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Corregir las fisuras de la empresa cubana

Un estudio centrado por la Universidad de Camagüey propone perfeccionar la administración financiera del capital de trabajo, que abarca aspectos tan decisivos como los efectivos empresariales, las cuentas por pagar y cobrar y los inventarios y créditos

Autor:

Yahily Hernández Porto

CAMAGÜEY.— Para cambiar la economía cubana es preciso transformar su empresa socialista. No es casual que la actualización considere que esta última es y será el corazón de la base estructural del país.

En ese propósito es muy importante una investigación que se desarrolla en la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte y Loynaz. En el estudio, liderado por la Doctora Ana Fernández Andrés, nominada en dos ocasiones al Premio Nacional de Contabilidad, participan más de cien investigadores a través de sus tesis de doctorado, maestría y diplomado, y busca perfeccionar la administración financiera del capital de trabajo —efectivo, cuentas por cobrar y pagar, los inventarios y los créditos— del sector empresarial del país.

La indagación repasa los procedimientos mediante los cuales se determina y funcionan en la empresa nacional el llamado CT, o sea, la cantidad de dinero que la empresa debe tener invertido, en efectivo, las cuentas por cobrar, los inventarios de materias primas, materiales, entre otros, además de los niveles de deudas que debe asumir con los proveedores, que le proporcionen la capacidad de pago necesaria, en correspondencia con los planes establecidos, partiendo de métodos ya existentes en el mundo.

«Nada puede ser rígido al calcular el capital de trabajo. No es lo mismo comercializar una producción local que nacional, manufacturada que tecnológica, ni una empresa productora que una comercializadora», explica la Doctora.

«Por ejemplo, en las cuentas por cobrar influyen también factores como la ubicación geográfica o políticas ministeriales aún existentes en el país que prohíben a las empresas de un mismo ministerio demandarse ante incumplimientos del contrato.

«Las relaciones entre entidades sujetas a estas normas dañan la economía del país, pues la institución lesionada no tiene cómo defenderse, limitante que atenta contra la necesidad de que se trabaje con el capital de trabajo en las empresas».

—¿Cómo evaluar el riesgo del cliente en el actual contexto?

—La literatura internacional cita los métodos para evaluar el riesgo del cliente, o sea, prever la posibilidad de que este no me pague o pague fuera del plazo que pactamos, pero ninguno se adaptaba totalmente al contexto cubano. El aporte de nuestro estudio radica en que lo adecuamos a nuestras condiciones.

—¿Podría explicar parte de ese proceso de adaptación?

—Cuba tiene problemas económicos, pero posee estabilidad política, variable cardinal para una valoración en la negociación y pactos de contratos con clientes. Un cambio de Gobierno puede provocar variaciones en la política económica que prevalecía en ese país hasta el momento en que se elaboró el contrato, y por lo tanto es una variable del riesgo del cliente. El empresario toma este elemento para facilitar créditos comerciales. En Cuba esta variable no constituye un problema.

«Pero la autonomía financiera empresarial en Cuba sí es un inconveniente en la evaluación del riesgo del cliente. Y aunque no hemos inventado el agua tibia, hemos determinado variables muy propias para el contexto criollo, a partir de los instrumentos internacionales».

—¿Evaluar en nuestras condiciones el riesgo del cliente es otro aporte del estudio?

—Para cualquier negociación nacional e internacional, incluso dentro del mismo ministerio, hay que estimar al cliente objetivamente; la posibilidad de que pueda pagar realmente en los plazos pactados en el contrato, eso nos ayudaría a gestionar mejor los cobros y pagos entre las empresas, uno de los problemas actuales significativos de nuestra economía.

«Determinamos variables, como la autonomía financiera, la capacidad de pago del cliente, entre otras, que están incidiendo en el riesgo del cliente en Cuba. Variables que además deben quedar recogidas en el contrato, porque de otra forma no tiene sentido efectuar dicha evaluación, lo que contribuye a reducir la fuga económica-financiera, y a aumentar el prestigio de la empresa».

—¿Es imprescindible que el contrato particularice al cliente? ¿Se contrapone esta premisa al uso del mismo modelo o forma de contrato por parte de nuestras empresas?

—Es costumbre que la empresa nuestra use un mismo modelo o única forma o proforma de contrato, que no es lo legislado, pero que al utilizarse no admite la diferenciación del cliente. Con ella el contrato deja de ejercer su función desde el momento en que no se plasman en este cuáles son las condiciones financieras negociadas con el cliente.

«Es imprescindible pactar con el cliente en un acto de negociación serio, exigente, como se prescribe en los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, para la transformación de nuestro modelo económico. No hay contraposición alguna, sino transformación paulatina, profunda, práctica y oportuna.

«No existe una cultura económica sólida. Este acto de contratación hay que concebirlo con una participación integral de todas las áreas de la empresa: comercial, de compra, jurídica, pero muy especialmente la económica».

—¿Qué importancia tiene la autonomía financiera en la confección del contrato?

—No es lo mismo un cliente que haga sus cheques sin mediadores a uno que tenga que hacerlos fuera de su provincia, donde la prioridad del pago no la ofrece la entidad que pactó el negocio con su cliente, sino otra muy lejana que funge como empresa nacional o provincial.

«Al no existir autonomía financiera se prolonga el cobro. Al evaluar su cliente la empresa cubana debe aclarar si este posee o no autonomía financiera, para poder decidir objetivamente los plazos de pago. La investigación acopla esta condición al contexto cubano y lo determina como una variable para la contratación.

«Las cuentas por cobrar de una empresa están vinculadas directamente al contrato económico que esta realizó, porque este lleva implícito las condiciones que la protegerán de las posibles pérdidas económicas. El contrato no es un problema del jurídico, como interpretan erróneamente los empresarios cubanos, sino de los comités de contratación integrados por un equipo multidisciplinario, y del estudio del mercado y de la visión y cultura económica que tenga la empresa. Este sería un primer enfoque a sustituir».

—La investigación trabajó la inmovilización de los inventarios de lento movimiento y ociosos. ¿El estado actual de los inventarios es un S.O.S.?

—Si los niveles de productos y servicios a ofrecer por la empresa no se corresponden con sus inventarios estos no solo se inmovilizan, provocando pérdidas millonarias al no convertirse en efectivo, sino que pierden sus cualidades físicas, se vuelven obsoletos. Este envejecimiento repercute en la calidad del producto final, además de afectar el prestigio de la empresa y sus servicios, pues el cliente compró algo que no servía.

«A pesar del impacto negativo que ocasionan los inventarios de lento movimiento, este es el caso más feliz para la empresa si lo comparamos con los inventarios ociosos. Los primeros conservan un valor de uso mínimo, pero los segundos no. Existen casos en que, por el cambio tecnológico, la mercancía que estuvo almacenada durante años ni es útil ni se corresponde con la tecnología introducida».

—¿Qué posibles soluciones proponen sobre este tema?

—Actualmente la investigación trabaja exhaustivamente la administración de los inventarios. Estamos en la fase de diagnosticar su inmovilización. Razonamos incluso qué medidas tomar para depurarlos, qué curso darles y cuál sería la mejor solución según la empresa.

«Existen propuestas, pero aún hay que valorarlas. Por ejemplo, una empresa con inventarios ociosos, a pesar de su impacto negativo no puede darles un destino, aunque otras instituciones los procuren, porque la empresa que los acumula tiene que depender de otra comercializadora, la cual posee hasta seis meses para responderle si existe en el país alguna institución interesada, de lo contrario deberá entregarlos a Materia Prima. Y mientras el tiempo corre el dinero se “encierra” en los almacenes, porque no rotan los inventarios, ni se convierten en dinero, en efectivo.

«Los investigadores se han cuestionado por qué no se establece la relación directa entre empresas para comercializar los inventarios ociosos y de lento movimiento. Se podría, a través de la gestión y venta de inventarios entre empresas, consolidar una nueva vía de ingreso, que hasta se planificaría en sus planes económicos, y como los ingresos incrementan utilidades, le permitiría a la entidad aumentar su aporte al presupuesto del Estado, creando siempre los mecanismos y controles necesarios para evitar deformaciones.

«Incluso, aquellos inventarios que no logren comercializarse en el sector estatal, ¿por qué no venderlos al sector de gestión no estatal? No solo se estaría en correspondencia con la actualización del modelo económico cubano, sino que hasta se podría crear una empresa en el municipio que vendiera al trabajador por cuenta propia o a la cooperativa esos inventarios, que serían reutilizados».

—¿Darle un valor de uso a los inventarios ociosos reanimaría la economía?

—No solo contribuiría a la eficiencia, sino que se evitaría el desvío de recursos hacia otras actividades.

«Estas podrían ser las bases para un mercado mayorista, adonde el trabajador por cuenta propia puede no solo acceder y obtener materias primas, sino que se contribuiría a crear las condiciones para que este confeccione su registro de ingresos y gastos, con el comprobante que recibe por sus compras, permitiendo la contabilidad fiscal.

«El Estado avanzaría con la verificación fiscal, a la vez que se establece una fuente de empleo profesional con los jóvenes tenedores de libros, que podrán realizar esta contabilidad y que pagarían sus impuestos.

«Los procedimientos establecidos en el país para la comercialización de los inventarios ociosos y de lento movimiento son muy complicados. Este proceso hay que simplificarlo, lo que contribuiría a optimizar las finanzas de las empresas cubanas.

«También hay que desarrollar la cultura del riesgo en la administración, que aunque existe, es muy formal, lo que constituye otra tarea de la investigación en cuanto a determinar un índice de riesgo del capital de trabajo.

«Los análisis económicos de la empresa no son para analizar lo que está bien, sino para razonar los problemas, desde valoraciones profundas. La realidad verificada en la revisión documental de las empresas revela que estos análisis no siempre tienen estos enfoques. No olvidemos que las valoraciones cualitativas son las que permiten identificar las causas de los problemas en las que se debe accionar para lograr transformaciones».

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