivo paso en 1967: el inicio de la restauración del antiguo Palacio de los Capitanes Generales, en la Plaza de Armas.

En 1937, cuando Emilio Roig de Leuchsenring fundó la Oficina del Historiador de La Habana, apenas pudo realizar limitadas acciones para salvar la metrópoli de la ruina arquitectónica. Ante su entusiasmo, conocimientos preclaros e ideas revolucionarias, se alzó entonces el escaso interés que por la preservación del Patrimonio monumental manifestaban generalmente los gobiernos republicanos y municipales.

Trazado estaba el camino. Y con el triunfo de la Revolución cubana comenzaron a emerger proyectos; comenzó, otra vez, a renacer en sus calles la vida. Fue así que en 1981 la Oficina del Historiador de La Habana asumió, por decisión gubernamental, un empeño de mayor envergadura: llevar adelante el primer plan de obras de restauración.

Según cuenta el doctor Eusebio Leal Spengler, historiador de La Habana en su libro Para no olvidar, el empuje dado por el líder histórico de la Revolución cubana en el año 1993 resultó decisivo. «(... ) en medio de tantas preocupaciones y agotadores deberes, mostró [Fidel] vivo interés por hallar una fórmula que permitiese preservar el Centro Histórico de La Habana». Al calor del Decreto-Ley firmado por el Comandante en Jefe, cobraron vida nuevas y más abarcadoras funciones de la institución.

Desde el momento hasta la fecha mucho se ha trabajado, pero la obra que tenemos por delante es mayor aún, aseguró a Granma Leal Spengler. «Nunca estoy satisfecho, siempre me queda la angustia de lo que falta por hacer, por eso el día que no hacemos algo es un día perdido».

Si hoy los cubanos podemos enorgullecernos de una ciudad patrimonial legítimamente viva, ello se debe en gran medida a los constantes desvelos del Historiador de La Habana por salvarla. «Pero las grandes obras tienen que ser siempre protegidas por un Estado ilustrado, que ponga a la cultura en su justo lugar; y para suerte nuestra hemos contado con ese apoyo», precisó.

Así, el Centro Histórico no solo ha cambiado su fachada o rejuvenecido un poco sus deterioradas estructuras. Allí se vinculan armónicamente los fines culturales con los intereses económicos en función del desarrollo del país, de la propia restauración, así como de la labor de rescate social que en la zona se realiza y contribuye a afianzar el sentido de pertenencia de sus habitantes.

Bibliotecas, archivos, escuelas, gabinetes de arqueología y de patrimonio musical, laboratorios y talleres de restauración de bienes; además, hoteles, restaurantes, cafeterías y comercios; a los que se suman residencias para ancianos sin amparo filial, centros de día para personas de la tercera edad, atención médica y farmacología; una revista, una emisora de radio, una escuela taller y otras muchas ideas, forman parte de los tantos esfuerzos que en el Centro Histórico se acometen con el propósito de mejorar el bienestar de la población.

A la luz de los momentos actuales que vive el país y teniendo en cuenta lo aprobado por el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, también en la Oficina del Historiador de La Habana se perfeccionan mecanismos de gestión y se actualizan modos de hacer. «Ello forma parte de la institucionalización del Estado cubano, de un proyecto de Gobierno encaminado al fortalecimiento de las instituciones con objetivos precisos a través de los cuales se busca, en primer lugar, separar las funciones estatales de las empresariales, sin desconocer las complejidades de la obra que realiza la Oficina», explicó Leal Spengler.

La Oficina quedará entonces en mejores condiciones para llevar a cabo los proyectos de preservación, conservación y restauración patrimonial, sirviéndose de estructuras de dirección flexibles y funcionales, que optimicen el flujo comunicacional y control de los procesos.

Preservar los orígenes fundacionales para los cuales se creó la Oficina constituye un factor esencial. De tal manera, continuarán incorporándose ideas con la consecuente participación de las formas de gestión no estatal que resulten necesarias, para ir liberando a la Oficina de actividades que no le corresponden.

Igualmente, el proceso de perfeccionamiento deberá garantizar que las fuentes de financiamiento conserven el objetivo para el cual fueron concebidas en armonía con la misión de la Oficina. De tal manera se define como misión: proponer, dirigir y controlar las políticas del Estado y el Gobierno referidas a la preservación, conservación y restauración patrimonial y el desarrollo cultural, social, físico y económico de manera sostenible en la zona priorizada para la conservación, donde se considera a la comunidad como protagonista y beneficiaria.

En consecuencia, se creará la Organización Superior de Dirección Empresarial Centro Histórico subordinada al Consejo de Ministros y atendida por la Oficina del Historiador. Ella deberá garantizar que el sistema empresarial alcance los objetivos productivos, económicos y de desarrollo previsto en los planes que le permita generar los recursos financieros que requiere la Oficina para el cumplimiento de su misión.

Sin dejar de preservar sueños

«Un proyecto importante asumido por la Oficina ha sido el de la recuperación de los oficios. Solo en la escuela taller de La Habana se forman en la actualidad 500 alumnos, e idénticas escuelas talleres nutren la restauración en las ciudades de Trinidad, Santiago, Camagüey y Cienfuegos.

«Es importante tener en cuenta que en la cúpula de este proceso de formación, está hoy el Colegio Universitario donde se estudian las formas de actuar, de gestionar y dirigir el patrimonio cultural. Dicha institución se erige hoy donde se encontraba una de las primeras universidades del país, fundada en 1728, y que tiempo después fue totalmente destruida. Por determinación del Estado cubano se cedió el espacio para la restitución virtual del edificio perdido y la restitución docente del rango universitario.

«En el marco de la actualización del modelo económico cubano, contamos ya con dos cooperativas de herreros con jóvenes graduados en las mencionadas escuelas talleres; paulatinamente irán surgiendo en diferentes oficios», comentó el Historiador.

Al referirse a las labores que actualmente se llevan a cabo en las redes eléctricas, del gas, acueducto y alcantarillado, así como de comunicaciones del Centro Histórico, dijo que en ellas están implicados varios organismos como los ministerios de la Industria Básica y de Comunicaciones, y el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos. «La Oficina del Historiador, con sus propios recursos no habría podido garantizar la sostenibilidad y sustentabilidad de esta compleja rehabilitación», aseguró.

A ello se suma el arduo trabajo que se está realizando en la descontaminación de la Bahía habanera, a donde ya vuelven alcatraces y otras especies que no se veían en esa área desde hace años.

Explica además, que tomando como base las experiencias acumuladas en estos años, se decidió conformar la red de ciudades patrimonio integrada por las siete villas que en 1981 fueron de-claradas Patrimonio Nacional: Baracoa, Bayamo, Trinidad, Sancti Spíritus, Santiago de Cuba, Puerto Príncipe, hoy Camagüey y La Habana. «Allí han surgido proyectos de restauración importantes que nos han permitido además, una mayor integración y por tanto un mejor trabajo».

Enfrascados ahora en reconstrucciones más profundas de La Habana colonial, el doctor Eusebio nos comenta sobre la monumental obra del Capitolio Na-cional. «Su terminación resulta trascendental: los edificios no son responsables de lo que pasa en su interior y el Capitolio es una obra notable de la arquitectura y la historia Patria».

«En su interior está escrita en bronce, en oro, en mármol, la historia de la nación cubana y su proeza para alcanzar la libertad. No olvidemos que allí se discutió la Constitución democrática de 1940, don-de se escuchó la voz de los representantes más genuinos del pueblo, y donde hubo un gran debate aunque terminara siendo violada por la tiranía al usurpar el poder democrático del pueblo y disolver las cámaras. Regresar la Asamblea Nacional al espacio del Capitolio tiene entonces una finalidad notable, más allá de prejuicios que todavía puedan existir por la supuesta imitación del Capitolio de Estados Unidos: sus contenidos son completamente distintos».

«La Habana es una joya», decía el General de Ejército Raúl Castro Ruz el pasado sábado en la reunión del Consejo de Ministros. La Habana Vieja es la historia. No solo en su arquitectura es posible vivirla, también en sus barrios, sus calles, en la singularidad de su gente. No importan las dificultades materiales que ahora tenemos, hay que pensar en salvar lo que queda, una historia fecunda y un movimiento cultural amplio, valoró Raúl en el citado encuentro.

Entre las obras fundamentales de restauración que hoy conduce la Oficina se destacan la rehabilitación del Teatro Martí, del Gran Teatro de La Habana, el Paseo del Prado y la construcción de otras instalaciones hoteleras, como en la parcela conocida por Manzana de Gómez, que en el transcurso de los próximos años continuarán desarrollándose con el propósito de restablecer prestigiosos espacios que alguna vez fueron el corazón palpitante de la ciudad.

Y así, la nación continúa rescatando sueños. Salvar, proteger, crear, constituyen principios fundamentales para que las calles de La Habana Vieja sean también una manera de ver y amar la historia.

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